En ese marco, se
podría enfrentar nuevamente con Cristina.
Por Fernando González |
Hubiera preferido convertirse en presidente y no mirar los
bailes con globos del macrismo con algo de envidia.
Pero hay que reconocerle a
Sergio Massa que ha sobrellevado su declive de presidenciable favorito a
tercero en discordia con dignidad y con estrategia.
Su discurso del domingo fue
sensato y constructivo. Y su conferencia de prensa de ayer, rodeado por Roberto
Lavagna y José Manuel De la Sota, lo mostró decidido a hacer valer el capital
electoral conseguido entre el 9 de agosto y el 25 de octubre.
Massa está a favor del cambio. Eso lo ubica más cerca de Mauricio
Macri y cada vez más lejos de Daniel Scioli. Su instinto político le indica
que, si Scioli es derrotado el 22 de noviembre, él tendrá el campo abierto para
disputar el liderazgo de un peronismo que sólo se renueva cuando lo expulsan
del poder. Tiene 43 años; una veintena de legisladores que resistieron cada
oferta para abandonarlo y una voluntad que lo llevó a enfrentar a la Cristina
todopoderosa de 2013. Y a vencerla, algo que Scioli ni siquiera intentó.
Si el peronismo es derrotado en el ballottage, la Argentina
será el escenario de una batalla muy atractiva. Porque Massa se lanzará a
rescatarlo. Pero deberá disputarle ese espacio nada más y nada menos que a la
Presidenta.
Cristina también conserva un núcleo de seguidores fieles;
una épica construida a lo largo de 12 años y una obsesión por el poder que le
reconocen hasta sus enemigos. Serán lo nuevo y lo viejo. La renovación versus
el statu quo. Y a los peronistas les quedará la misión de elegir el color de
sus destinos.
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