ARGUMENTOS DE FERIA CON VOCACIÓN DE PODER
Por Martín Risso Patrón |
[«HOY: Anchi » - Menú de Doña Clota.]
Aguanten los sofistas
En la Grecia clásica, los que enseñaban a saber, eran asimilados
a la mismísima Sabiduría. Al parecer, fueron muy respetados, y su nombre era ya
de por sí una areté [virtud] que hizo de ellos una especie de
aristocracia.
Claro que su vigencia y reinado se apoyaron exclusivamente en los
argumentos que seriamente proponían a los paseantes urbanos en los mercados y
plazas, y esto fue precisamente el tobogán de su caída al punto que hoy, decir
de alguien que es un sofista, es absolutamente equivalente a
apostillarlo de charlatán. Como el título del libro de mi amigo N. Molinati.
“Charlatán de Feria”. Argumentos falsos, las más de las veces, a
sabiendas de estos personajes que vivían bien a costa de sus habilidades. Entre
sus objetivos pedagógicos estaba el de formar al viandante en la Virtud,
mejorando su calidad humana. Platón los criticó por su elocuencia, que era pura
forma verbal de decir sin contenido, lo que les hacía tender trampas
dialécticas. Sabido es que nada de nada de la realidad [sea esta ideal o
concreta], puede ser enseñado como principio irrebatible, en la medida que
nadie puede partir de la parte al todo, desde un saber sectorial para el caso,
y mediante el discurso retórico, pueda arrogarse tal magisterio. La primera
condición de esa areté era el dominio de las palabras para ser capaz de
persuadir a los otros. Protágoras señalaba que el propósito de los sofistas
era: «...poder convertir en sólidos y fuertes los argumentos más débiles»,
dice. Tajante y exquisito, Gorgias abona esto afirmando que con las palabras se
puede envenenar y embelesar.
Para los sofistas, también
dichos “charlatanes de feria” la tarea era, pues, la de adquirir el dominio
de razonamientos engañosos para enseñar... nada. Una especie de principio
racionalista posterior, señalará de manera contundente: El arte de la
persuasión no está al servicio de la Verdad sino de los intereses del que habla.
Platón la había categorizado como un hecho aberrante, un secuestro liso y
llano: «captura» de almas, llamó a la práctica sofista.
Y por casa: ¿cómo andamos?
Così, così, ma non più. Porque resulta que en esto de la política argentina y su eternizada
campaña politiquera, que no política, salieron a la palestra los que hacen
gala de la gola bien [o mal] enseñada, como podría chamuyar el
mismísimo Julián Centeya, troesma, ídolo.
Las camaritas y micrófonos atorran las calles en busca de «famosos» para
que nos enseñen esto de hacer campaña politiquera, titulando al pie de la
pantalla opinan los famosos.
Pa’l caso, el actor y boga Gerardo Romano [69], que muy suelto de
cuerpo el hombre, dijo más o menos esto: Los que votan a Macri o son boludos
o son hijos de puta... es más o menos como si los judíos lo votaran a Hitler...
Da asco, mire vea, intentar siquiera comprobar la validez retórica de estos
deleznables dichos.
Otro: El filósofo José Pablo Feinmann [72], escritor sobre los
derechos de las mujeres, primera espada en la intelectualidad del régimen,
lúcido ex peronista que en 2014 fuera distinguido como Personalidad Destacada de la
Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, ese mismo que tiene la cara de sota, dijo
en un programa de la radio del Plata, entre las carcajadas de los panelistas
periodísticos, que María Eugenia Vidal "...puede gobernar
brillantemente la provincia de Buenos Aires o puede ser víctima de ese
trabajo y terminar en una trata de blancas por ser una chica tan rica y
linda". Y para oscurecer, que aclara, remató en su descargo en un
pequeño apartado de su columna de opinión publicada en el matutino Página 12:
"Otra vez me veo envuelto en una polémica absurda sobre una broma que
no tiene sentido fuera del contexto en que fue dicha, pero no necesito
extenderme ahora en este tema: ya reflexioné sobre el poder de los medios de
comunicación, ubicados en el centro de nuestro tiempo globalizado que
idiotiza las conciencias, en mi reciente libro -Filosofía política del
poder mediático". A confesión de parte...
Finalmente, lo de la Ancianita escatológica que ensucia su blanco
pañuelo con sus excrementicias arremetidas mediáticas, charlatana de feria,
pero además inmunda. Llamó hijo de puta, al mismísimo presidente de la
Corte Suprema de Justicia de la República.
Y aquí el broche de oro de esta Feria
Estuvieron los dos lado a lado, y nosotros los de a pie de frente a
ellos. Con una botonera los ponían en marcha y también los inmovilizaban; muñecos
de feria. En el ínterin cada uno habló; ninguno dijo lo suyo. Nunca
hubo una respuesta. Cassette contra cassette. Ambos inventores del
futuro, semidioses de la solución a todos, todos, todos los problemas. Minga de
propuestas; negadores el uno del otro, y entre ambos, estratégicamente en
sólida alianza contra la masa ratinguera, negadores de la inteligencia del Pueblo,
por las dudas, ¿vio?
Dos muñecos de pelotero ninguneadores del populacho. Abusadores del
populacho, para mejor decir. Dos versiones de la misma cosa.
La retórica, para el caso, fue muy fácil. Eludir el debate pero hacer
pata ancha con el cassette. Uno: “Vas a devaluar y subir las tarifas...”;
el otro: “Ustedes devaluaron...” Minga de cruciales cuestiones como la
de Nisman, las retenciones a la producción agropecuaria, los atroces impuestos
al salario [que el régimen toma como ganancia]; nada de la corrupción aquí y
ahora y dentro de un mes.
Alianza estratégica contra la República.
Sólo el Poder como oscuro objeto de deseo. Nada más.
Lo demás, anécdota, pura anécdota, puro sofisma. Porque el show
continuó, previsiblemente, con entrevistas posteriores en directo, con un panel
analítico sin criterios para analizar. Con la ausencia también del calor
popular.
“Debate”, dijeron. Si eso fue un debate, entonces la soberana
expresión electoral del Pueblo es un cuento chino.
Finalmente, Urtubey, feliz, pedalea en el aire...
Scioli dejó pedaleando en el aire a su cadete de delivery Vip enviado al
riñón de la guita para pre negociar con los acreedores en EE.UU. Así lo dejó en
claro frente a un periodista clarinista que le señaló la cuestión. Después,
como remate, Urtubey, en los prolegómenos de su propia campaña por el Poder
peronista, está probando distintos modelos de piloto automático para que la
provincia se administre como el buen dios quiera. Isa de por medio. El 19 es
mi año, dijo. Y salió rasguñado de un previsible almuerzo femenil entre
ancianas, vedettes y opinólogas metiches.
El anchi de Doña Clota, en su punto exacto.
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