Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)
Estoy viviendo los días más divertidos de los últimos años.
Sé que no hay que bajar la guardia, pero amo todo lo que estoy viendo estas
semanas. Honestamente, más que campaña sucia, lo que veo es un montón de locos
lindos panfleteando las calles para que gane un participante de Bailando por un
Sueño.
Es cierto que están tan sacados que hasta se acomodan en cargos por la
fuerza después de que les hicieran un pibe en las elecciones, pero convengamos
que no es fácil para ellos. Es duro ser kirchnerista hoy en día, pero también
creo que algunos deberían guardarse para no pasarla tan mal, ya que los estamos
viendo como quien mira un video de bloopers.
Sé que usted me había pedido que me aislara un poco de la
realidad para acomodar un poco la estantería del marulo. Créame que lo intenté,
pero me fue imposible. Camino al laburo pasé por la facultad de económicas,
donde un pibe lagrimeaba y me pedía por
favor que le acepte un panfleto que decía “Macri o tus derechos”. Le pregunté
si elegir entre uno u otro candidato no es un derecho en sí, y me pidió que lo
deje en paz mientras se iba corriendo y gritando incoherencias. En el subte me
encontré con un ex compañero de laburo que portaba una cara de ojete que
ameritaba usar calzones. Preocupado, me tira que “si gana Macri pierdo los
subsidios al gas y a la luz”. Le respondí que al vivir en Recoleta, ya le
habían sacado los subsidios un par de años atrás. Siempre tan amable, me mandó
saludos para mi madre. Dos estaciones después escucho que un desesperado intelectual
compró la táctica de guerrilla comunicacional esquizoide y se pone a inventar
una conversación telefónica. El pibe le contaba a su teléfono sin señal ni
crédito que un hospital de la Ciudad está sin insumos, sin personal y sin
infraestructura. O sea, como cualquier hospital del conurbano. Era divertido
verlo inventar una conversación en un transporte en el que el que ya no está
sordo lleva los auriculares al mango. Al llegar a Catedral, me fui a tomar un
café con dos amigos. Mientras rechazábamos amáblemente a la legión de
vendedores de medias, repartíamos monedas entre los pibes que pasaban
mangueando algo para comer, y nos sentíamos levemente amedrentados por la
mirada incisiva de un jubilado, uno de mis gomías se quebró. “No puedo creer
que vayamos a perder este proyecto de inclusión porque sí”. Aproveché que el
jubilado le mangueó el sobrecito de azúcar que no usó para decirle a mi amigo
que no todo está de maravillas, precisamente, pero que no tenía por qué tener
miedo. Mientras veía al pobre viejo tragarse el sobre con papel y todo, mi
amigo me preguntó por qué estaba tan tranquilo. Parece que la respuesta “porque
no puedo estar peor”, no le gustó, y me retrucó “ya vas a ver cuando te quedes
sin paritarias”. Le juro que pensé en decirle que están establecidas por ley,
pero preferí remarcarle que en las últimas dos, el sindicato arregló por el
27%, con una inflación del 40 anual, con
lo cual perdí un tercio de mi poder adquisitivo en dos años. Le pregunté si eso
no era un ajustazo. Me mandó a la mierda. Luego de pagar e irnos mientras el
jubilado intentaba masticar una de las tazas que quedaron en la mesa, me llega
un mensaje de un conocido con la foto de un mensaje pegado en el hall de su
edificio. En el mismo podía leerse que una chica remarcaba sus traumas no
resueltos de la infancia y pedía a sus vecinos que voten a Scioli para que ella
pueda seguir viviendo en su hermoso departamento alquilado. Le respondieron en
joda que se ponga al día con las expensas. Salió en los medios. Por si fuera poco,
antes de llegar al laburo me entero que el mamerto de Brancatelli encarga una
encuesta en Twitter contra Macri y lo dejan con el tujes mirando al norte. ¿Me
entiende, licenciada? Creo que nos equivocamos al pensar que lo mejor era
aislarme, porque esta realidad me hace torcerme de la risa.
Sí, ya le digo qué creo de los planteos. Es futurología
teledirigida sin GPS. Entiendo que para imaginar el futuro haya que revisar el
pasado. El tema es que ahí también pierden. En primera vuelta, el común del
votante tenía para elegir diferentes opciones. A una de ellas, el kirchnerismo
la señaló como la encarnación de todos los males del universo y, si las leyes
del espacio tiempo lo permitieran, ya lo habrían acusado de crucificar a Jesús.
Pero también es cierto que nadie los obligó a poner de candidato a un tipo que
no puede denunciar una trampa de poker sin que se le caigan cinco ases de abajo
de una manga. ¿Me explico?
