Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)
Días extraños los que se viven en Argentina. Extraños para
los que tienen voluntad de voto y leen algún que otro diario. Fuera del
microclima que frecuentamos, el resto del mundo está como siempre: los que no
tocan un diario por temor a una alergia extraña, efectúan algún que otro
cuestionamiento a la situación económica como si la economía fuera una persona
con DNI y no la política de un Gobierno. No todos tienen la obligación de saber
y nuestro sistema electoral es tan amplio e inclusivo que hasta los extranjeros
que nunca vivieron en Argentina, pueden elegirnos un Presidente.
Es la primera vez desde 1999
–cuando se enfrentaron el gobernador de la provincia de Buenos Aires,
Eduardo Duhalde, y el Jefe de Gobierno porteño, Fernando De La Rúa– que los
principales contendientes de una presidencial son bien conocidos por el grueso
del electorado en base a lo que han hecho o dicen que hicieron. No es que
quiera discriminar a nadie, pero entre la ciudad de Buenos Aires y su conurbano
bonaerense, viven más de once millones de electores, el 33% del padrón total
del país. Si le sumamos la provincia entera, llegamos a casi la mitad del
padrón. En esta ocasión, no hace falta que un amigo de un primo que vivió en
Santa Cruz nos diga “yo lo conozco a ese candidato, no sabés el desastre que
dejó acá”. Ahora, con charlar con algún compañero de trabajo o con cruzar la
General Paz –para el lado que quiera, dependiendo de dónde viva– sobra para
saber cómo se encuentra el territorio ajeno.
También resulta llamativo cómo las circunstancias colocan a
las personas en el lugar que realmente quisieron ocupar. Desde que empezó la
campaña electoral, los actos presidenciales tuvieron a Cristina en el rol de
animadora de eventos con escenografías de cartón corrugado que a veces
aparentan ser hospitales. Antes la veíamos como “la Presidenta” a pesar de que
arrancaba el día pasado el mediodía y para poder encontrarla de mañana había
que hacer una macumba. Haciendo que laburaba desde la Quinta de Olivos, es la
Presidente que menos tiempo utilizó su despacho en la Casa Rosada por día de
Gobierno desde que a Agustín Justo le pareció una buena idea demoler el
edificio, algo que por suerte frenaron a tiempo. Pero ahí anda la Presi, con el
mismo perfil altísimo de siempre pero sin nadie que le dé bola, rogándole a
Scioli “que no se pierda lo que hicieron”. [NdelA: Léase “que no se pierda la
que hicieron”]
Los militantes, totalmente en otra y sin brújula, pululan
por los foros y redes sociales con menos sentido de ubicación que borracho en
calesita. O sea, los muchachos oficialistas que cobran dicen que el voto de De
Narváez a Scioli es para celebrar. Los muchachos oficialistas que no cobran,
preguntan si es para preocuparse o no. No tienen opinión propia, como en todo
lo que ha pasado, y piden un GPS para saber si está bien o no que banquen al
tipo que Néstor Kirchner quiso meter preso en 2009. Y ahí están los spots del
oficialismo mostrando el 10% de las cosas que solían mostrar en elecciones
anteriores. Los militantes ya no hacen circular “Los 100 motivos por los que
hay que votar al Frente para la Victoria”, ese listado de ciencia ficción con
el que nos taladraron con cadenas de mails nuestros compatriotas seguidores del
evangelio según Cristina en 2011. Puede que tan sólo se trate de falta de ganas
o de ausencia de coordinación, dado que motivos todavía tienen: aún creen en la
creación de 5 millones de puestos de trabajo y en el desendeudamiento a pura
emisión de bonos.
Como parte del daño cultural que nos lega el kirchnerismo,
entre los que no votan al oficialismo hay sectores que necesitarían una
endovenosa de tilo, como todos los que salieron a putearme por escribir un
texto anecdótico sobre el primer período peronista. No es que no esté
acostumbrado al insulto gratuito, pero ya parece un caso de diván: lo que no
pudieron decirle al candidato que inaugura monumentos, se lo tiran por la
cabeza al que escribe. Y digo daño cultural porque los argumentos nos quedaron
bien, pero bien grabados: que hay que tener cuidado con lo que decimos porque
somos “formadores de opinión”, que no se puede opinar de determinadas cosas “si
no se vivieron”, que no se puede hablar de otras cosas “porque conozco a
alguien que le pasó”. El famoso “desde dónde lo decís” utilizado por los
prenseros oficialistas desde la TV Pública. Gente, el principio básico de la
comunicación dice que se les puede decir en qué pensar, si es que logramos
llamar la atención, más nunca decirles cómo pensar. Si no fuera así, no habrían
puteado. Una opinión periodística no tuerce una elección. No lo hicieron las
investigaciones sobre el choreo sistemático y pornográfico que llevaron a cabo
durante doce años y medio, miren si va a influir una opinión.
