jueves, 3 de septiembre de 2015

El “síndrome del pato rengo”

Por J. Valeriano Colque (*)
Si la expresión “el que se enoja pierde” tiene un fiel devoto en la política argentina, ese es Daniel Scioli, ganador de las elecciones primarias y aspirante a suceder a Cristina Fernández desde el Frente para la Victoria.

Con esa “filosofía” de cabecera, atravesó el campo minado que dentro de su mismo espacio le sembró el kirchnerismo puro, para hacerle más tortuoso el camino hacia la postulación.

Sostenido por su ambición política, el hombre no se enojó y resistió agravios, descalificaciones, maltratos y desprecios por parte de Cristina Fernández de Kirchner, y de allí para abajo de gran parte de los sectores internos que no abrevan en el peronismo tradicional.

A la hora de pensar en el relevo, a Cristina no le quedó otra opción válida que convertirlo en su candidato. Eso mostró a la vez una fortaleza de Scioli y una debilidad del kirchnerismo que, a desgano y obligado por las circunstancias, ahora debe apoyarlo.

Las tensiones internas en el oficialismo que presagiaban estas circunstancias alcanzaron niveles no conocidos. Ya no se trata de visiones diferentes sobre determinados temas, ni de actitudes más contemplativas de Scioli frente a quienes la militancia y hasta la propia Presidente consideran enemigos del modelo.

La desconfianza. Lo que ha comenzado a visualizarse con claridad en el Frente para la Victoria desde que se conocieron los resultados de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (Paso), es una abierta lucha por el poder y por la manera en que lo ejercerá Scioli si es consagrado presidente.

El frustrado viaje de descanso a Italia, la crisis de las inundaciones en la provincia de Buenos Aires y el escándalo con denuncias de fraude y represión policial en Tucumán son tres episodios que han resultado negativos para la campaña del bonaerense. Lo singular es que en el propio sciolismo están convencidos de que hubo participación kirchnerista en el fogoneo mediático que se hizo de esos temas.

“Daniel no puede decir en público que Cristina le está haciendo la vida imposible, pero eso sucede”, afirma un conocido integrante del comando de campaña de Scioli. La queja, de todos modos, llegó en estos días a los medios por boca del gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, quien decidió abandonar el off the record ante el cariz que tomaron los acontecimientos.

“El dueño de las decisiones y quien ejerza el poder en plenitud será Daniel”, sostuvo el salteño, luego de deslizar fuertes críticas a la política económica que mantiene casi en estado de quebranto a las producciones regionales; reconocer que hay pobreza, que hay inflación, que hay inseguridad, etc., etc. Pareciera ser que desde el 10 de Diciembre de 2007, fecha en que asumieron Cristina de Kirchner como Presidente y Juan Manuel Urtubey como Gobernador de Salta, hasta mediados de Agosto de 2015 cuando el mandatario salteño firmó la refinanciación de la deuda de la Provincia con la Nación, no había crisis en las economías regionales, no había inflación, no habían pobres, no había cepo cambiario, no había inseguridad, etc, etc. ¿Por qué antes se defendía a capa y espada el modelo?  En el Congreso, todos los proyectos enviados por el Gobierno se aprobaron tal cual eran enviados, a libro cerrado, aplicando las mayorías en Diputados y en Senadores.

El ministro del área, Axel Kicillof, venía de decir delante de Scioli que “el candidato es el modelo y seguiremos así”. Urtubey y la mayoría de los gobernadores peronistas consideran que el candidato debe mostrarse, desde ahora, más autónomo del esquema que encabeza Cristina.

Sin embargo, cuando el Gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti y su continuador Juan Manuel de la Sota solicitaron a todos los gobernadores, fundamentalmente a los Justicialistas, hacer una presentación conjunta ante el gobierno nacional a los fines de solicitar el reintegro del aporte del 15% con destino a las AFJP, porcentaje surgido en virtud de la firma del Pacto Fiscal suscripto entre las Provincias y la Nación durante la presidencia de Menem, habida cuenta que al estatizarse el sistema previsional no tenía sentido dicho aporte. Por supuesto, salvo el gobernador de Santa Fé, Hermes Binner, el resto se negó a acompañar al Gobernador de Córdoba, porque consideraron que era “petición fuera de lugar”, no querían enfrentarse con Cristina.

