viernes, 16 de octubre de 2015

El escenario vacío

DONDE NO SE SABE MUY BIEN QUIENES SON LOS ACTORES, 
Y QUIENES LOS COMPARSAS

Por Martín Risso Patrón
«El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los porotos, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político [...] ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.»

BERTOLT BRECHT [1898-1956], dramaturgo y poeta alemán.

La República y el Teatro

En el Teatro, como arte clásica, hay formas arcaicas de representar todo lo que la imaginación, la experiencia, la memoria y la misma Historia no pueden representar en un breve tiempo y en un lugar adecuado para que todo parezca real. En media hora, pasan siglos; formas arcaicas que persisten, vestidas de modernas. En ellas encontramos maneras concretas de mentir un desmayo, una muerte y el amor; también el odio. El Teatro no ha muerto por esto: La mentira sublime, el libreto, el escenario y los actores. “Lo dijo Picasso: La única misión del artista es convencer al mundo de la verdad de su mentira...”, citado alguna vez por René Lavand, el manco argentino sublime cultivador del arte [paradojalmente] prestidigitador. Sólo que frente a la mentira sublime del Teatro, en la realidad se antepone la mentira procaz de los políticos.

Todo, en Platón, era revelación de una Verdad inmutable, pero lejana, a la que sólo se podía percibir por reflejo. Por lo tanto, la realidad, era una especie de escena [el escenario]. En La República, Platón describe unos hombres que desde que nacen viven en una caverna, mirando a una pared sin poder dar vuelta sus cabezas para mirar hacia atrás, donde hay una luz que ilumina objetos y seres vivos, cuyas sombras se proyectan sobre la pared donde tienen fija la mirada. Si alguno de ellos se da vuelta, caerá en cuenta de las cosas que de verdad son y de las cosas que aparentan ser, y los que todavía permanecen atados en la caverna, creyendo algunos que esta es la sabiduría, no harían más que ver sombras, imágenes superficiales, cambiantes e imperfectas que no permitirían otra cosa que aquellos tomen la mentira como verdad. Mientras lo que la vieron en directo, vieron la Verdad.

Como forma de vida concreta en la sociedad moderna, la República es una construcción colectiva, acordada por la ciudadanía de un Pueblo, que se muestra no como tal cual es, sino en imágenes. No se desnuda, porque no lo considera necesario. La ciudadanía del Pueblo ya tuvo su Verdad en el voto, que es el momento sublime en el que puede mirarla de frente. Y dadas las circunstancias históricas que estén transcurriendo, dinámicas por cierto, los actores [que son aquellos que la vieron por un momento, los paisanos de a pie], pasan a ser comparsas, pues como por manipulación de un truco de suplantación, sus mandatarios [los gobernantes], asumen su mentira por verdad. Porque ellos no son más actores que lo que es el Pueblo, y en definitiva serán comparsas calificados, que no es poco. 

Entonces, como los actores clásicos griegos de un drama o una tragedia, actuarán con sus máscaras agigantadoras de la voz y sus zapatones imponentes, los coturnos, que les darán una falsa gran estatura.

Mientras el pueblo griego era consciente de que el actor sólo mimetizaba a un personaje, hoy, en la Democracia actual republicana, en esta metáfora teatral que planteo, el Pueblo se queda mirando la pared de la caverna, como en el mito platónico, satisfecho de la verdad de la mentira.

La escena está vacía

Situándome ya en la realidad de nuestra amada comarca, y siguiendo aquella comparación entre el Mito y el Arte escénico, advierto que no existen indicios de que la República se exprese en un libreto, el esperado, ese del progreso, de la ley discutida y consensuada, del carpe diem satisfecho de sí mismo, que es el cada día en las calles y las casas. Y sí advierto que se muestren los actores populares de cara al fondo de la caverna, con la única Verdad, que no es la realidad.