¿Los vio el otro día a todos estos que están deprimidos ante
la triste hipótesis de tener que volver a vivir de la venta de entradas? Se
juntaron en Parque Centenario a hacer pelotudeces, como ésa de llevar trapitos
con motivos para no votar a Cambiemos y hacer una carpa con todos los lemas
cocidos. Podrían haber aprovechado la ocasión para unificar el discurso anti
macrista: o es el menemismo, o es la Alianza. Sé que es mucho pedir, dado que
no lo hicieron ni los dirigentes, pero podrían probar. Una vez que lo tengan
definido, pueden elegir a quién van a mandar a que sea puteado en los medios.
Convengamos que esto de tener a Daniel Filmus de paseo por la televisión para
afirmar que “Votar a Macri es volver a los noventa”, cuando el perdedor serial
fue secretario de Educación de Carlos Grosso y jefe de asesores de Susana
Decibe en el ministerio de Educación menemista, es como muy fuerte.
No, del pobre Scioli no le puedo decir demasiado. Siento que
yo también le hago bullying con sólo traer su nombre a terapia. El otro día la
Presi reapareció de su exilio en Wonderland para decir “Yo no perdí” y
recordarles a todos que ella sacó el 55% de los votos. Sí, parece que la
inflación llegó hasta las estadísticas electorales, como sus tarifas por
sesión, jajaja… ja… ¿No le parece gracioso? Ok, perdón. El tema es que no
dedicó ni un microsegundo para tirarle una indirecta al candidato que compite
contra Macri. Y contra Máximo, contra La Cámpora, contra Aníbal Fernández, los
progres aburridos de Carta Abierta, y los dichos de los ministros de Cris. Sólo
contra el mundo, el todavía gobernador bonaerense sacó a relucir su nivel de
oratoria digno de un campeón de motonáutica al decir que “Macri es la Alianza”
cada vez que se le cruzaba algo similar a un micrófono. Grave drama el de
Scioli, que no recuerda que él mismo fue reelecto diputado por Acción por la
República en 2001. ¿Se acuerda? O sea, que cuando estaba de campaña para ser
Vicepresidente de Néstor Kirchner, Scioli era secretario de Deportes de la
Nación y diputado de Cavallo con licencia. El mismo Cavallo que fue emblema de
los noventas y ministro de Economía de la Alianza, donde tuvo el gusto de
quedar en una nómina por la cual pasaron Diana Conti, María José Lubertino,
Eugenio Zaffaroni, Juan Manuel Abal Medina, Débora Giorgi y, perdido por ahí,
Miguel Bein. Sí, el actual asesor económico de Scioli. Y el tipo que fue
candidato de Cavallo terminó diciendo que, si gana Macri, los científicos
tendrán que ir a lavar los platos. Se hace campaña en contra solo. Por si fuera
poco, el hombre tiene que aguantarse que los demás hagan un proselitismo que
gira en torno a no votar a Macri, y no en votarlo a él. Les da como
vergüencita. Es la campaña del voto no positivo.
El problema del susto retroactivo es que la mitad del
electorado no vivió los noventas –mucho menos los setentas– y al resto le chupa
un huevo. También se suma el drama de que, si quisieran encontrar algún
Gobierno no querido con el cual vincular a la oposición y que no los deje
pegados a ellos, terminarían eligiendo a Ortiz o a Castillo, pero no habían
nacido por aquel entonces.
Cuanto más creativa es una campaña de miedo, más infantil
queda a los ojos de los demás. Un boludo hizo circular un texto en el cual
explicaba que las vacunas gratuitas empezarían a pagarse si ganaba Macri. El
castrado emocional no se enteró que siempre hubo vacunaciones gratuitas vía
resoluciones ministeriales y que la primera ley de vacunación data de un
gobierno militar. Otro eunuco ideológico planteó que si gana Macri se quedará
sin laburo en el Conicet y un compañero en el fino arte de dar lástima, afirmó
que si gana Macri, no podrá seguir construyendo casas con el Plan Procrear.
Se armó tal descontrol que al ministro de Salud le pareció
que no estaba bueno eso de que usaran un hashtag de creación propia
(#SiGanaMacri) para que los bardeen, y decidió doblar la apuesta. Así fue que
terminó tuiteando que, si no gana Scioli, los doce centros de tratamientos
oncológicos que inauguraron podrían cerrar. Sí, redifinió el concepto de
hijaputez. Podía fallar. Falló. Y de pronto estaban (estábamos) todos puteando
al tipo al que no le conocíamos la cara. Convengamos que, después de millones
de años de evolución en los que entendimos que nuestro destino de finitud es
inevitable, no prende eso de amenazar con que todos nos vamos a cagar muriendo,
si ya lo sabemos.
Luego de que la Organización Mundial de la Salud anunciara
que la carne vacuna también provoca cáncer, ya asumimos cualquier cosa con tal
que no le toque a un ser querido. En ese sentido, debemos reconocer la loable
labor del miniministro de Economía, Axel Kicillof, al quitarnos el acceso al
consumo de carnes en abundancia. No lo hizo de torpe, era para cuidarnos la
salud.
