Cristina deja el
poder con una de las peores elecciones
en la historia del peronismo.
Por Ignacio Fidanza |
La derrota es tan extensa que desborda el análisis con un
ritmo frenético de cambios encadenados. Luces rojas que empezaron aisladas y en
la madrugada terminaron manchando de rojo todo el mapa.
Scioli y Macri, como se anticipó en esta columna,
representaban el fin del frustrado experimento neo chavista de Cristina. Pero
la historia -se confirmó una vez más- cuando se decide a cambiar no avanza con
pasos tímidos, sino que lo hace a saltos.
El triunfo de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos
Aires marca el cambio de época en toda su plenitud. La sociedad optó por el
cambio y no se quedó a medio camino, eligió golpear al peronismo en el corazón,
forzando la más grande renovación política que esa geografía haya
experimentado, luego de casi 30 años de gobierno ininterrumpido.
Vidal se convirtió así en la piedra de bóveda de la
ingeniería política que metió a Mauricio Macri en el ballotage, en una inédita
paridad con Daniel Scioli, que terminó siendo la cara más visible de una de las
elecciones más flojas de la historia del peronismo.
Pero el triunfo fue mucho más amplio y en alguna medida
certifica el tantas veces anunciado fin de ciclo. En Mendoza, Macri ganó por
casi diez puntos y en Córdoba hizo una elección histórica superando los 50
puntos y sacando más de 30 a sus rivales; así como también ganó en Santa Fe y
arrasó en Capital.
¿Qué hizo mal Scioli? Los kirchneristas, fieles a su
pensamiento unidireccional, dirán que el problema fue que no “profundizó” lo
suficiente, que le faltó compromiso con el modelo, que cayó en la tentación
pejotista y otras pavadas por el estilo.
Lo cierto es que una vez más se comprueba que la economía es
determinante. Detrás del relato edulcorado que se dicen Cristina y Kicillof
cuando se felicitan mutuamente, la Argentina se encamina a su cuarto año
consecutivo con crecimiento nulo, con una de las inflaciones más altas del
mundo, cero creación de empleo de calidad, restricción de acceso a divisas y
bienes, y un entorno macroeconómico destartalado que impide planificar más allá
del día a día.
En ese escenario, Scioli tomó una de las peores decisiones
de su vida y eligió kirchnerizarse en el preciso momento en el que sus captores
ya no tenían fuerzas para seguir reteniéndolo. Enajenó así el voto
independiente que con una paciencia sobrehumana le había soportado años de
kirchnerismo explícito, en el entendimiento tácito de que cuando llegara “su”
momento, los liquidaría sin piedad. No lo hizo y así le fue.
El problema con los cambios de época es que no reparan en
temas menores como el esfuerzo, las condecoraciones o los méritos acumulados,
sino que apenas contemplan de qué lado de la nueva línea, se ubicaron los
actores con pretensiones de protagonismo. Sean buenos o peores.
Ahora, para Scioli, Cristina y los suyos, todo será cuesta
arriba. Ya no hay refugio garantizado en el amplio presupuesto bonaerense y la
Presidencia es una apuesta incierta. Y acaso como pocos en la Argentina, La
Cámpora hizo suya aquella famosa frase de la política mexicana de los años del
PRI todopoderoso: “Vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error”.
Scioli ahora deberá enfrentar un ballotage como derrotado,
porque apostó todo al triunfo en primera vuelta y sobrevendió un triunfalismo que
este domingo se convirtió en mueca. Deberá además darse a la titánica tarea de
revertir esa realidad, acompañado por un dispositivo de poder que empezó a
implosionar, en medio de previsibles reproches cruzados. Se sabe que el
kirchnerismo es muy solidario a la hora de buscar culpables, afuera.
El problema es que la caída de Aníbal les dificulta la faena
que habían empezado a insinuar en las primeras horas de la noche, cuando creían
que ellos ganaban la provincia y Scioli iba a ser el culpable del ballotage.
Ahora perdieron todos.
Están allí los impactantes cinco millones de votos que
obtuvo Sergio Massa ¿A dónde irán? ¿A quién pertenecen? Massa es probable que
haya sido el conducto de un notable trasvasamiento. La alianza que lidera
perdió casi 20 puntos en Córdoba que fueron a parar a Macri, pero los recuperó
en el Norte del país, a expensas del oficialismo. Massa fue un una medida
importante, el garante del ballotage conteniendo un porcentaje de voto
peronista, que ahora habrá que ver por qué opción se decanta.
Pero acaso también hayan ocurrido otras cosas. El
kirchnerismo y sobre todo Cristina, gobernaron bajo la convicción de que era
posible hacer cualquier cosa y ganar. Fue así como impusieron a un candidato a
gobernador involucrado en acusaciones de narcotráfico y asesinatos por encargo.
Una locura.
Y con la misma prescindencia, Scioli descuidó aspectos
claves de su provincia, en la presunción que su ángel personal todo lo
perdonaba. Pero en la madrugada de un domingo de fines de octubre, de un frío
inesperado, la sociedad ajustó cuentas.
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