Por Martín Risso Patrón |
"Daniel y yo tenemos vidas distintas, pero pensamos igual. Hay que seguir por este camino, profundizando la transformación de la Argentina. La nuestra es la unidad en la diversidad", afirmó recientemente Carlos Zannini, candidato kirchnerista a la vicepresidencia de la República, en la lista que lleva a Scioli como titular.
Si analizamos bien esa afirmación, en lo básicamente conceptual, y sin matices, responde a una meridiana verdad lógica: Tienen vidas distintas, pues uno, el dicente Zannini, tuvo una juventud militante maoísta estalinista, de las duras, incluso estuvo preso. En tanto el otro, estudió y trabajo en el plácido entorno de una familia burguesa, dedicada a los menesteres de desarrollar una empresa nacional de electrodomésticos que no tuvo un final feliz; diríase, pertenece por origen a una clase social con distinta concepción de la realidad que la que tiene Zannini. Por lo tanto, son distintos. Ambos se inician fuera del peronismo, y se mantienen fuera de la ideología justicialista, en razón de su legitimidad del origen de cada uno. Pero el candidato maoísta-estalinista Zannini, que comparte, recordemos, la lista con el ex empresario, y deportista devenido político Scioli, afirma con cierta contundencia “pero pensamos igual”, rematando con esta brillante aserción “unidad en la diversidad”. Enorme manera retórica de afirmar lo contrario, puesto que, desde que afirma que tienen vidas distintas, ya confirmaba sus diferentes cosmovisiones políticas desde lo ideológico. Cabe bien hacer aquí una aclaración. Lejos están ambos de pertenecer al ideario justicialista, el mismo de Perón y de Eva; eso por un lado. Por el otro, si están juntos, bien juntos por ahora, es por la retorcida concepción kirchnerista de la política, nunca clara, siempre oscura, y lo que es peor, eternamente retórica. Están forzadamente juntos, Scioli y Zannini. Pero eso no le importa a la señora Fernández, a la sazón presidente de esta República utópica en lo político, para decirlo suavemente, donde todo se resuelve en ese color turbio y sin definición del agua y el aceite, o la imprecisa fealdad de aquella rara mezcla de Museta y de Mimí que la lapicera oportunista de Laclau & Sra. nos supieron transferir.
Pasando en limpio, entonces, ni chicha ni limonada como me sugiere Doña Clota al verme titubear en el teclado. Cuando Zannini dice: Somos distintos, es que lo son y lo serán por los siglos de los siglos. Y cuando afirma: Pensamos igual, miente de mentira absoluta. Imaginemos por un instante a Stalin y a Mao, de pura congratuleishon con la burguesía rioplatense, cuya eliminación era la apuesta de los 70 por parte de los Zannini y los montos-lumpen. Los aborrecidos por Juan Perón en la mismísima Plaza de Mayo, y ahora mismo pretendidamente resucitados como los jóvenes idealistas [hoy sesentones y setentones] que tienen todavía las mochilas cargadas de tanta muerte, bomba molotov y balas.
El Impredecible
Este epíteto, entonces, bien puede ser aplicado tanto a Scioli como a Zannini. Entonces se los cuelgo al campeón de la motonáutica y al revolucionario del sendero luminoso que sale de la boca de un fusil, por haber sido puestos ahí por el dedo de la señora Fernández, que por alguna secreta razón ha puesto como segundón de un representante de la burguesía nacional, Scioli, a Zannini maoísta-estalinista. Ambas designaciones tienen un valor lógico inapreciable, de contradicción: Un votante argentino del 25 de octubre de 2015, si reflexiona con detenimiento sobre tales postulaciones, descubrirá esa brutal contradicción tanto ideológica como de historias personales que lucen los candidatos. Porque no se sabe muy bien si Scioli saldrá proponiendo una reforma económico-política de corte liberal-capitalista, mirando hacia la cuna familiar, así, de cuajo y sin anestesia, o si Zannini [que trae el cromosoma 70 de los años de plomo y del soviet del ‘50, igual que Diana Conti et. al.], motorizará una reforma constitucional del Estado, por lo menos al estilo castrista.
