martes, 15 de septiembre de 2015

Filosofar con el cuerpo

¿Por qué llaman tanto la atención unas tetas pintarrajeadas? Las Femen 
(y las Pussy Riot) cuentan su historia en tres volúmenes.

Por Gabriel Arnaiz

Pensamos que estamos curados de espanto y que las provocaciones eróticas que protagonizaba Diógenes el cínico ya no podrían escandalizarnos hoy día (como la de masturbarse en mitad del ágora). No es verdad; aún seguimos siendo más puritanos de lo que pensamos.

O si no, ¿por qué prestan los medios tanta atención a las lozanas tetas pintarrajeadas con consignas políticas de unas jóvenes que protestan contra la explotación patriarcal de la mujer? ¿Quién no ha visto en la tele los bustos airados de estas pacíficas terroristas forcejeando infructuosamente contra las fuerzas patriarcales del orden que intentan desalojarlas de algún lugar sagrado (un parlamento, una iglesia, una cumbre...) que ellas han mancillado con su impertinente desnudez? Y, sobre todo, ¿cómo es posible que unos pechos femeninos desnudos sigan perturbando tanto a la gente? Ellas mismas nos lo cuentan: “Cuando la mujer sale en topless a protestar demuestra que es capaz de liberarse de los límites establecidos por los hombres en torno a su sexualidad. Su cuerpo dice: «Estoy desnuda, soy libre, estoy dispuesta a abrazar al hombre que quiera». Eso enfurece a los hombres. Es algo que ellos no pueden controlar. El pecho desnudo los enfurece aún más, ya que es el instrumento a través del cual alimentan a sus hijos. Y de pronto ese instrumento se pasea libre. Si los pechos no sirvieran para amamantar, no causarían tanta conmoción. [...] Además, ¿qué derechos tienen las mujeres para situar en su pecho sus proclamas e ideales? ¡Menudo escándalo! Para nosotras tiene un sentido profundo: la mujer ha sobrepasado los límites que la comunidad masculina le ha impuesto”. Las Femen piensan que a la mujer se le ha arrebatado su propio cuerpo y se le ha sometido a una monstruosa explotación patriarcal.

“Sextremismo”

Como buenas discípulas de Diógenes, las Femen prefieren filosofar con su cuerpo a escribir largos tratados sobre el tema, y por eso en sus performances utilizan sus tetas al aire como un “arma poderosa y desmoralizante para derrocar los fundamentos de una cultura patriarcal podrida”. Recordemos que su divisa es: “¡Mi cuerpo es mi arma!”. En su manifiesto fundacional defienden el sextremismo, es decir, “la rebelión de la sexualidad femenina contra el patriarcado a través de actos políticos extremos de acción directa”. Los métodos no violentos pero agresivos de las Femen se parecen mucho a los que usan las integrantes del grupo musical Pussy Riot (encarceladas por acciones similares), pues ambas utilizan “medios del activismo artístico cada vez más radical con fines puramente políticos”, aunque las Femen “se niegan deliberadamente a considerarse artistas”.

Feminismo pop

El libro cuenta por qué estas cuatro jóvenes rusas (Anna Hutsol, Oksana Shachko y las hermanas Inna y Alexandra Shevchenko) decidieron enfrentarse a la dictadura, el clericalismo y la industria del sexo de su país y cómo el grupo inicial se convirtió en un movimiento global con objetivos políticos más ambiciosos, con delegaciones en otros países, con su propia página web (donde se pueden comprar camisetas con estampaciones de sus propios senos), y sobre el que se ha hecho hasta un documental: Je suis Femen. Según Anna, “Femen es más bien una mezcla subversiva de política, sexo, escándalo, agresión y un arte que podríamos denominar feminismo pop”. A algunos les causan rechazo, pero también suscitan grandes dosis de simpatía y empatía, quizá sea por su mezcla de osadía y quijotismo, o por la bofetada cínica que implican sus acciones. Ellas creen que son la avanzadilla de una revolución femenina mundial. Y ojalá tengan razón.

© Filosofía Hoy

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