Entre uno y dos
puntos lo separan del poder. El debate que tensiona
al equipo del gobernador.
Por Ignacio Fidanza |
Tan lejos y tan cerca. Daniel Scioli está descubriendo que
la distancia es un concepto relativo. Los uno o dos puntos que le faltan para
ganar en primera vuelta, según pasan los días, se vuelven elásticos, como se
supone que ocurre con la materia cuando se acerca a la velocidad de la luz. Una
complicación exasperante que ya empieza a traslucir su rostro, más tenso de lo
habitual.
Esta situación es el tema de conversación en el equipo de campaña
del gobernador y en la Casa Rosada. Los sondeos que manejan, ubican a Scioli en
torno a los 39 puntos y sólo supera los 40 cuando se recurre a la magia de
“proyectar” los indecisos. Música para camaleones.
Los sondeos que el oficialismo se muestra para
tranquilizarse no contemplan además un tema delicadísimo: ¿Cómo afectarán a
Scioli los por lo menos cinco puntos menos que Aníbal Fernández tiene en la
provincia? No hay en el escritorio del gobernador un estudio serio que ausculte
el efecto posible de esa brecha, que si se traduce en un par de puntos menos
para toda la boleta, mandaría a Scioli derecho al ballotage.
Por eso, la gran pregunta, que en el war room de Scioli
merodean como si se tratara de un animal salvaje, es: ¿Dónde buscar esos dos puntos
que separan el cielo del infierno?.
Los análisis cualititivos, focus group, encuestas y demás
técnicas de los aprendices de brujo que asesoran al candidato, sostienen que
consolidado el voto oficialista, ahora los únicos votos posibles de sumar son
los de peronistas que no soportan al kirchnerismo. Y para eso le recomendaron
un menú de acciones concretas.
Sacar la palabra “Victoria” de todas sus piezas de campaña,
dejar de mencionar los “logros” del cristinismo y concentrarse en definir lo
que ofrece de acá en adelante y sobre todo, esconder lo más posible a Zannini,
Kicillof y Mariotto, por ejemplo.
Scioli respondió a sus consejeros, con la lista de oradores
de su acto del jueves en Costa Salguero: Mariotto, Kicillof y Zannini. Y no
sólo eso, ya le prometió a su actual vicegobernador la Secretaría de Cultura,
para martirio de Jorge Telerman.
La “estrategia” de buscar esos votos de peronistas de
centro, choca además con una realidad que amenaza con convertirse en un
boomerang para el Gobierno: la recuperación de Sergio Massa. En el equipo de
Scioli ya han detectado que el líder del Frente Renovador empezó a quedarse con
la misma franja que ellos aspiran a conquistar. “Es lógico ¿cómo vamos a
seducir al votante de un peronismo serio, si contraponemos Kicillof a
Lavagna?”, se lamentan cerca del gobernador.
El lugar común es atribuir a Scioli una suerte de Síndrome
de Estocolmo que lo limita psicológicamente a la hora de tomar distancia de sus
antiguos secuestradores, versión que se alimenta cuando se ve la devoción de su
entorno más cercano por quedar bien con el camporista Wado de Pedro.
Sin embargo, Scioli también es el que envía señales de
autonomía y cambio con Julián Domínguez, Miguel Bein y Juan Manuel Urtubey.
“Está regulando”, explican cerca suyo. La pregunta es en todo caso, si es
posible ganar una elección presidencial regulando.
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