Allí está quizás el núcleo de esa confrontación interna. La Presidente quiere conservar su poder intacto hasta el último día y eso resulta contradictorio para la campaña de Scioli, que necesita votos moderados que ya dan por concluido el ciclo de dureza kirchnerista.

Aludiendo al “síndrome del pato rengo”, o sea el debilitamiento que sufre hasta el fin del mandato la persona que va a ser reemplazada, varios gobernadores observan que Cristina ya ha comenzado a renguear, y que si el peronismo quiere mantenerse en el Gobierno, Scioli debe tomar distancia.

La oportunidad. Con el oficialismo preocupado por esa oscura disputa interna, Mauricio Macri y Sergio Massa confían en fortalecer la opción opositora y ganar terreno en el electorado no kirchnerista.

Ambos manejan encuestas en las que el escenario de balotaje es inevitable y han comenzado a mostrarse cerca. Por ahora, en la necesidad de modificar el vetusto sistema electoral que desencadenó el escándalo en Tucumán, pero esas coincidencias podrían no terminar allí.

Para muchos, se acordaron tarde de buscar miradas comunes, porque ya no es posible una ingeniería electoral conjunta para el 25 de octubre. Pero ese acercamiento es por sí solo un mensaje al 61 % del electorado que prefirió no votar en las primarias al candidato del kirchnerismo.

La ofensiva contra las inaceptables prácticas clientelares que siguen vigentes en la mayoría de los distritos es una música que los sectores moderados quieren escuchar y la oposición no se privó de ejecutarla para lograr beneficios.

A menos de dos meses de la elección, y aunque a Scioli le falten sólo 6 puntos para llegar al 45 % que lo consagraría como presidente, el grado de dificultad para alcanzar ese objetivo parece haber aumentado. Pero sigue siendo una historia con final abierto.

Lo único que importa es conseguir o defender el cobijo rentado

Con el escándalo de las elecciones tucumanas, nadie se privó de catalogar al gobierno de José Alperovich como "feudal".

Si el calificativo refiere a la dependencia de una amplia franja de tucumanos obligados a comer de la mano de un gobernador, es difícil confirmarlo: la opacidad de las cuentas públicas (no sólo tucumanas) es proverbial. Ni siquiera la Anses (a la que aportan los empleados públicos provinciales y municipales tucumanos) publica esos datos desagregados por provincia.

Pero hay una estadística que puede dar una idea. Según la Anses, en Tucumán había, en el primer trimestre de este año, 159.151 empleados privados en blanco, aportantes al sistema. Es apenas el 15,5 % del 1,02 millón de tucumanos que hoy tienen entre 15 y 65 años de edad (*).

La cifra está bien por debajo del promedio del país, donde el 23,3 % de la población (del mismo grupo de edad), aporta al sistema de seguridad social por el sector privado.

Esto implica que en Tucumán una enorme porción de la población depende para sobrevivir de algún puesto en oficinas nacionales, provinciales o municipales. O de un subsidio. O debe sumergirse en la marginalidad del empleo en negro.

A defender la ciudadela. Lejos de los parámetros una sociedad moderna y productiva, en estas condiciones resulta obvia la desesperación por el control del aparato estatal: son cientos de miles de personas pujando por entrar a la ciudad amurallada del señor feudal. No hacerlo significa quedar a la intemperie. Fuera del presupuesto público.

Tal vez eso también explique que en la última elección se presentara un candidato a puestos electivos por cada 44 electores.

Y explique la violencia, los escasos valores democráticos y la aparente ausencia de toda orientación ideológica puesta de manifiesto por quienes disputaron la elección.

Es que nada de eso importa. Lo único que importa es conseguir o defender el cobijo rentado. Fuera de las ciudadelas fortificadas de Tucumán sólo sobrevive a duras penas un sector privado de cañaverales, ingenios, papeleras y plantaciones de limoneros, castigado por el desequilibrio cambiario y la presión impositiva en que incurrieron los señores feudales de todo el país para mantener su costoso sistema de poder. Que consiste, justamente, en amontonar cada vez más clientes en sus aparatos estatales.

(*) Proyecciones de población de Indec para el año 2015. La edad legal para trabajar es a partir de los 16 años de edad. Pero los grupos etáreos que publica Indec sólo permiten el cálculo de la población a partir de los 15.

(*) Economista

© Agensur.info

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