El presidente electo
está en una posición única, para revertir
los déficits estructurales de la
Argentina.
Por Ignacio Fidanza |
Es curioso como suceden las cosas. El kirchnerismo que
estaba para refundar la estructura política de la Argentina con un neo chavismo
que proyectaba décadas en el poder, termina barrido por un ingeniero que entró
a la política de grande y en apenas ocho años hizo lo imposible: Construir un
partido nacional, gobernar la Ciudad, ganarle al peronismo y ser electo
presidente, todo al mismo tiempo.
Macri tiene un estilo de sobriedad expresiva muy extraño
para un político, que evita la autocelebración y las declaraciones
altisonantes. Y acaso esa moderación lleva a perder de vista el formidable
éxito político que construyo.
Se trata sin embargo, de un estilo que calzó justo en buena
parte de la sociedad con la cabeza quemada por la verborragia de la Presidenta,
que con sus interminables cadenas parece haber contribuido de manera decisiva a
la derrota de Daniel Scioli.
El jefe de Gobierno llega así a la Presidencia con las manos
muy sueltas y el activo inédito de controlar los tres poderes ejecutivos más
decisivos del país –Nación, Provincia y Ciudad-, un nudo económico y
poblacional que arrastra una compleja historia de enfrentamientos
jurisdiccionales y políticos, que hasta aquí impidieron las soluciones que
requiere una zona que concentra casi la mitad de los argentinos.
Macri promete revertir en esa área, décadas de desinversión
y atraso en infraestructura. La novedad es que puede unificar el mando, los
recursos y la planificación y de hecho ya está trabajando en eso. La obra
pública y los programas de Nación, Ciudad y Provincia se manejarán desde una
única terminal. Una manera de coordinar y a la vez afrontar el grave déficit de
recursos humanos que les provocó la inesperada crisis de crecimiento.
No es casual que Edgardo Cenzón, acaso el funcionario más
influyente de su gestión después de Rodríguez Larreta, no irá al Ministerio de
Planificación como la mayoría descontaba. El actual ministro de Espacio Público
porteño encabezará en la provincia un megaministerio que fusionará
Infraestructura, Servicios Públicos y Transporte. La prioridad es evidente.
La gestión es el terreno donde Macri ampliará su base
política y le dará solidez a su gobierno o perderá ambas. El triunfo fue sólido
pero ajustado. No le sobra nada y no tiene los recursos ni el cinismo para
construir un relato que disimule las fallas de su trabajo.
Pero los menos de tres puntos de distancia, también son una
foto desoladora de todo lo que hicieron mal Cristina y Scioli. Empezando por
Córdoba: El chiste de la pelea con De la Sota le costó a la Presidenta perder
el Gobierno.
El triunfo de Macri en todos los bastiones del peronismo
disidente es también una radiografía del costo que representa en política de
darse todos los gustos.
El líder de Cambiemos llega apretado, pero con un enorme
poder personal. No hay en el PRO ningún dirigente político que pueda plantearle
la mínima disidencia. Eso también es una novedad. Basta recordar las tensas
relaciones de Menem con Duhalde o los Kirchner con Scioli. Para bien o para
mal, esa tensión no existe en el universo gerencial del PRO, donde la
maquinaria que administra Macri fue decisiva en la construcción de los éxitos
de Vidal o Rodríguez Larreta.
Es probable que los radicales se tienten con marcar
disidencias soterradas para ampliar sus espacios de negociación. Así como los
factores de poder real, que luego de muchos zigzagueos, terminaron apoyándolo
cuando vieron que podía ganarle a Scioli. Sobre el final.
A ambos ya les envió el primer mensaje al anunciar que
Marcos Peña será su jefe de Gabinete y rechazar las presiones de Techint para
que ubique en esa posición, al titular del radicalismo, Ernesto Sanz. “No puedo
ser empleado”, se encargó de repetir Macri ante cada interlocutor del denominado
círculo rojo que lo visitó en los últimos meses. Los destinatarios son obvios.
Macri es el primer presidente ingeniero desde Agustín P.
Justo. Dice que se va a concentrar en lo concreto. Estabilizar la
macroeconomía, lograr que el país vuelva a crecer, mejorar la seguridad
pública, hacer las obras estructurales demoradas hace décadas. Una agenda
ambiciosa pero impostergable, que marcará el destino de una experiencia
política que escondida entre los globos, una noche se quedó con todo.
0 comments :
Publicar un comentario