Por Gabriela Pousa |
Queda poco y nada para un comicio crucial aunque no haya
cabal percepción de que así sea. Quizás
sea la primera vez en Argentina que una elección no define únicamente un cambio
de dirigentes, define un modo de vivir, de ser, en síntesis podría decirse que el
próximo resultado electoral, nos define como sociedad.
Sin embargo, pese a la trascendencia de la renovación de
Presidente, causa desencanto, por no decir espanto, escuchar que el empresariado en el marco del coloquio de
IDEA, ya está satisfecho por cuanto cree que gane quien gane habrá un cambio en
la concepción del mando. Un credo infantil en demasía aunque muy
característico de un país donde todo se acepta con resignación, donde todo
parece dar lo mismo.
A propósito de lo dicho, recién un noticiero de TV
entrevistaba a un vecino que salía de comprar velas para paliar el corte de
luz. El hombre sonreía y se encogía de hombros mientras decía que “es siempre lo mismo”, “¡qué le vamos a
hacer!”. Es posible que así sea pero eso no invalida que no debiera ser de
esa manera, hay infinidad de países
donde no se vive así. Se puede vivir mejor, se puede aspirar a una calidad de
vida superior. La resignación y la aceptación ciega de la decadencia no
cooperan al impulso vital necesario para cambiar.
Pero volviendo al coloquio de IDEA, se observa que gran parte de los empresarios están
satisfechos con el solo hecho de que Cristina Kirchner deje el despacho de la
Casa Rosada. Como si la ausencia física de Cristina cambiase el escenario
actual de barbarie, incertidumbre y cortoplacismo como enfermedad. Es casi
como que un enfermo de cáncer se contente con una aspirina y suponga que esta
lo curará.
Ya analizamos hace una semana que no todo es lo mismo, que hay dos posibilidades por delante: el cambio y
la continuidad. En términos concretos: Cambiemos o el Frente para la Victoria.
Lo demás son caballos de Troya jugando solapados y siendo funcionales a lo que
hay.
Ahora bien, que el empresariado se contente y argumente que
si gana Scioli igual habrá un cambio en el ambiente no tiene asidero y dista de
ser verdad. Doce años atrás, ese mismo
sector se fascinó porque en frente tenían una oradora que hablaba de corrido y
sin leer. Quedaron subyugados por atributos que poco o nada importan a la hora
de elegir un jefe de Estado, un administrador. Así nos va. Vivimos de
apariencias no de lo esencial.
Hoy parece bastarles
un candidato que no grita, no alza la voz y se muestra “con fe, con esperanza, con trabajo“… Es verdad que la fe mueve
montañas pero no es cierto que la fe convierta a la Argentina en un país
pujante. Dejemos el misticismo y el optimismo injustificado de lado, de lo
contrario que gane Nicolás Del Caño que tampoco grita ni agrede…
Daniel Scioli puede
prometer lo que quiera pero está eligiendo para su gabinete, es decir para que
gobierne, personajes que representan sino lo peor, lo más mediocre del
kirchnerismo. Desde el gobernador de Misiones, Maurice Closs que compraba seguidores en las redes sociales con los
fondos para la copa de leche de los comedores escolares, el mismo que fue
fotografiado en Brasil durante el mundial de fútbol mientras su provincia
estaba bajo el agua; hasta Alejandro
Granados que pretende ir a Defensa cuando en materia de seguridad la
provincia hace mella.
Scioli no tiene
equipo propio, de asumir gobernará con Sergio Urribarri que nunca pudo explicar
su incremento patrimonial, con Carlos Zannini que no es sino la personificación
del kirchnerismo más explícito, con la sombra de Cristina y La Cámpora
invadiendo ministerios, secretarias y hasta el congreso. ¿Dónde está el cambio
que vislumbran los dirigentes empresarios? Ah sí, en el tono de voz.
Si vamos a atravesar una elección solo para cambiar el
dislate dicho en forma de alarido por el dislate dicho más suave, más bajito,
dejémonos de llamarnos sociedad y asumámonos
como tribu porque del hombre de paleolítico hasta acá nada hemos aprendido en
verdad.
Por otra parte, el equipo económico que propone el
gobernador de Buenos Aires es el que lo acompaña y acompañó en la
administración provincial. Ahora bien, la
provincia está quebrada. Vaya antecedentes y curriculum de quienes ingresarán a
administrar todo el territorio argentino.
No hay lógica en
creer que Daniel Scioli puede oxigenar el teatro donde vivimos. Scioli es
Alperovich y es Diego Bossio, Gildo Insfran y Capitanich. Una cosa es la
expresión de deseo y otra muy distinta convencerse de que el deseo es lo que ha
de pasar si no hay sustento racional. No
sirve sacar a Alí Baba si quedan los 40 ladrones detrás.
Se dice a su vez que es lo mismo pues cualquiera que gane
tendrá que ajustar y devaluar. Pero tampoco eso es tan real ya que el ajuste y la devaluación lo estamos
experimentando hace rato sin necesidad de votar. En definitiva, antes de emitir
sufragio es menester una elección interna de todos los sectores de la sociedad
donde elegir si se quiere o no cambiar.
Porque es verdad que hay gente que ha ganado mucho dinero
con el kirchnerismo aún teniendo que aguantar aprietes y extorsión al por
mayor. Y hay a quienes doce cuotas para
consumir cualquier cosa, les basa para creer que todo está bien.
En una de esas, el
billete pesa más que la dignidad. Por eso quizás, la elección principal
pase por ese lado, pues lo que reflejen
las urnas será, más allá del nombre del candidato, ese resultado que nos
mostrará sin máscara, ni maquillaje, sin disfraz.
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