Por J. Valeriano Colque (*) |
Mauricio Macri acaba de vivir las
horas más felices de una gestión presidencial. La asunción, el reconocimiento
de la gente y del mundo exterior son hechos imborrables en el inicio del
mandato.
Ahora, viene lo más difícil. La
Argentina necesita salir del estancamiento y generar empleo privado formal. En
los años recientes, la inactividad–personas que estaban en condiciones de
trabajar y no lo hacían–y el empleo público disimularon la verdadera
desocupación.
Fue una violación a los derechos
humanos esconder el número de pobres; no reconocerlos. El gobierno de Cristina
Kirchner no informó–desde el segundo semestre de 2013–cuántas personas se
hallaban en la pobreza y en la miseria. El Observatorio de la Deuda Social de
la Universidad Católica Argentina (UCA) reveló que al menos 1 de cada 4 no
podía pagar una canasta de alimentos y servicios imprescindibles. De ellos, 1
de cada 4 no consumía lo mínimo para subsistir.
Macri proclamó como uno de sus
objetivos reducir la pobreza a cero. ¿Se puede? Se necesita un trabajo
interdisciplinario: mantener la ayuda social, invertir en infraestructura para
darles servicios mínimos a los asentamientos marginales y capacitar a jóvenes y
adultos para que vuelvan a insertarse en el mundo laboral. Atender la demanda
de 10 millones de personas no es fácil. La economía necesita un recorte de
gastos para poner en caja un déficit que se incrementa con cada decreto que
dejó firmado la expresidenta y que–sumado el pago de deuda–alcanzaría este año
a unos 400 mil millones de pesos. Todo un récord.
El equipo que lidera Alfonso Prat
Gay deberá mostrar un plan creíble en el recorte y uso eficiente del gasto,
junto a una menor presión impositiva. ¿Los que actualizaron los precios en 25 %
estarán dispuestos a retrotraerlos al 30 de noviembre en el marco de un acuerdo
empresario-gremial? Los sindicatos que intentan ganar un espacio piden un bono
navideño de al menos 5.000 pesos.
Los bancos ya advirtieron que no van
a renunciar a las ganancias de haber comprado un dólar futuro para marzo a
10,50 pesos, cuando para esa fecha se espera una cotización de entre 13 y 14
pesos. Alejandro Vanoli les dio un caramelo que no están dispuestos a devolver.
Sin este acuerdo era imposible encarar una devaluación por el enorme costo para
el Banco Central, la expansión monetaria y el impacto en la inflación.
Las mieles de la llegada al poder se
consumirán rápidamente. El timing (sincronización) entre el recorte de
gastos y menor emisión, junto a una devaluación–que impactará en los precios y
hará más pobre los salarios–es un complejo dominó que pondrá a prueba al equipo
económico.
Además, está la necesidad de ganar
“la batalla cultural” para explicarle a la sociedad la necesidad de estas
medidas. El kirchnerismo tuvo hasta la (mala) virtud de confundir todo en la
discusión económica.
Generar
confianza. Se viven
renovadas esperanzas en la Argentina, generadas por la asunción de las nuevas
autoridades en distintos niveles del Estado, pero en especial por el recambio
producido en la presidencia de la Nación.
El tono mesurado de Mauricio Macri
al señalar–en las primeras horas de gestión–las principales líneas de su
gobierno sin agredir ni culpar a nadie fueron bien recibidas por una sociedad
que aspira a dejar atrás las divisiones estériles. Ese fue uno de los grandes
desafíos planteados por el Presidente, junto con el combate al narcotráfico y
la erradicación de la pobreza, que afecta al menos a 1 de cada 4 argentinos,
según estadísticas privadas.
Revertir los enormes bolsones de
gente que vive en condiciones indignas en torno de los grandes núcleos urbanos
demandará una tarea de varias áreas de gobierno, que incluirá la ayuda social,
la mejora de la infraestructura de los asentamientos marginales y la
capacitación de miles de jóvenes y adultos, quienes están hoy marginados de la
escuela y del mundo laboral.
La prueba más difícil serán las
medidas necesarias para sacar a la economía de su estancamiento y generar las
condiciones para la creación de empleo privado formal. Macri y su equipo
económico están obligados a diseñar un plan integral que contenga reducir un
déficit fiscal próximo a 8 puntos del producto interno bruto (PIB), que en
términos nominales podría estar en torno de los 400 mil millones de pesos, y
una política monetaria y cambiaria que no afecte a los sectores más
vulnerables. La devaluación del peso frente al dólar, una medida inevitable,
implicará un traslado a precios que deberá ser compensado para los sectores de
ingresos fijos, como son asalariados y jubilados. Las decisiones requerirán la
precisión de un cirujano, pues cualquier variable que se modifique tendrá su
impacto sobre el cuerpo social, que en las últimas semanas soportó un fuerte
aumento de precios, en especial de los alimentos.