Para lo que sí sirven las notas y opiniones de las últimas
semanas es para realizar un estudio antropológico social sobre lo mal
acostumbrados que quedamos. Cual perro golpeado, no pocos empresarios que
vivieron, viven y pretenden seguir viviendo de la teta del Estado, salieron a
decir que la propuesta de Silvina Batakis como futura mininstro de Economía en
caso de que gane Scioli, es “una señal de moderación” de parte del gobernador.
Emprebendasarios que sólo tienen como meta para crecer que les cierren las importaciones
–sólo las que no les conviene– y que les suban el dólar, prefieren obviar el
detalle de que reemplazaría a Axel Kicillof, el elefante con parkinson que
circula con un ataque de epilepsia por el bazar de la economía. Cualquiera que
venga es moderado con ese parámetro. Es como que llegue el nene con el boletín
y nos muestre que se lleva hasta las materias de los compañeros, pero como está
acompañado de Vicky Xipolitakis, su performance estudiantil no nos parece
catastrófica, sólo “moderada”.
Ahí lo tienen a Ricardo Forster, el intelectual que se
suicidó académicamente, afirmando que Scioli se suicidará políticamente si no
cumple con el legado de Cris. O a Víctor Ramos, el hijo del colorado Jorge
Abelardo, el que bancaba a Menem desde la izquierda, que se puso a dibujar las
virtudes de Scioli a un nivel de enamoramiento que no se veía desde que Alberto
Fernández se convirtió en la verdadera viuda de Néstor Kirchner. “Es un hombre
de paz y diálogo” porque le tocó negociar con los secuestradores de su hermano,
sostuvo Ramos sin cagarse de risa, y hasta menciona que Mandela es el referente
del gobernador bonaerense. Está claro que Scioli no es un hombre de pelearse,
si hasta se dejó insultar por cadena nacional. El tema es que no sabemos si no
se pelea por pacifista o porque le da fiaca, como con todo lo demás que debería
hacer. Dispuesto a lidiar con el detalle de que Scioli tiene menos política que
el canal Gourmet, Ramos sostuvo que una vez alguien escuchó que el papá del
motonauta elogió a Perón y, si bien aclaró que Scioli no tuvo formación
militante, destacó que bautizó a su lancha “La gran Argentina”, porque ese era
el eslogan del General. Y uno que pensaba que se debió a que la lancha era
grande y argentina.
Y todavía hay quienes se preguntan si, en ese contexto, un
programa propagandístico como 678 podrá sobrevivir en el eventual triunfo de
Scioli. Son los travestis más versátiles de la historia del periodismo. Si
hubieran estado en la tierra cuando impactó el meteorito de Yucatán, ellos
habrían sobrevivido.
Lo curioso es que los sciolistas plantean la independencia
del tipo que pedía permiso a la Nación para pagar los aguinaldos de la
Provincia, y los kirchneristas que quieren rasquetear algo hablan de
continuidad mientras preparan un acto para cerrar la gestión. Esa mezcla de
emociones por querer ser y no dejar de ser, de saber que se están tragando un
sapo y que no habrá boldo suficiente para digerirlo. Obvio que Scioli es
distinto a Cristina: es kirchnerismo sin el respaldo ideológico de Laclau, es
cristinismo sin militancia, es menemismo sin expertos, ni dólares. Es distinto,
pero no se dan una idea lo igual que es a la hora de colocar a conocidos en el
Estado –tiene con cargo de funcionarias a las amigas de una amiga de la testigo
de casamiento de la hermana de la cuñada– y ni que hablar de la viveza a la
hora de llegar a fin de mes. A tal punto llega su habilidad que todavía no
entiendo cómo no le dieron la licenciatura en comercialización –esa con la que
firmaba once años antes de recibirse sin que nadie se escandalizara–, sólo por
la experiencia y velocidad para acumular propiedades. No así para
justificarlas, pero para eso existen los contadores y la ceguera selectiva de
la AFIP. La continuidad no está dada por el nombre que encabeza, sino por los
vicios, los modus operandi y los que vienen atrás.
Frente a tanto despelote respecto a las ganas que tienen
muchos de saber a quien votará cada uno, en una suerte de ejercicio voyeurista
en el que no se busca otra cosa que saber a quién putear o aplaudir, cabe
aclarar que no es la función de ninguno de nosotros decir a quién hay que
entregarle el voto y la opinión es un derecho, no una obligación. En mi caso,
siempre adopté una postura crítica a la dirigencia política en general y mi
supervivencia intelectual estará garantizada mientras existan políticos. Y
libertad de prensa, claro.
