¿Por qué llaman tanto
la atención unas tetas pintarrajeadas? Las Femen
(y las Pussy Riot) cuentan su
historia en tres volúmenes.
Por Gabriel Arnaiz
Pensamos que estamos curados de espanto y que las
provocaciones eróticas que protagonizaba Diógenes el cínico ya no podrían
escandalizarnos hoy día (como la de masturbarse en mitad del ágora). No es
verdad; aún seguimos siendo más puritanos de lo que pensamos.
O si no, ¿por qué
prestan los medios tanta atención a las lozanas tetas pintarrajeadas con
consignas políticas de unas jóvenes que protestan contra la explotación
patriarcal de la mujer? ¿Quién no ha visto en la tele los bustos airados de
estas pacíficas terroristas forcejeando infructuosamente contra las fuerzas
patriarcales del orden que intentan desalojarlas de algún lugar sagrado (un
parlamento, una iglesia, una cumbre...) que ellas han mancillado con su
impertinente desnudez? Y, sobre todo, ¿cómo es posible que unos pechos
femeninos desnudos sigan perturbando tanto a la gente? Ellas mismas nos lo cuentan:
“Cuando la mujer sale en topless a protestar demuestra que es capaz de
liberarse de los límites establecidos por los hombres en torno a su sexualidad.
Su cuerpo dice: «Estoy desnuda, soy libre, estoy dispuesta a abrazar al hombre
que quiera». Eso enfurece a los hombres. Es algo que ellos no pueden controlar.
El pecho desnudo los enfurece aún más, ya que es el instrumento a través del
cual alimentan a sus hijos. Y de pronto ese instrumento se pasea libre. Si los
pechos no sirvieran para amamantar, no causarían tanta conmoción. [...] Además,
¿qué derechos tienen las mujeres para situar en su pecho sus proclamas e
ideales? ¡Menudo escándalo! Para nosotras tiene un sentido profundo: la mujer
ha sobrepasado los límites que la comunidad masculina le ha impuesto”. Las
Femen piensan que a la mujer se le ha arrebatado su propio cuerpo y se le ha
sometido a una monstruosa explotación patriarcal.
“Sextremismo”
Como buenas discípulas de Diógenes, las Femen prefieren
filosofar con su cuerpo a escribir largos tratados sobre el tema, y por eso en
sus performances utilizan sus tetas al aire como un “arma poderosa y
desmoralizante para derrocar los fundamentos de una cultura patriarcal
podrida”. Recordemos que su divisa es: “¡Mi cuerpo es mi arma!”. En su
manifiesto fundacional defienden el sextremismo, es decir, “la rebelión de la
sexualidad femenina contra el patriarcado a través de actos políticos extremos
de acción directa”. Los métodos no violentos pero agresivos de las Femen se
parecen mucho a los que usan las integrantes del grupo musical Pussy Riot
(encarceladas por acciones similares), pues ambas utilizan “medios del
activismo artístico cada vez más radical con fines puramente políticos”, aunque
las Femen “se niegan deliberadamente a considerarse artistas”.
Feminismo pop
El libro cuenta por qué estas cuatro jóvenes rusas (Anna
Hutsol, Oksana Shachko y las hermanas Inna y Alexandra Shevchenko) decidieron
enfrentarse a la dictadura, el clericalismo y la industria del sexo de su país
y cómo el grupo inicial se convirtió en un movimiento global con objetivos
políticos más ambiciosos, con delegaciones en otros países, con su propia
página web (donde se pueden comprar camisetas con estampaciones de sus propios
senos), y sobre el que se ha hecho hasta un documental: Je suis Femen. Según
Anna, “Femen es más bien una mezcla subversiva de política, sexo, escándalo,
agresión y un arte que podríamos denominar feminismo pop”. A algunos les causan
rechazo, pero también suscitan grandes dosis de simpatía y empatía, quizá sea por
su mezcla de osadía y quijotismo, o por la bofetada cínica que implican sus
acciones. Ellas creen que son la avanzadilla de una revolución femenina
mundial. Y ojalá tengan razón.
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