El pacto económico-social que se
proyecta para contener las primeras medidas será exitoso sólo si los agentes
productivos y del trabajo le otorgan una importante cuota de confianza al plan
económico que se anuncie. La teoría clásica enseña que esos agentes reaccionan
en función de las señales que perciben de la autoridad y de la reacción del
mercado. El complejo dominó que afrontan Macri y su equipo requerirá pericia
profesional y el acompañamiento de la sociedad, que en líneas generales aún no
ha percibido los grandes desafíos que dejó el gobierno saliente.
Cómo generar confianza en las
decisiones económicas y ganar la batalla cultural del discurso público son dos
grandes desafíos que debe afrontar la flamante conducción del país, la cual
inició su gestión con un crédito favorable de la sociedad argentina.
Deberes
de la Macri-economia
Asumido el nuevo gobierno, la
economía volvió a un lugar importante de la agenda pública porque los
indicadores macroeconómicos de la gestión anterior exigen la adopción de
medidas inmediatas. De los principales problemas vale la pena recordar los
siguientes:
El
frente fiscal. Hace
ya varios años que Argentina tiene un déficit fiscal difícil de manejar y cuyo
financiamiento con emisión creció significativamente. Todas las estimaciones de
dicho déficit lo ubican entre 6 y 8 % del PIB. A ello hay que agregar que casi
todas las provincias tienen sus cuentas en rojo y esperan ayuda de la Nación.
Desborde
monetario. La
base monetaria superó este mes los 600 mil millones de pesos; es decir que
creció en los últimos doce meses casi un 40 %, y ello a pesar de que el Banco
Central esterilizó dinero tomando deuda (Lebacs) por más de 280 mil millones
por la que paga una tasa cercana al 30 %.
El
sector externo. Las
restricciones a la compra de dólares, la represión de importaciones y los
acuerdos para reforzar reservas (swap chino) no impidieron que de los 52 mil
millones de dólares de 2011 las reservas hayan caído a la mitad (suponiendo que
los 25.184 millones de dólares que informa el Banco Central al 2/12/2015 no
requieran “ajustes o correcciones”).
A
lo anterior deben
agregarse los desequilibrios económicos y no económicos que se reflejan en una
tasa de inflación récord. Recuperar el tipo de cambio (para mejorar la
competitividad) sin que produzca efectos negativos fuertes sobre los ingresos,
requiere una clara coordinación con las metas fiscales y monetarias. Intentar
devaluar con desborde monetario y fiscal es lo que hizo la gestión kirchnerista
en enero de 2014 y el fracaso fue estrepitoso.
El desafío de la “Macri-economía” no
es otro que el de reducir la inflación y resolver los desequilibrios para
recuperar crecimiento económico. Pero no solamente es necesaria la capacidad
técnica, también es imprescindible acertar en el “timing” de las
medidas y en la construcción de fuertes consensos. Y esa posibilidad está en el
territorio de la política.
El
gran desafío hacia adelante
Una vez superado el esperado
levantamiento del cepo y la unificación cambiaria, el problema más candente
para los próximos meses será la inflación.
En los próximos días, el Indec
debería difundir los datos de inflación de noviembre. El flamante titular del
organismo, Jorge Todesca, ya anticipó que esos números se revisarán, pero es
difícil creer que en tan pocos días se resolverá un problema de años: habrá que
tomar los datos con pinzas. Más allá de esta situación, las mediciones privadas
ya anticipan una aceleración en el ritmo de los precios (2,2 % en noviembre,
según Elypsis, y 2,6 %, para Ecolatina). Es la inflación más alta del año, pero
no llega al nivel de los últimos meses de 2013 y el primer cuatrimestre de 2014
(devaluación mediante).
Las expectativas de una suba del
dólar están por detrás de esta aceleración inflacionaria y una vez concretada
la unificación cambiaria hay que esperar un traslado a precios en algún
porcentaje. ¿En cuánto? Depende. Aquí entran a tallar la política y la capacidad
de negociación del flamante Gobierno nacional. La intención de las autoridades
económicas es convocar a negociar a sindicalistas y a empresarios, con la
marcha de los precios en mente.
Es claro que una devaluación impacta
en los precios. Quizá no tanto en los bienes importables (muchos ya ajustados a
un dólar cercano a 14 pesos) sino en los exportables, sobre todo los alimentos,
que reciben el dólar oficial menos las retenciones. Pero esto no implica,
necesariamente, una escalada inflacionaria. La teoría señala tres orígenes para
la inflación: de costos (como en el caso de una devaluación), de demanda (la
típica cuando se exacerba el consumo por encima de la oferta) e inercial.
Esta última, presente hace varios
años en la Argentina, es la más difícil de frenar. Un aumento del dólar provoca
un salto de una vez en los precios y, para frenar que se transforme en inercia
inflacionaria (sobre todo en una economía con un nivel ya alto), es clave, por
un lado, anclar expectativas, y, por otro, no alimentar los otros dos factores:
costo y demanda.
Es un angosto desfiladero el que se
deberá transitar porque, entre los pendientes, hay temas que inciden en uno y
en otro (competitividad, subsidios, déficit fiscal, inversión). Es el gran
desafío de los próximos meses.
(*) Economista
©
Agensur.info
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