Por Fernando González |
El día en que la Presidenta se aleje del drama de su cargo y
de las batallas parciales de la confrontación cotidiana, podrá mirar hacia
atrás y comprobar porqué perdió la simpatía de las mayorías sociales. Ese
análisis retrospectivo le va a doler. Y le va a doler porque cada vez queda más
claro que el discurso estatista y propagandista de su gobierno fracasó porque
los ciudadanos sienten que el Estado hoy ya no los protege.
Los cientos de
desamparados corriendo para tomar un terreno en los asentamientos del partido
bonaerense de Merlo representan, mejor que cualquier otra imagen, la explosión
del Estado ausente. Un Estado que no les permite acceder a una vivienda básica.
Un Estado que demasiadas veces no les da agua, ni electricidad, ni gas ni
cloacas. Y la paradoja de ese fenómeno es que se haya dado en el corazón de la
provincia de Buenos Aires. El territorio que hace ocho años gobierna Daniel
Scioli, el candidato a presidente de este kirchnerismo barranca abajo.
Está claro que el Estado no comenzó su decadencia en esta
última semana. El quiebre entre ese Estado que llenaba (y aún llena) la boca
marketinera del kirchnerismo y este Estado ausente dio su primer gran aviso el
22 de febrero de 2012. Esa mañana, un tren del Ferrocarril Sarmiento chocó en
la estación Once y asesinó a 52 argentinos, además de herir gravemente a otro
millar en sus vagones. Allí quedó expuesto que el discurso de un país que
recuperaba a sus trenes con el que Néstor Kirchner había entusiasmado a la
sociedad en mayo de 2003 había quedado en el olvido hacía mucho tiempo. Aunque
las víctimas y los familiares de aquella tragedia siguen esperando señales que
no llegan del Gobierno y de la Justicia, el episodio no fue gratuito. En las
elecciones del año siguiente, el kirchnerismo perdió en todos los distritos
recorridos por el tren que une la ciudad de Buenos Aires con el oeste áspero
del conurbano bonaerense. De San Justo a Moreno, en ese trayecto nunca había
perdido.
El aviso siguiente de un Estado que se desmoronaba llegó un
año después. En 2013, las inundaciones mataron a seis ciudadanos porteños y a
una cantidad nunca precisada de bonaerenses que va de los 60 reconocidos en un
principio a los 89 que luego admitió parcialmente la Justicia. Cristina
Kirchner y Scioli sufrieron las mayores consecuencias políticas y fueron
insultados a los gritos en dos recorridas de riesgo por las afueras de la
ciudad de La Plata. Algo inimaginable tras una década de kirchnerismo. Las
elecciones legislativas de ese año alumbraron victorias de Mauricio Macri en
Capital y de Sergio Massa en la provincia, los dos candidatos presidenciales
que acaban de cosechar el 55% de los votos en las elecciones estruendosas del
pasado 25 de octubre.
Es curioso este tramo definitorio del camino hacia el
ballottage que disputan Scioli y Macri. El candidato del oficialismo ha
decidido reivindicar el discurso de marketing estatista del kirchnerismo, que
buena parte de la sociedad ahora rechaza. La dicotomía Argentina o antipatria;
Estatismo o mercados; empresas públicas estatales o privatizadas; subsidios
indiscriminados o tarifas explosivas; consumo con alta inflación o parate
recesivo; cepo al dólar o megadevaluación. Todo parece quedar enterrado por un
reclamo social de mejor Estado en serio. Sin versos. Mejores hospitales,
mejores escuelas, mejores trenes y buses, más seguridad, más y mejores
policías, más y mejores jueces, calefacción en invierno, refrigeración en
verano, agua potable, cloacas. Cuestiones tan simples que sólo la ceguera del
discurso ideologizado impidió que muchos funcionarios del Gobierno lo
advirtieran a tiempo.
Por eso es que la bandera de Aerolíneas Argentinas estatal;
de la recuperación épica de YPF o la proclama del fútbol televisado gratuito ya
no convencen como consignas intocables porque van acompañadas de pérdidas
millonarias (y perfectamente evitables) que agigantaron el déficit fiscal al 7%
del PBI con el que terminará este año contra el superávit del 3% que reinaba en
el hoy lejano 2007.
Las encuestas cualitativas lo gritan a los cuatro vientos y
ya hay muchos dirigentes kirchneristas que lo reconocen y se lamentan por
anticipado. Los reclamos pendientes de grandes sectores de la ciudadanía, aún
en las capas más desfavorecidas, están centrados en los servicios básicos del
Estado. Cambiar en definitiva la explosión del Estado ausente por un Estado
menos propagandístico y más concreto en una Argentina que va camino a sincerar
los mitos de esta década desperdiciada.
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