Por Tomás Abraham (*) |
De acuerdo a las encuestas, es posible que en las próximas
elecciones Daniel Scioli sea nuestro próximo presidente. Si esta eventualidad
llegara a suceder, la expectativa naciente hará que todos los rechazos,
sospechas, temores y aversiones que su figura produce tanto en sectores
kirchneristas como en los de la oposición quizás se ventilen un poco, los
prejuicios se despejen otro tanto, y las prevenciones pasen así a un cuarto
intermedio.
Haré un ejercicio de imaginación sobre el rumbo que puede
darle a la política al menos en sus inicios, ya que, más tarde, las exigencias
que impondrá el contexto futuro son imprevisibles.
Relato. Scioli no modificará el relato. Pronunciará la
palabra “bolivariano” cuantas veces sea necesario, se sacará fotos con Evo,
acusará al orden financiero internacional de lo que padecen muchos países y
pueblos, invocará a Jauretche y Scalabrini, se definirá como un peronista del
tercer milenio, y complacerá de este modo a sectores culturales que conservarán
además de su vocabulario, algunos cargos, y nuevas sumas de dinero para
subsidios.
Modificará la relación que desde el año 2008 tuvo el
kirchnerismo con los grandes medios. Tendrá un trato amable con Clarín y La
Nación, no interferirá con sus negocios, no los perseguirá reabriendo juicios o
presionándolos por deudas con el fisco, y bajará el tono de la confrontación.
Como moneda de cambio la prensa “hegemónica” devolverá
amabilidades mediante un tono mesurado en sus columnistas y paciencia acrítica
ante los acontecimientos.
Al nuevo presidente no le interesará tanto tener una prensa
adicta y militante que le recordará proseguir a rajatablas el “modelo”, sino
otra de más envergadura acompañándolo en sus medidas políticas.
El frente comunicacional será importante, por lo que
dará entrevistas a periodistas
reconocidos, y habrá conferencias de prensa con preguntas, sino a él, a voceros
hábiles en el oficio.
Hará cambios en el Indec, lo que le deparará un gran
reconocimiento, y tendrá gestos de respetuosidad institucional con la Corte Suprema.
Todo esto le valdrá adhesiones y muchos anunciarán que algo nuevo acontece en
la Argentina. Se hablará de mejora en la
calidad institucional.
Se propondrá no diferenciarse demasiado con la época
anterior, pero hará un uso doble de la simbología diferenciando la época
nestoriana –en la que fue vicepresidente– de la cristinista, en la que fue un
marginado y atacado gobernador.
Hará cambios en ATC, manteniendo Paka Paka y produciendo
nuevos programas de ficción, dando por terminado el ciclo 6,7,8. Confirmará la
dirección del Canal Encuentro que tantos elogios ha recibido.
Misterio económico. La política económica es un misterio,
como lo es la suerte que puede tener un navío de poco calado cuando se aventura
en océanos de aguas embravecidas. Nuestro
país necesita inversiones y financiamiento. Podemos multiplicar las hipótesis
de las medidas posibles para revertir la situación, pero de poco servirían. La
Argentina no es la que marca el terreno y es la figura que más apremios tiene
en la mesa de las negociaciones. Lo más probable es que nuestro país pague más
de lo que desea si quiere salir del atolladero, ya que el mentado tema del cepo
es una variable dependiente del acuerdo con los acreedores, como también lo es
la inflación.
Un Estado que debe pagar tasas del 9% en dólares si es que
encuentra alguna fuente crediticia, que tiene entre 25 y 30% de inflación
anual, 4% de déficit, y que perdió la mitad de sus reservas en pocos años, no
puede obtener lo que necesita con el mero reclamo de justicia y una denuncia
global de todos los buitres en acecho.
La plata dulce del consumo con sus 12 cuotas sin interés y
el dólar turístico y de ahorro, subsidiado con las reservas y costos
financieros disimulados en el precio, no durarán. En el terreno social, habrá
un tira y afloje con los gremios sin resultados ni acuerdos inmediatos respecto
de las paritarias, del impuesto a las ganancias y la distribución de fondos
adeudados de las obras sociales. Dará, prometerá y postergará medidas según los
recursos con los que cuente.
