El nuevo momento empieza
con Dilma, Juan Carlos y EE.UU.
Por Ana Gerschenson |
Volver al mundo. Así se describe, en el macrismo, el momento
diplomático que viene para la Argentina.
Por eso es que por estas horas se
aceleraron las gestiones con las embajadas extranjeras para que la asunción
presidencial de Mauricio Macri, el próximo 10 de diciembre, refleje la nueva
etapa internacional.
El vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden; la
brasileña Dilma Rousseff; la chilena Michelle Bachellet, el Rey emérito Juan
Carlos de España; y una presencia que marcará el giro también de la estrategia
regional, como es el líder de la oposición venezolana Hernán Capriles.
Por lo pronto, el gobierno de Estados Unidos ha decidido
hacer un gesto notorio con el nuevo gobierno, después de años de cortocircuitos
con la administración kirchnerista. Prueba de las malas relaciones bilaterales
ha sido que la Presidente Cristina Kirchner termina sus ocho años de mandato y
nunca fue invitada a una visita oficial a la Casa Blanca, como sus pares de la
región.
La idea de Washington es marcar la diferencia y enviar a
Buenos Aires a un funcionario de alto nivel. En un principio se intentó cerrar
la visita del secretario de Estado, John Kerry, pero hasta hoy fue imposible
acomodar su agenda debido a la situación compleja en Medio Oriente. En las
últimas horas surgió el nombre del vicepresidente Biden para encabezar la
delegación, pero por cuestiones de seguridad tampoco fue confirmado su arribo.
La decisión es que sea de un alto funcionario del gobierno de Barack Obama,
como señal de voluntad de acercamiento con el nuevo gobierno de la Argentina.
La invitación a Capriles marca uno de las primeras
diferencias que Mauricio Macri quiere instrumentar en la región a partir del 10
de diciembre, y es el desacoplamiento de la alianza entre la Argentina y
Venezuela. El Presidente electo ha dicho que pedirá al Mercosur “la aplicación
de la cláusula democrática” para que Venezuela siga siendo parte integrante del
bloque.
La declaración ya ha generado polémica. El brasileño
Florisvaldo Fier, alto representante del Mercosur, ya adelantó hace unos días
que "la cláusula democrática es aplicada cuando hay un golpe de Estado
contra un Gobierno constitucional".
Sin embargo, la diplomacia macrista recuerda la letra del
Protocolo de Ushuaia sobre Compromiso Democrático en el Mercosur, suscrito en
1998, que marca "la plena vigencia de las instituciones democráticas"
como "condición esencial para el desarrollo del proceso de
integración". Y el gobierno de Maduro ha encarcerlado a opositores y
jueces en un proceso que para los países latinoamericanos es cada vez más difícil de defender.
Justamente, Dilma Rousseff, ya ha confirmado que estará en
Buenos Aires para la asunción de Macri. La mandataria brasileña se había
arriesgado a un triunfo de Scioli, a quien recibió en plena campaña en un gesto
de apoyo a su candidatura. “En realidad no fue tan así, es que el gobernador
bonaerense pidió insistentemente esa entrevista”, explicaron a El Cronista
fuentes diplomáticas de Itamaraty.
Macri también quiere que las relaciones con Chile se
estrechen. Ha mantenido contactos fluídos con la presidente Michelle Bachellet,
quien nunca terminó de sintonizar ni personal ni diplomáticamente con Cristina
Kirchner. La mandataria chilena, como así también el uruguayo Tabaré Vazquez,
quien recibió a Scioli hace menos de un mes, también están en la mira para
“comenzar una nueva etapa”, y ya han confirmado sus presencias en la asunción
del nuevo jefe de Estado argentino.
La “buena onda”, con la que Macri hizo campaña exitosamente
fronteras adentro del país, a partir del 10 de diciembre se exporta. “La idea
es reconciliarnos con el mundo”, explican los asesores del nuevo Presidente. Y
su intención es que la nueva etapa comience ya con las presencias extranjeras
que acudan a su acto de asunción en apenas dos semanas.
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