Un colega de Radio Nacional me contó que llevaron pilas de
panfletos para que los empleados repartan entre sus conocidos en los que
explican que, si gana Macri, aumentarán las cuotas de los planes para comprar
automotores. Como si no se hubiran multiplicado en un par de años. Desde el
Correo Argentino me informaron que los chicos de La Cámpora les piden a los
empleados que piensen bien el voto, que si gana Macri se quedan sin laburo. De
paso, los hacen repartir bolsones con juguetes, guardapolvos, útiles escolares,
paquetes de yerba, fideos, electrodomésticos y boletas del Frente para la
Victoria, además de usar camiones para repartir sillas de ruedas y camas
ortopédicas en los locales partidarios. No, en los hospitales hechos mierda no:
en los locales partidarios.
¿Que qué opino yo de los argumentos para votar no
positivamente a Macri? Que podría usar la misma teoría en contra, y ampliarla.
Le explico: mis primeros recuerdos de la política me retrotraen a la
hiperinflación, los levantamientos carapintadas y la toma de La Tablada. Me
banqué vivir en un país con dos atentados internacionales, en el que la
seguridad te hace sentir que si matan al hijo del presidente, a vos te cuida
cadorna, y en el que robar unos millones no es tan grave si al país le va bien.
Pasé los primeros quince años de mi vida adulta entre crisis económicas,
políticas y sociales. Cinco presidentes, devaluaciones asimétricas; renuncias
de vicepresidentes, puteadas a vicepresidentes; procesamientos a
vicepresidentes. Tuve que tolerar manifestantes muertos por la represión en
2001, manifestantes muertos por la represión en 2010; fiscales muertos por la
investigación en 2015; desaparecidos en democracia, patotas rompemarchas, y
políticos que puteaban a todos los que pedían que paren un cachito, que no se
roben todo. También tuve que tolerar los pedidos a Bush para que nos banque en
el arte de cagar a los tenedores de bonos internacionales, y los pedidos
internacionales para que nos banquen en el fino arte de cagar a la justicia que
nosotros elegimos. Viví ministros con bolsas de dinero en el baño, ministros
con chacras, ministros con imprentas, ministros con domicilios en un médano,
tipos que llegan con una mano atrás y otra adelante, pero que un par de años
después son dueños hasta de un yate y un avión privado y que, por si fuera
poco, no van en cana habiendo sido condenados. Presencié presidentes que compran
millones de dólares horas antes de devaluar, presidentes que no pueden
justificar ni un sólo centavo del patrimonio que hicieron, presidentes
multimillonarios que acusan de ambiciosos a los que pretenden hacerse el mango
honestamente. Me banqué sobrevivir a tres tiroteos y que me caguen a trompadas
por un celular. Soporté la segunda inflación más alta del mundo, los más de
quinientos shows televisados de Cristina, de los cuales 45 fueron sólo en 45
semanas y por cadena nacional y que, ante cada reclamo, me pidieran que arme un
partido y gane las elecciones, como si alguno del famoso 54% votó para que
murieran cincuenta y una personas en el choque absolutamente previsible de un
tren abandonado por el Estado, o para que, al ocultar los números, escondieran
a los pobres y a los muertos por las inundaciones.
Sé que llegaron al poder con quilombo y que, probablemente,
se vayan del mismo modo. Pero con todo lo que viví en estos años, ¿a qué le voy
a tener miedo? Si quieren que la pase mal, que sufra por el futuro, que me
amenacen con que si gana Macri me obligarán a volver a convivir con mi ex. El
resto lo negocio.
Lo que realmente buscan es contagiar el miedo que ya tienen.
Al kirchnerista de hoy en día se lo puede clasificar en tres grupos: el de los
que tienen miedo de ir en cana, el de los que tienen miedo de tener que
competir por un puesto de trabajo y el de los que padecen el peor de los
miedos, que no es otro que el de ya no ser. Apuntan a ese mito que repetimos
como loros de que “se le tiene miedo a lo desconocido”, cuando ese mito es
falso. A lo desconocido no hay forma de tenerle miedo, si no lo conocemos. La
incógnita de lo que viene puede generar el miedo de perder lo que conocíamos y,
en este caso, lo que conocemos nos da más miedo conservarlo que perderlo. Es
así. ¿Cómo no se les va a volver en contra si ya parecen la matufia que te
cobra para cuidarte del daño que podrían producir ellos mismos?
De todas formas, creo que los kirchneristas no deberían
sentirse tan mal. Si todo termina catastróficamente en la segunda vuelta,
habrán terminado sus días políticos del mismo modo que los vivieron: metiendo
miedo.
No sé si tiene algo para decirme… Ah, que lo dejemos acá…
Ok, sólo quería saber si… ¿Cómo que 400 pesos? Pero si están diciendo que la
inflación se viene cuando gane Mac… Sí, que no me haga el chistoso, lo sé, pero
dígame si no es para… Sí, la semana que viene a la misma hora. ¿Me baja a
abrir? No…no lo ví al portero, pero me parece que… Ta bien, espero que salga
alguien.
Giovedi. Sentiré miedo el día que me conforme con lo que me
dieron y no con lo que deseo.
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