Vaciada de contenido, nuestra enorme República pequeña, la de este amado Valle de Salta y sus entornos, se manifiesta mediante la actuación de los que ocupan accidentalmente los estrados del Poder político que, lealmente aclaro aquí, son: El ejecutivo y el Legislativo. Excluyo al de los Jueces, debido a que sus funciones son esencialmente jurídicas y judiciales, y si hubiera una función de contenido Político, esa está reservada a la Corte de Justicia, destinada a releer la Constitución y las leyes, cuando así lo requiera algún litigio. Vaciada dije, porque no hay libreto que siga una línea lógica con el mandato popular periódico. El Gobierno administrador, hace lo que le viene en gana, porque sus legisladores, mayoritarios en el recinto legislativo, aprueban las leyes a su medida; entre ellas, la de cesión de facultades presupuestarias, como ser la libre disposición de las partidas destinadas para algo, que son derivadas a cualquier cosa coyuntural o innecesaria, alimentadora de la corrupción.

Entonces, el Gobierno se convierte en generador de pan, paz y trabajo; de aniquilación de la violencia. También de dispensador de la seguridad pública y la paz social. Todo fuera de libreto; toda una mentira. Porque no sé si lo sabe usted, mi querido Paisano: Usted, doña Clota y yo, cualquier ciudadano de este Valle, somos los que pagamos lo que inventan los administradores del presupuesto, y también los estropicios que cometen y encima nos echan la culpa cuando algo no funca. El libreto, la Constitución, no existe. Entonces, el escenario está vacío, aunque en él gesticulen aquellos que no se sabe muy bien si son actores o comparsas. Una última cosita: Como no hay libreto, estos gesticuladores se apoyan en el Relato, que es ese adminículo populista construido para decir de verdad tanta mentira, pero fuera de libreto y de dirección de escena.

Así es como llega el tiempo electoral, aquel que le señalaba, Paisano querido, que es cuando vemos cara a cara la República en el espejo de un voto en nuestras manos, y podemos imaginar cosas y fantasear con un futuro. Ahí es donde los comparsas devenidos actores se cambian la careta y bajan, literalmente bajan, para caminar junto a nosotros, los pedestres. Con un relato nuevo en el que ellos, todos son dios; dispensadores de todo lo imaginable. Con el agravante de que se les suman los que sacan sus disfraces teatrales para ver si les toca sopar esta vez, algo del Poder; los que son tan como usted y yo, pero tienen muy asumido un personaje, que, cuando llega la hora de convocar a elecciones, se creen, también dios. Solucionadores de todo. Veamos.

El recién ascendido a vicegobernador aún sin mandato Miguel Ángel Isa, publicita, poniendo en las pantallas a tres paisanitos de barrio, simples, empobrecidos y la voz en off declama: “...ahora tienen donde dormir, tienen DNI, pueden estudiar, comen y tienen frazadas...” y un amarguísimo etcétera, sólo porque a Isa alguien le sopló que haga un Refugio para Gente en Situación de Calle, que no es más que un eufemismo para designar a un lugar donde amontonar a esos crotos, picheros, linyeras, prostitutas y toda la vagancia que el mismo sistema creado sin libreto arroja, vomita a la calle día a día en esta espantosa exclusión a la cual los mandamases utilizan para encaballarse y ser obscenos semidioses que por un acto de voluntad les dan a los paisanos cosas que los excluyen más, por el simple hecho de convertirlos en clientes. Esa impúdica propaganda finaliza: “Ciudad que crece, ciudad que avanza, Gestión Miguel Ángel Isa”, etcétera. Se la puede escuchar por la radio, y ver en la televisión abierta y también en la cableada. Resulta entonces que Isa inventó y da lo que por mandato constitucional ha sido su propia obligación y la de sus mandamases más altos, nunca cumplida y generadora de males que propagandea como solucionados por él mismo.

Pues esa es la escena vacía, Paisano; vacía de moral, vacía de ética, vacía de Verdad. Nítidamente se ve en estos momentos de corrida desfachatez electoral.

