Stiuso es de los
pocos temas que unen a la Presidenta con Scioli.
La jugada del Gobierno en
Naciones Unidas.
Por Roberto García |
La guerra entre titanes y dioses que caracteriza la lucha
por el poder en la mitología griega, más onírica y truculenta que la galáctica
de Hollywood, ofrece modelos semejantes en la escena política argentina.
Sea
por la titanide (femenino de titán) que, a pesar de no postularse este 25 de
octubre, igual compite con el terceto principal de Scioli, Macri y Massa.
Es Cristina un cuarto participante fantasmal, con
preferencias y venganzas, más un Zeus que un coloso; aunque, como todo el mundo
sabe, titanes y dioses siempre eran lo mismo en Grecia, se rotaban en la cúpula
fantástica del poder. Igual que los políticos argentinos. En tren de semejanzas
libres, hoy Daniel Scioli personifica a un sucedáneo cabal de aquellos tiempos:
Prometeo encadenado (eternamente, a una roca del Cáucaso). Castigo de Zeus,
justamente, por haberles entregado el fuego a los mortales, con el adicional de
que un águila le comería el renovado hígado todos los días. A pesar de que
nadie admite ningún acto de generosidad de Scioli con los mortales, hay
sinonimias entre él y el fenómeno literario de Esquilo, parte de la leyenda que
acompaña al candidato Prometeo, por ejemplo, que piensa tambien llegar a la
Rosada como nunca pudo otro gobernador bonaerense o vicepresidente de la
Nación. Misma fantasía debutante para Mauricio Macri, hoy lustrando una corona
imaginaria para el león que simboliza el sello de su colegio (Cardenal Newman),
tan influyente en su entorno, que habrá de colocarla en la cabeza de la fiera
por primera vez si llega a la presidencia. Así está escrito el reconocimiento.
Más lejos de ese folclore, Sergio Massa persigue otra hazaña: alcanzar la
presidencia a través del escalón del ballottage, hacer leyenda por sí mismo,
remontando desde el subsuelo.
La cuarta en disputa, mientras, se consagra a reforzar su
núcleo (¿30, 35%?) para ganar en principio la gobernación de Buenos Aires, un
distrito santuario, reservado para el cada vez más cristinista Aníbal
Fernández. Esa es la prioridad de Ella: a Prometeo, en cambio, no le guarda
tanta dedicación, más bien habilita la custodia de su espacio a pretores como
Carlotto o Conti, le condiciona la estabilidad de su eventual gobierno, desea
conservarle despacho a Carlos Zannini en la Casa Rosada, tal vez oficina
también en Olivos, intimida a sectores urbanos que podrían votarlo, le muerde
el hígado aun sin hambre y hasta cuestiona con rabia la actividad proselitista
de su pareja, Karina, en el interior del país, una Rabolini que suma y jura ser
mansa y verticalista. Ha confesado Cristina su molestia por este ejercicio de
la otra dama, requirió contra ella sanciones orales a punteros y devotos,
siempre objetó a esta ex modelo venida ahora a la política. Quizás sospeche que
hay otra titanide en gestación, un inevitable desafío a Zeus, alguien más
frontal que Daniel, dispuesta con su inacabable memoria femenina a recordar, si
le toca en suerte, las afrentas padecidas en los últimos doce años. Casi un
anticipo de nuevas mitologías y la repetición de ciertas prácticas políticas
que desarrolló el otrora matrimonio del sur. A ver si en 2019, en lugar del
Cristina 3, se viene el Karina 1.
Unidos. Tanto
Scioli como Cristina hoy parecen envueltos contra un enemigo común, menos
apasionado él que Ella en ese conflicto. El objetivo los reúne: Jaime Stiuso.
Tuvo el candidato más de una querella con el ex patrón de la ex SIDE, luego de
que la Bonaerense abatiera como a un criminal a un colaborador de Stiuso, a
cargo –decían– de una pesquisa mayúscula sobre el narcotráfico en la Provincia.
Como si fuera una devolución, un día apareció en la tele el propio Scioli
captado en un viaje privado a Miami; nadie dudó de la autoría de la nota. Debía
saber que lo estaban mirando.
Tensa la relación, pero mínima ante la ofensiva actual de
Cristina por descubrir dónde vive el ex espía desde que lo despidió luego de
que le sirviera para todo tipo de operaciones durante más de una década. Hasta
amenazó a los Estados Unidos por albergarlo en apariencia, mencionó
escandalizada a Stiuso en Naciones Unidas como si fuera más conocido que Messi
cuando, en la Argentina, no lo registran por apellido ni foto. Muchos
supusieron que ese ataque de las últimas horas obedecía a una prevención por
supuestas maquinaciones tramadas por este ex kirchnerista antes de las
elecciones para dañar al Gobierno. Precaución ante un escándalo.
Sin embargo, la búsqueda y el propósito de devolverlo al
país datan de hace más de dos meses, cuando elementos de la ex SIDE reclamaban
en los juzgados que algún magistrado exigiera su comparecencia por la causa
AMIA, la muerte del fiscal Nisman o alguna multa de tránsito. No hubo fortuna:
nadie firmaba un requerimiento, ni la tontería última del certificado de
domicilio, sin disponer de una prueba o indicio legal para hacerlo. Ni los
jueces más amigos, que son casi todos. Hasta que, gracias a ese sorteo que
siempre favorece a Norberto Oyarbide en las causas sensibles a la familia
Kirchner, éste optó por estampar un pedido de paradero como si en el pasado se
lo hubiese demandado el propio Stiuso. Curiosidades de la vida.
Justo trascendía que el fiscal Guillermo Marijuan se opuso a
esa exigencia por contrariar el derecho, lo que motivó un comentario desdoroso
del jefe de Inteligencia, Oscar Parrilli, contra Marijuan. Dijo: parece un
defensor de Stiuso. Lástima que no se pronunció en el mismo sentido cuando el
fiscal investigaba las coimas de la ex ministra Felisa Miceli, a quien logró
condenar, y le llovían amenazas personales por su vida y la de sus hijas (le
precisaban, por ejemplo, recorridos y horarios para ingresar al colegio).
Stiuso y el Gobierno, entonces, no podían alegar ignorancia. Por lo menos.
Siembra de fuego entre mortales, heredado de Prometeo, lucha
de titanes, titanides y dioses que no parece concluir el próximo 25 de octubre.
Con ballottage o sin él.
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