La Señora, a despecho de la Historia, cree que seguirá mandando como lo hace hoy, a una enana corte de obsecuentes, medrosos, oportunistas y ladrones en la gestión. Pero quién sabe si será tan así. La dinámica histórica no la dictan sus caprichos.
De períodos intermedios
Paradigmáticos, los dichos de la Abuela, Dra. [Hc, UNSa] Enriqueta Estela Barnes de Carlotto [85], al decir que Scioli es transitorio. Hay que suponer que Cristina Elisabet Fernández es consciente de que tiene que remontar un período constitucional de gobierno ajeno para postularse nuevamente al Poder rosado. Me atrevo a afirmar que esto es una certeza. De cumplirse el mandato constitucional, deberá esperar cuatro años redondos. Pero es precisamente esta cuantificación la que no figura en la Carta magna. Da por sobreentendido que es de 4 pirulos. Pero, ¿y en caso que el período scioliano-zanninista sea menor en tiempo? ¡Déjese de embromar don Profe...! alcanzo a escucharla a la Vieja mientras baila con la escoba.
Claro pues. Bien puede suceder que, al día siguiente nomás, o al mes, o cuando sea, deba ponerse en ejecución el clarísimo mandato constitucional de la sucesión por muerte, incapacidad o renuncia del Presidente de la República, y así, Scioli deba dejar la alta Magistratura ejecutiva en manos de su segundo Zannini.
¿Qué piensa doña Clota que hará Zannini en un caso así? ¿Ah?
Todo es impredecible en el Planeta K
Menos completar los cuatro años del mandato, nada. Zannini mediante proyecto de ley enviado al Congreso, llamará de inmediato a elecciones, dando por cerrado el período constitucional, y permitiendo a la señora Fernández presentarse, cumplidita con el imperativo legal: Pasó un período, minga de cuatro años, de nuevo la cadena y todas esas cosas. Y sanseacabó.
Hay que ver nomás las caras que lucen los de la enana Corte cada vez que hay cadena nacional [que son muchas veces]. Caras hoscas, sonrisas forzadas y aplausos automáticos, todo lo que sugieren que ocultan una angustia atroz ante el infinito vacío que se abrirá el 10 de diciembre de 2015, o un día después, y que tiene a tanto obsecuente agarrado por las partes.
Imprevisibilidad total como el mismo cambio forzado de moneda, como tanto contrato internacional en que se juega la soberanía, como el petróleo y los granos; la industria y hasta la misma Cultura, llena de superfluos conceptos y frases hechas y cantores y cantoras, pintores y pintoras, artistos y artistas [perdón paisano, pero así le gusta hablar a Ella] que cobran millonadas para hacer la cultura que le indican hacer, por sobre la que es.
Imprevisibilidad política, en fin, en un país imprevisible, si nos atenemos a concebir, por cierto, que también en los demás candidatos a la augusta presidencia de la República es posible advertir lo mismo: Una retórica insufrible.
Y lo que es peor, todo eso en medio del Baile de la Media Rota, que consiste en revolear el adminículo indumentario, practicándole agujeros ad hoc, previamente colmándolo en su capacidad con algún producto excrementicio. No se salva nadie, vea. De propuestas, un joraca, a no ser el descabello de que el 11 de diciembre nos levantaremos sin paco, con el 82%, con casa nueva y un laburo, y con ganas de laburar. Ni hablar de las traiciones mediáticamente popularizadas por los mismos traidores y traidoras, con pestañas postizas y todo: “No voten la lista massista en que figuro, porque me pasé a Scioli” [...a quién hostigara hasta hace unos días nomás, la diputada nacional K Mónica López, autora de esa frase]. Imaginaos, Paisanos, qué previsible puede ser nuestra inmediata historia doméstica con tanta guarangada.
Entonces, pido disculpas en este momento en que digo truco al afirmar que la mesa llena de votos, o la máquina, es lo mismo, convierten nuestro acto ciudadano en una feroz ruleta rusa, en la que, en el mejor de los casos, ni el tiro del final nos va a salir. Y me juego a cantarlo con la hembra en mano y sin saber si en la mesa está el macho de espadas. La duda como método, dicen.
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