jueves, 22 de octubre de 2015

Nadie gritó como Janis Joplin

Por Manuel Vicent

Puede que la modernidad llegara a este país con aquel majestuoso golpe de gong que hizo sonar el grupo AC/DC al inicio de su concierto en el pabellón del Real Madrid, el sábado 17 de enero de 1981.

Por primera vez se vio subir desde los fondos de la ciudad hacia los altos de la Castellana manadas de búfalos llenos de garfios atravesados en las mejillas, ángeles del infierno con motos trucadas, chapistas con chupas de cuero duro mezclados con unas adolescentes de suave muselina, princesas pálidas con la jeringuilla colgada del brazo, seres con polainas nazis o con andrajos de soldado desertor adquiridos en el Rastro y los primeros góticos que se lo montaban de tétricos con los labios de negro. Con aquel enorme golpe de gong parecía que quedaba atrás para siempre la caspa franquista, sin saber que en ese momento en el vientre de la bestia se estaban dando los últimos toques a un golpe de Estado para volver a las andadas. Pero el golpe fue abortado y siguió la fiesta.

La llegada a España de este grupo de rock había pillado ya fuera de contexto a la gente de mi generación, que andaba cabalgando ya los cuarenta tacos. Como si de pronto una descarga de 2.000 voltios metida por el culo les hubiera subido por el intestino sacro a la garganta, AC/DC saltó la barrera del sonido con un rito orgiástico que aún no ha cesado.

Al inicio de 1981, mientras se estaba incubando un frustrado golpe de Estado, los progres ya maduros de mi generación aún se alimentaban con el recuerdo de los héroes de aquel Club de los 27, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Jim Morrison y Brian Jones, todos muertos a los 27 años, que —según algunos libros sagrados— es la edad preferida de los dioses para llamar a los elegidos. Para formar parte del Club no solo se requería haber muerto a los 27 años, sino haberlo hecho por drogas duras, alcohol o suicidio.

El británico Brian Jones, guitarrista de los Rolling que dio nombre al grupo y fue su alma, después de ser expulsado de la banda se retiró a su casa de Sussex y un día de 1969 apareció flotando en su piscina. Tres días después de su muerte, en un concierto en Hyde Park Mick Jagger le dedicó este homenaje: “Paz, paz; él no ha muerto, no duerme, despertó del sueño de la vida”. Tenía 27 años.

El estadounidense Jimi Hendrix, el mejor guitarrista de rock de toda la historia, vio su carrera truncada el 18 de julio de 1970 en Londres después de la fiesta que siguió a un concierto triunfal. Su novia lo llevó completamente borracho al hotel Samarkand; el héroe se tomó un puñado de pastillas para dormir, que según algunos le había proporcionado su propio mánager para matarlo y cobrar un seguro. Era un cóctel explosivo, pero otros atribuyen su muerte a un descuido del enfermero que le llevaba al hospital, quien le dobló la cabeza de tal forma que le impidió vomitar en el suelo y el héroe se ahogó en su propio vómito. Tenía 27 años.

Encuentro con Cohen

Los de mi generación oíamos los alaridos de Janis Joplin mientras esperábamos tomando cogollitos de marihuana batidos con miel a que Franco estirara la pata. Nadie gritaba como ella desde el fondo de la desesperación. “Hago el amor con 25.000 espectadores y después vuelvo sola al hotel”, decía. Un día, en el ascensor del hotel Chelsea de Nueva York se produjo un encuentro fortuito que marcó un hito en los vanos sueños de una generación. Leonard Cohen tenía allí una cita con Brigitte Bardot, pero en el ascensor se tropezó con Janis Joplin. Ella le miró a la cara y le dijo: “Me gustan los hombres guapos, pero contigo haré una excepción”. Lo que hubo entre los dos en la habitación lo contó Leonard Cohen en una canción cuando ella llevaba ya dos años muerta: “Te recuerdo claramente en el hotel Chelsea, / hablabas tan segura y tan dulcemente, / mamándomela sobre la cama deshecha, / mientras en la calle te esperaba la limusina”. Janis murió el 3 de octubre en el hotel Landmark Motor de Los Ángeles, pocos días después de Jimi Hendrix, montada en el caballo blanco de la heroína. Sus cenizas fueron esparcidas desde un avión sobre el Pacífico. Había dejado 2.500 dólares para que sus amigos celebraran su muerte. Lo hicieron repartiendo tartas de chocolate con hachís. Tenía 27 años.

Jim Morrison, vocalista de The Doors, magnético, erótico, amante de los poetas simbolistas y del peyote, rodeado de una misteriosa aura azul. Murió en París en 1971. Su novia, Pamela Couson, lo encontró en la bañera suicidado o muerto por fallo cardiaco. En su tumba en el cementerio de Père-Lachaise, entre las flores siempre frescas, se puede leer: “Murió de acuerdo con su propio demonio”. Tenía 27 años.

AC/DC, después de tres décadas de aquello, volvió a Madrid este verano. En el concierto de 1981 emergió a la superficie de la sociedad española una carne joven dispuesta a derribar vallas para ensayar el fin del mundo cada fin de semana. Pero hoy aquellos ángeles del infierno y los que vestían andrajos de soldado y los que llevaban imperdibles en las mejillas pueden ser subsecretarios.

© El País (España)

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