Por Esteban Eseverri
En un cuento que acaso fuera autobiográfico, el autor JG
Ballard, narra los preparativos de un pequeño y destartalado cuerpo que sumido
en sus feroces internas, intenta organizar una inverosímil resistencia a una
fuerza que llega conquistando posiciones a su ubicación geográfica.
Finalmente,
cuando los ocupantes llegan, su número es tan enorme, que ignoran por completo
la rendición casi individual de los pocos que se han quedado (los demás huyen),
y apenas si los miran en su larga marcha.
Del mismo modo, casi con estupor puede contemplarse como
distintas facciones camporistas discuten el alcance de su “resistencia”, en
reuniones de tono jabonero de Vieytes, abrazados a legajos y documentaciones
que destruyen en oficinas públicas, pues la consideran “vital” para que no
caiga en “manos enemigas”.
Han llegado al colmo de pedir además que nadie vacacione en
Córdoba, o bien, directamente convocar a marchas contra Macri, y de algún modo,
para mostrar que copan el acto de asunción del nuevo Presidente.
La actitud es infantil e inexplicable. El que festeja es el
que llega, no el que se va. No hubo adherentes del Dr Alfonsín, cuando traspasó
el mando, ni de Menem, cuando éste lo hizo a De la Rúa. Duhalde hizo un
discreto fade out y cedió el protagonismo a Kirchner.
Tampoco hay festejos del saliente en ningún país civilizado,
un pequeño grupo de colaboradores acompaña al Mandatario que merece su respeto
como figura que ha entrado en la cadena de Presidentes que se suceden unos a
otros.
Lo mismo ocurre con quien se comportó con desdén con sus
propios compañeros de Gobierno, cuando arribó a posiciones de poder, y ahora
planean “resistir”. No hay épica allí, se trata de la Administración Pública,
hay que saludar correctamente a los nuevos funcionarios, ir a trabajar, esas
cosas de la urbanidad y el sentido común ¿qué tan graves pueden ser para los
jóvenes camporistas?
Entre los líderes de esta facción hay algunos que tienen
ahora posiciones ganadas por el voto. Tal vez ellos podrían ayudar a que las
marchas convocadas se sustituyan por una reunión partidaria más íntima en algún
lugar, como Argentinos jr, donde supieron convocar su militancia.
Si consideran que este recambio democrático es una afrenta a
su propio y equivocado concepto de irreversibilidad, es posible que se vean
obligados a una doble tarea: revisar sus postulados erróneos, y luego la
dolorosa sorpresa al ver, que para el momento en que planeen rendirse, pueda
ocurrirles que a quienes llegan y gobiernan, tanto no les interesa.
© LPO
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