El cristinismo fuerza
resguardarse de futuros reclamos
legales. Plan opositor para desmantelarlo.
Por Roberto García |
Si la política no
tuviera misterio, quizas Daniel Scioli dispondría
de otro rostro. Más dichoso, claro. Sacó ventaja
en la primera vuelta y, para la segunda del próximo 22, ya no
lo azotan dos fantasmas que le retrajeron votos fundamentales en la provincia
de Buenos Aires: uno propio y perdidoso, Aníbal Fernández, quien lo acercó al
cadalso político con un desprestigio bien ganado y, por razones inversas, una
ganadora sorprendente, María Eugenia Vidal, que arrastró multitudes desde el
bando contrario.
Ya no juega ninguno en su contra. Podría
sonreír con estos datos benévolos en el pizarrón. Pero Scioli aparece mustio,
por momentos ajeno y distraído, como si esa combinación matemática favorable no
se fuera a reflejar en el resultado final, que sea una entelequia. Tiene su
explicación: nunca un candidato presidencial se ha sometido –por su entera
voluntad, claro– a un remolino tan devastador y egoísta provocado desde la
cúpula gobernante por la madre y el hijo, multiplicado además por rencores e
intereses de la agrupación que los acompaña.Demasiado revoltijo para no
hundirse en el mar frente a un rival sin conflictos,Mauricio Macri, quien
navega haciendo la plancha, en la posición que más disfruta en la vida.
“Algunos de los nuestros parece que no
quieren que gane Daniel”, dijo aproximadamente José Pampuro, un ex
ministro de los Kirchner de bajo relieve, hoy alojado en la nómina de Scioli.
Pudo referirse a la furia incontenida de los sectores más radicales del
cristinismo, a sucesivas y críticas expresiones personales (Florencio Randazzo,
Hebe de Bonafini, el mismo Fernández, siguen los nombres) o desconfianzas
varias en el peronismo; pero nadie ignora que su declaración apunta a
la Presidenta, tal vez porque la ha tratado y visitado más que nadie, ya
que junto a su esposa era un invitado obligado a las cenas de fin de semana en
la residencia de Olivos, compartía con el matrimonio santacruceño de los
Icazuriaga el raro privilegio de ser únicos oyentes aprobatorios de las
monsergas de Néstor y su esposa durante más de un lustro. Eran el esparcimiento
de la pareja oficial. Disfrutaban los visitantes, si así puede decirse, de las
cadenas que más tarde Ella hizo extensivas a toda la sociedad. Las palabras y
sospechas actuales de aquel contertulio difícilmente sean controvertidas desde
el Gobierno; no atinarán a responderle. Al revés de lo que sucede con otros
disconformes, Pampuro posee sus propios secretos de aquella relación, ya que
fue el enlace inicial entre los Duhalde y los Kirchner, cuando la pareja de
Eduardo y Chiche promovían desde el poder la llegada de los patagónicos. Un
apoyo que obviamente no sólo fue simbólico.
Plan canje. Expresa a Scioli, alguien con más táctica que
estrategia, sumido hoy en la anécdota del quejoso príncipe árabe que no supo
conservar ocho siglos de dominación en España. Aunque no se haya definido
todavía el compromiso electoral, el candidato observa cómo se prueban sus
ropas, según reza el tango y, sobre todo, la instalación de un plan
canje en la Justicia para evitar
contingencias desagradables en el futuro para Ella y su
familia.
Esa es la prioridad, la
cobertura judicial más el acomodo de los fieles en la administración pública.
Nunca, desde el derrumbe bonaerense, en la Casa Rosada pensaron en su
postulación, aunque uno de los inquilinos –el alelado Carlos Zannini– vaya en
el segundo término de la fórmula.
Quizás otros advirtieron
el propósito de fuga y la precaución judicial de la mandataria, al parecer
radicales como Ernesto Sanz, ya designado ministro de Justicia si llegara a
vencer Macri (su mejor destino, ya que si perdiera, entre Alfonsín y Lila de
Stubrin se comerán sus restos). Debe ser, dentro del team opositor de Macri, el
área más desarrollada a aplicar, comparable a la actividad del eventual equipo
económico. Cuenta, aparte, con asistencias voluntarias de personal desplazado,
indignado o contribuyente del propio Poder Judicial, esa zona que el
cristinismo nunca terminó de arrasar y que ahora se levanta en su contra. Por
si no bastara esa rebelión de los fueros, la misma Corte Suprema parece
erguirse y desafía a la naturaleza a través de Ricardo Lorenzetti: tantos
años de blandura no imaginaban la dureza presente (última prueba del
fenómeno: declarar
inconstitucional tardíamente la absurda ley de subrogancia de los jueces para
proteger a funcionarios kirchneristas). Si hasta Elisa Carrió se abstiene de
cuestionar su ejercicio, se concentra en alimentar al posible ministro.
Además de esta presión,
las propuestas de reformas y cambios, a Sanz lo aceleran ciertos
acontecimientos, como la flamante y discutible consagración de dos nuevos
miembros en la Auditoría de la Nación, camporistas (Forlón y
Alvarez) que reemplazan a peronistas (Brusca y Lamberto) para disponer
de la mayoría del cuerpo si pierde Scioli: como Cristina ya dispone de una
cercana en el instituto, el cuarto y titular del cuerpo investigador vendrá por
añadidura: como se sabe, le corresponde esa designación a la minoría
parlamentaria.
Entonces, Cristina en la
gloria presunta se supone resguardada a futuro de las pesquisas del pasado
reciente. Si esto sorprendió a
Sanz, que debe imaginar un propósito de apoderamiento administrativo semejante
al ya ejercido en el Indec, la IGJ o la Procuración, ahora lo suma a la lista
de quehaceres que ya conversó con Macri, entre los que figuran la voluntad para
remover a Alejandra Gils Carbó, modificar funciones y atribuciones del Consejo
de la Magistratura y apresurar la jubilación de algunos magistrados.
Como si pasar a retiro
efectivo a jueces y fiscales fuera suficiente para emprolijar un poder que
funcionó a pedido de Cristina y que aspira a servir del mismo modo a su
sucesor.
© Perfil
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