La calle se mantendrá caliente y habrá quienes provoquen
actos de violencia para luego denunciar una era represiva. Dejo de lado toda
profecía en lo relativo a quién ocupará
la Gobernación de la provincia de Buenos Aires.
De ser Aníbal Fernandez habrá palos, si es María Eugenia
Vidal, también, pero para quien gobierne.
Scioli recibirá a la dirigencia del campo, abundarán las fotos y las declaraciones de
buena voluntad. Pero el tema de las retenciones dependerá de los aportes que
hagan las cerealeras en billetes verdes una vez
liquidados los porotos.
Política y Justicia. Scioli implementará su propia
“transversalidad” con la tropa opositora, tanto del kirchnerismo duro como la
de los partidos políticos. Incorporará referentes massistas, quizás también de
partidos menores, contemporarizará con los de La Cámpora, pero tendrá aliados
débiles y acomodados de segundo nivel. Habrá “borocotazos” en todos los
sentidos.
No habrá un mani pulite, ni anuncios de juicios y menos una
Conadep por corrupción a quienes gobernaron hasta ahora. Argentina no es
Brasil, nadie quiere una ley del arrepentido porque el dedo acusador le puede
caer a cualquiera, más aún a quienes formaron parte de la clase dirigente en
los últimos tiempos.
Fútbol para Todos tendrá ingresos provenientes de apuestas y
reducirá los aportes públicos como la propaganda oficial; respecto de
Aerolíneas Argentinas se conducirá con pies de plomo para no chocar con el
gremio en caso de que pretenda abrir el juego a nuevas empresas de aviación.
La educación seguirá igual, estará conducida por los
sindicatos docentes y por el gobierno nacional que mejorará el mínimo dejando
en manos de los gobiernos provinciales la cobertura del escalafón. Nuevamente
sólo se prestará auxilio a los gobernadores adictos a la presidencia.
En cuanto a la política profunda, la que no se limita a los
análisis, fisonomías y diagnósticos de los protagonistas locales, el país se
halla en una encrucijada. La remanida frase de que está fuera del mundo de poco
vale si se reduce a la integración financiera, pero algo de verdad dice
respecto de las alianzas que se establecen en la actualidad y que determinarán
el curso de los acontecimientos.
La historia de la civilización pasó de la dominación
marítima en el Mediterráneo a la conquista de tierras a través del Atlántico.
Hoy el interés geopolítico vira hacia el Pacífico, océano que nos es
inaccesible de modo directo.
Es difícil suponer que nuestro país pueda abastecerse en
divisas y nuevas tecnologías con una alianza exclusiva con la China, alejada de
los convenios recientemente firmados entre EE.UU., Japón, países del sudeste
asiático y los que se extienden por nuestro continente entre México y Chile.
En Brasil se discute mucho sobre la utilidad del Mercosur y
hasta qué punto la Argentina es un socio adecuado para potenciar el desarrollo
conjunto, y si no es mejor buscar alternativas comerciales en otra parte. La
crisis del PT juega en nuestro desfavor.
Por eso corremos el riesgo de cierto aislamiento respecto de
regiones económicas vitales para la economía nacional.
Insistir con que privilegiamos el mercado interno, como
aquel dicho de vivir con lo nuestro,
parece una condena más que una esperanza. Hoy en día las unidades
político-económicas son las regiones y los bloques, más allá de las resonancias
que suscitan los relatos emancipatorios, las vindicaciones tribales y los
plebiscitos por deseadas autonomías.
Scioli no empleará la rispidez y la agresividad de las
presidencias kirchneristas pero, si quiere evitar ser un camaleón y esfumarse,
tampoco contrastará en exceso con los que se fueron. Dividirá para reinar con
medidas alternadas y simbolizaciones más amplias, hasta que se sienta con algo
de fuerza financiera para reconstituir la caja y presentar proyectos de
desarrollo.
Los primeros tiempos de su mandato, no serán iguales a los
que terminan, tampoco del todo diferentes, sino algo parecido.
(*) Filósofo - www.tomasabraham.com.ar
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