El escenario está de estreno corrido, pero sigue vacío

Hace más de dos años, y por razones electorales, que la República está quieta. El Congreso de la República no legisla otra cosa que leyes rimbombantes pero de contenido tan general, tan superfluo, que dan pavura, vea. Leyes de la Juventud, que organizan, encolumnándola, a la naturaleza humana en su expresión más fresca: El ser joven. Preguntar a la hija del Intendente Isa, sobre cuáles son los argumentos concretos, siquiera para comenzar a discutirla en el Congreso. Recurrir a los jóvenes para mimetizarlos con un relato populista, sesgado y etiquetador. Generar fascios debidamente disciplinados. También se discuten y votan leyes absolutamente vacías de ordenamiento para que el Ejecutivo se responsabilice de algo: Modificaciones ministeriales, burocratización obscena [secretarías de abordaje de esto, de aquello, de lo demás allá], laberinto donde fatalmente se diluye toda responsabilidad con nombre y apellido. Cada centavo de un presupuesto que se convierte en dádiva procaz quitadora de responsabilidad, aniquiladora de la voluntad de trabajo, requiere de una Ley del Congreso o de la legislatura provincial. Mientras tanto, hay leyes vigentes en estricto desuso [desuetudo dicen los bogas] que, de realizarse, otro gallo cantaría; como la ley provincial de Educación y su consecuente Estatuto, nunca sancionado.

Cuando cae el telón

Hoy los Scioli, los Massa, los Macri y sus comparsas suman toneladas de soluciones a los problemas creados, repetiré hasta el cansancio, por el mismo sistema al que pertenecen. Si analizamos sus discursos de campaña, nos preguntamos: “Si todos tienen las mismas soluciones, entonces para qué miesca van separados a las elecciones y organizan sus propias cáfilas de legisladores nacionales... ¿Ah?” No debiera ni haber elecciones, si son todos iguales de semidioses. Pero no se olvide mi Paisano, que la escena está vacía, y los de a pie estamos mirando la verdad de la mentira. Cada cual quiere el Poder. Punto.

El Aparato le da a Scioli la propaganda ¡qué propaganda, mire vea...! Mientras habla de la Seguridad pública como un ícono de la Democracia, la cámara panea por sobre las ordenadas formaciones que sugieren obediencia, fortaleza, orden, disciplina y garrote. No se sabe muy bien si son escuadrones policiales, o fuerzas de choque, o brigadas de choque, o Sturmabteilung [Secciones de Asalto, nazis], o la Brigada Social de Franco. Pero ahí están; exactamente como el entorno y en un escenario idéntico al de los discursos de Hitler, Stalin y Mussolini. Aquí debo ser otra vez leal: Coincido en la descripción [en nada más], que hace aquella desagradable anciana del pañuelo blanco, de esa propaganda, cuando dijo parece Mussolini. Pero sé que se regocija en el fondo.

Y al caer este telón sobre la triste escena vacía, muchos se prueban trajes de comparsa para un hipotético gobierno futuro de Scioli. Entre ellos, Juan Manuel Urtubey, recién iniciando su Tercera Época en la provincia de Salta. Corre el bolo que iría de Canciller. Entonces, me pregunto: ¿Canciller para dialogar, tratar, discutir, alegrarse y amargarse con las teocracias, los populismos, las democracias, los totalitarismos, los paraísos fiscales, etcétera, que adornan este Planeta? Y me respondo: Si ni siquiera es capaz de dialogar con los Tobas, los Tapiete, los Ava-Guaraní, los Wichí, los Collas, y todas las etnias; los Docentes, los gremios levantiscos, los campesinos, los productores rurales que son la base vital, entre muchos más, de la provincia de Salta. Dialogar se entiende, proporcionando calidad de vida, responsabilidades, trabajo, servicios, moral, respeto cultural, sueldos dignos que no bolsones, tetrabrikes y choripanes electorales.

Me lo están cortando verde, a don Urtubey, y él cree que es el galán de esa obra que todos vemos al final de la Caverna, en un escenario vacío, pero en el que las sombras se regodean imaginando que estamos haciendo Verdad de la Mentira.

Y para el final, comento el anatema de Bertolt Brecht que inicia este triste despacho. Y lo hago, transcribiendo uno de sus propios apotegmas, y de los más claros: “Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad”.

© Agensur.info

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