Por Manuel Vicent |
A la hora de explicar algunas características del cerebro
humano el profesor decía a sus alumnos que ese órgano es la principal materia
prima que existe en nuestro planeta, la única fuente de energía realmente
inagotable, sostenible y renovable. Millones de recién nacidos se incorporan
cada día a este mundo con ese tesoro instalado en la celda del cráneo.
En el
momento de nacer ese órgano tiene en todos los casos idéntico valor sin que
importe el origen ni el lugar de donde proceda, pero la inmensa mayoría de esos
cerebros son desechados, mientras solo muy pocos tienen la suerte de
desarrollar toda su energía.
No hay injusticia más perversa ni despilfarro más estúpido
que desperdiciar ese tesoro. Para animarlos a cultivarlo el profesor decía a
sus alumnos que todo lo que aprendan en el colegio y en la universidad será una
riqueza invisible que les acompañará siempre a cualquier parte del mundo adonde
vayan.
No tendrán que declararla en la aduana, el escáner no podrá
detectarla, ningún gendarme conseguirá prohibirle el paso y estará siempre a
salvo de los ladrones.
Pero al observar que uno de sus alumnos, ajeno a estas
palabras, permanecía abducido por el videojuego de la tableta el profesor
añadió que si bien es muy difícil que te roben el cerebro es muy fácil que te
lo coman o te lo laven.
En efecto, el lavado de cerebro es la práctica más usual que
utilizan hoy los piratas para apoderarse de ese tesoro.
El fanatismo, la superstición, el sectarismo, los recortes
en la educación, la manipulación de las redes sociales son las formas de
piratería que pueden convertir al niño más inteligente en un futuro esclavo.
Pero junto a la facultad de desarrollar la inteligencia el
cerebro lleva también aparejada la forma de rebelarse. Esa rebeldía y no otra
cosa es la libertad, el último bastión que habrá que defender contra los
piratas.
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