Anulación
o no, se impone persecución judicial y cárcel
efectiva para los responsables del
fraude
Por Martín Risso Patrón |
Otra
vez con las discusiones estériles y esterilizantes. Ahora resulta que el
burócrata de turno para las elecciones, Alejandro Tullio, incrustado por cierto
en el riñón del Régimen, pontifica que “quemar urnas no es fraude”
propinándole un escupitajo sobre la sangrante herida que tiene la República a
consecuencia de lo acontecido en Tucumán.
Con eso, envolvió en papel de regalo
un nuevo, nuevito hueso de goma para que el Pueblo [víctima moral de
esos hechos] juegue entretenido mientras la transa sigue ante sus
propios ojos. La Justicia electoral tucumana, encontró todo transparente y
bruñido. La señora Fernández y su séquito aplaudidor: “...el triunfo en
Tucumán no se toca”. La opo, afectada naturalmente por el
bochorno, y con legítimo interés, llora y llora y llora sentada en el umbral,
como el ciego de Carriego. Mientras, el Pueblo no comprende este horror más
allá de lo anecdótico y del “todos los políticos son corruptos y nada se
puede hacer” pero va y vota puntualmente dos, tres, cuatro y hasta pueden
ser cinco veces en un año, según el menú envenenado que le ofrece tanto
salvador de la Patria. Y vota y vota listas que miden metros cuadrados de
superficie que contienen nombres, nombres y más nombres de gente que no tiene
ninguna otra significación que la de ser colector, o acoplador, o futuro
tránsfuga.
El
médico Juan Manzur ríe socarronamente escuchando frente a
frente a su oponente radical, el senador de la República, Odontólogo José
Manuel Cano [50], desgañitarse pidiendo justicia, y el gobernador en
funciones José Alperovich & Sra. vituperan a la Democracia y a
los derechos humanos como si fuera un mandato bíblico. O de su antiguo
jefe político el general Antonio Domingo Bussi [f].
El
asunto es que, por hoy, el diario trabajo de fiscalizar el recuento que se está
haciendo a urna abierta en el Jardín de la República se convirtió en un muermo
de esplín para los fiscales, que estallan en ira cuando se descubren más y más
fraudulentos números borrados, celdas vacías en los formularios, firmas de
fiscales y autoridades de mesa adulteradas, cantidades insondables de papeles
de nacimiento espontáneo, etcétera. El secretario electoral tucumano legaliza e
intenta legitimar tanto desbarajuste.
Y
a nadie se le mueve un pelo.
Breve
memoria descriptiva
En
el país, este año 2015 está perdido para otra cosa que no sea consumir
porcentajes de intención de voto, sondeos, prospecciones y entrevistas con
candidatos, precandidatos, no-candidatos y ex candidatos, muchos de ellos
legisladores en funciones. A propósito, las Cámaras legislativas tanto en la
provincia como en el Congreso nacional, en silencio sepulcral, con el cartelito
“no se atiende” colgado en el vidrio de la puerta, a no ser para sancionar
intereses del Poder con mayoría. Creo que se entiende.
Así
las cosas, cada provincia con sus primarias y sus generales, dejaron un mensaje
muy claro: No hubo elección sin denuncias de fraude. Para el caso,
Santa Fe y Salta dejaron su impronta. Con o sin voto electrónico, se
habló de fraude. Lista única y listas múltiples, códigos-fuente o pupitres
llenos de papeles; un muestrario de cosas que debieran definir cuál de los dos
sistemas de votación es el que no admite fraude. Pero la cuestión es que, a la
luz de los hechos, positivamente, ambos son legítimos de origen. ¿Entonces?
Tenemos
el efecto “hueso de goma”; discusiones interminables acerca de qué es
lo mejor: El chip, o el papel. Mientras, lo que están en el ajo, se
divierten imaginándose a sí mismos el lunes 26 de octubre con el macho, la
hembra y el siete de espadas y encima 28 de mano por las dudas para el primero.
Porque ¿sabe por qué querido Paisano? Sencillamente porque entre la carga de
datos y la salida de resultados hay sólo un jeme, el que marca la distancia que
hay desde la Orden y hasta la maniobra espeluznante de cambiar la historia de
un plumazo.
Tenemos
así formulado el Primer Principio de la obviedad: Todo sistema
de votación nace seguro, hasta que se topa con la realidad de las necesidades
de quienes tienen la botonera del Gran Aparato del poder. Entonces ¿qué sucede
cuando hay maniobras, manipulaciones e incineración de urnas y ocultamiento de
códigos-fuente? Nada, con el primer principio de la obviedad, no pasa nada; y
emerge el Segundo Principio de la Obviedad: Todo fraude electoral,
es independiente del mecanismo utilizado, dependiendo sólo de la voluntad del
que quiere y puede alterar la información. Por lo tanto, nada de demonizar al
papel o al chip. Total ambos, dadas ciertas circunstancias, se convierten en
papel; sí, eso mismo, papel higiénico.
Cuando
hay delito, hay delito
Este
es el Único Principio de Perogrullo, aplicado al Derecho Penal,
parte general y parte especial. Aplicándolo entonces a la cuestión que estamos
tratando, hallamos que aparece el axioma que sostiene que, independiente de la
existencia de una forma u otra que haya tomado el sistema de voto popular,
cuando hay algún tipo de alteración de resultados [que se manifiesta en un
estado de malestar de algunos frente a comprobaciones empíricas de hechos
anormales], entonces hay voluntad de quebrantar la Verdad violentando los
sistemas, y con ello, eludiendo la decisión de algunos de los votantes,
perpetrar lo que es, sencillamente, el delito de lesa República de
violentar la voluntad popular, médula del Estado.
Así
nomás es; si se viola el sistema republicano, hay delito [confr. Constitución
Nacional, artículos 36 y 37], y si hay delito, debe haber una exhaustiva
investigación, más teniendo en cuenta que, dada la naturaleza del bien
jurídicamente protegido, de carácter difuso, constituye notitia
criminis, cosa que obliga a cualquier juez o fiscal a actuar de facto,
de hecho.
Final
Huelgan
mayores comentarios sobre los deplorables sucesos del Jardín tucumano. Podrán
tomarse las medidas políticas y técnicas que se considere necesario tomar:
Modificar los sistemas de elección democrática; podrán anularse o no las
elecciones. Lo que no podrá obviarse, es considerar la médula de esta cuestión: Alguien,
con poder político ha delinquido en contra de la República, y para ello ha
utilizado un número indefinido de cómplices. Entonces, la Justicia, en la
jurisdicción que corresponda, debe actuar como debe ser: Perseguir,
procesar y condenar, duramente, si correspondiere, a los responsables.
La
República tiene los medios, y deberá utilizarlos. Esto será garantía para que
los ciudadanos y ciudadanas argentinos hayamos de tener suficientes razones
para sentirnos seguros, esperanzados y fuertes.
De
otra manera, seremos rehenes eternos, o mejor dicho esclavos, de la absoluta
ausencia de normas que nos contengan dentro de los límites del Estado de
Derecho. Anomia, que le dicen.
Edición impresa: Semanario "Nueva
Propuesta"
Edición digital: www.agensur.info.com
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