En las últimas semanas estuve sin luz y, por ende, sin
internet ni agua. Luego volvió la luz, pero me cortaron el agua al día
siguiente. Después tenía agua y luz, pero no Internet ni cable. Volvió el
cable, se fue internet. Volvió internet, se fue el cable. Volvió internet y el
cable, me quedé sin señal en el celular. Propio de un contexto generado por un
gobierno burócrata e idiota, todos los prestadores de servicios hicieron los
que se les cantó el upite. Nada funciona, algunos ya no tienen ni ganas de
reclamar, y nadie la da bola al que lo hace. Como no tenés acceso al crédito,
te dejan embarazado a la hora de buscar un alquiler. Después vienen y te
recuerda que “no está permitido cobrar tanta comisión”. Y te dejan ahí,
empujándote a que le toques el culo a Mike Tyson pero sin el compromiso de
bancarte la contraofensiva. Y sólo hablo de las cosas que se transan entre particulares,
porque si recuerdo lo que han hecho con la salud, la educación, el hambre, la
pobreza y la seguridad, este texto termina en el portal de al lado.
Los asalariados de la Patria perdieron 26% de poder
adquisitivo en tan sólo dos años de paritarias por debajo de la inflación real,
y recientemente alcanzamos el récord internacional de mayor presión tributaria.
Al fin un primer puesto, luego de años de quedar relegados por Venezuela en el
pináculo de la inflación internacional. Y encima nos quieren asustar con que
“si no ganan ellos se viene el ajuste”. ¿Soy acaso el único boludo que percibe
que asustar con que otros quieren ajustar es reconocer que es una alternativa?
¿Quién se va a poner a dieta si está flaco?. Si la alternativa es el ajuste
quiere decir que la opción que llevan adelante es la de liquidar lo que queda o
ajustar sin que se note, como vienen haciendo hasta ahora. No alcanzaron los
impuestos, fueron por el consumo. Bajaron los dólares, emitieron. Se disparó la
inflación, dejaron el dólar barato. Se acabaron los verdes y la inversión
extranjera, freezaron la venta y empezaron a emitir deuda con la misma
velocidad que Jaime se hizo millonario. Son el cupo de discapacitados de la
gestión pragmática y pretenden meter miedo. Claro que tengo miedo, si siento
que estoy sentado en un barril de trotil
y que, para variar, los daños de la joda que les financiamos, también la
vamos a garpar nosotros. Y el que crea que Scioli garantiza la gobernabilidad,
busquen en Google para recordar qué pasó hace dos años, cuando el kirchnerismo
duro le prendió fuego la provincia. Pero ahí están, pidiendo el voto bíblico:
con fe, con esperanza y con miedo.
Por mí, voten a quien se les cante. Con los números como
están dados, cualquier cosa que nos toque será para no pasarla bien. Lo único
que tengo claro es que no todo es igual, que no todo da lo mismo y que, a veces
y sólo para joder, está bueno tener rostros nuevos a los que putear. Habrá
problemas mayores o menores, como cuando uno se muda de edificio y ya no tiene
que tolerar al viejo que martillaba a las ocho de la matina del domingo, y
ahora tiene que soportar a los que fifan con la ventana abierta. Pero son caras
nuevas, problemas nuevos, otro aire.
Bastante duro es votar a un candidato que no te enamora,
algo que me pasa desde hace años. Lo positivo es que votar no es vinculante: es
un sobre en una urna, no una ficha de afiliación. Los que quieren hacernos
creer lo contrario, son los dañados emocionales que creen forman parte de la
masa por poner un “aguante” en el muro del Facebook. Somos una sociedad
neurótica, a la que una y otra vez la asalta la misma idea: conservar la
estabilidad, aunque se trate de hacer equilibrio sobre una soga sin red de
contención. Pasó en 1999 cuando no quisimos salir de la convertibilidad, pasó
en 2011 cuando no quisimos tener que laburar para pagar las cosas por lo que
valen. Y en medio de eso se nos juega el goce de permanecer donde no somos
felices, cumpliendo con los mandatos impuestos por quienes nos quieren decir
cómo vivir nuestra libertad. Quizás por eso, y sólo por eso, es que me gustaría
un recreo. Un cambio de aire. Y es que, básicamente, quiero putear a otra
gente.
Después de todo, la democracia es esa fe ciega de creer que
en algún momento las cosas van a cambiar para mejor gracias a un voto. Puede
que nunca te pase, pero es hermoso seguir creyendo.
Supongo.
Mercoledi. Ya estoy listo para agarrármela con el que sea.
0 comments :
Publicar un comentario