martes, 8 de septiembre de 2015

El mundo según Cristina

Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)

Descreo profundamente de los que dicen que al kirchnerismo no le entraron las balas desde que nació gracias al poder descomunal que construyó. Primero, porque ese mismo poder que construyeron lo hicieron, en gran parte, gracias al verso. Y segundo, porque la gran pata que equilibra esa mesa la brindó una oposición que no estuvo a la altura de las circunstancias.

A un mecanismo consuetudinario de choreo disfrazado de pragmatismo con consciencia social no se le puede responder con moralismo. Va con onda, pero si un grupo de cacos se meten en mi casa, me morfan la comida, usan mis instalaciones y se llevan hasta los palitos chinos descartables, no van a aflojar si les grito “inmorales” ni mucho menos si intento convencerlos de que así no se hacen las cosas. Y eso es lo único que escuché durante años: que apoyamos la expropiación de YPF por espíritu partidario, que estamos de acuerdo con la repatriación de nuestra aerolínea de bandera por respeto a nuestro nacionalismo gastador de billetes que no tenemos en empresas que no necesitamos, que te apruebo tu ley de presupuesto si vos me aprobás la mía, que te apoyo al kirchnerista Ibarra para frenar la vuelta del neoliberalismo empresarial de Macri, que te apoyo a Macri y su cofradía de peronistas conversos para frenar a la mafia del peronismo, que hay que cambiar lo malo y dejar lo bueno aunque no sepamos qué mierda es, que hay que hacer un cambio grande, que hay que hacer el cambio justo, que hay que dejar las cosas como están, pero eso sí, mejor administradas.

Con tamaña oposición, es lógico que una mina que celebra el día del niño un sábado seis días después de la fecha correcta te termine dando clases de estadismo. No, ni siquiera puede decir que se equivocó de domingo. Una mujer que no tiene problemas en resaltar que los nuevos trenes de Ferrovías se los compraron a una empresa argentina sin temor a que ningún dirigente de la oposición le diga que es la misma empresa que tiene la concesión de Ferrovías ––o sea, le dan guita para que se compre los trenes a sí mismo–, tranquilamente puede quedar como la versión femenina de Churchill mientras agradece la presencia del presidente de River “porque además de haber renovado toda la vía, miren los durmientes, ustedes pueden ver los durmientes, son todos durmientes de premoldeados nuevos que se han hecho”, como si D’Onofrio fabricara durmientes.

Puedo entender que no quieran confrontar en medio de la campaña, pero nunca lo hicieron en serio. Tienen enfrente a una mujer a la que cagan a bocinazos y dice que “es gente que está contenta”. Vamos, le tiran una piedra y agradece por el rústico regalo, no es muy difícil.

Ahora la tienen ahí, dando clases de lo que ella define como “geopolítica, estúpido” por Twitter a la hora de la cena. Sí, la misma nami que, de tan visionaria, terminó paseando de la mano de Kadafi por las calles de Trípoli y que creyó un negoción entregar una porción de soberanía a la potencia China a cambio de unos billetes que perdieron su valor tan rápido que algunos monetaristas piensan que capaz en el Central habita alguna bacteria que enferma al papel moneda.

El Financial Times saca una nota en la que advierte que Brasil, Rusia, India y China arrastran al mundo a una nueva recesión y Cristina, totalmente al pedo de la vida y sin nada mejor para hacer en este país en el que nos aburrimos de tanta dicha y abundancia, sale a compartirnos su teoría anclada en el tiempo de que fue el primer mundo el que arrastró al planeta a una crisis…en 2008. La entiendo perfectamente: es la misma mujer que en 2015 le echa la culpa de sus falencias a una dictadura que terminó hace 33 años y a un modelo económico agotado hace quince. El problema es que, como no todos tenemos el enorme placer que da un lóbulo frontal atrofiado, nos acordamos de que en 2008 y 2009 dijo que la crisis no nos iba a afectar, que no necesitábamos Plan B, que en Argentina estábamos aislados de los coletazos de la crisis de los que nos decían que hacíamos mal las cosas, y de que a los dos meses teníamos tres carritos itinerantes vendiendo carne y pollo por las calles del conurbano, mientras la Presi anunciaba por cadena nacional la implementación del plan canje de bicicletas y calefones.

Y ahora, casi ocho años después, mientras España sale de la recesión y Estados Unidos se caga de risa de todos, acá emitimos deuda todos los meses para tirar un cachito más, el dólar se convirtió en una leyenda urbana e inauguramos una canilla de plástico en La Matanza.

Con un poder de análisis del que ni un psicopedagogo se atrevería a intentar una explicación, la Presi se queja porque el Financial Times dice que China se volvió demasiado dependiente de las inversiones y las exportaciones, Brasil se volvió demasiado dependiente de los gastos de consumo a expensas de los ahorros y las inversiones, Rusia depende excesivamente de los commodities y la India tiene tanta burocracia que afecta inversión y productividad. ¿Cómo no quejarse, si nosotros tenemos todos esos problemas juntos en un solo país y ni nos mencionan en el informe?

Y la oposición no tiene altura/ganas para pelearle a lo que nos vendieron como la mejor oradora de la historia universal. Por si fuera poco, los papeles no ayudan. Si te la pasás denunciando corrupción, ¿cómo te vas a comer en tu lista de legisladores dos candidatos prendidos en la joda? No era muy difícil: con chequear los egresos en publicidad, saltaba. Ahora hay que fumarse que los tipos que se patinaron presupuestos nacionales enteros en obras para que los amigos se queden con una parte y les guarden el resto, vengan a correrlos por 21 millones de pesos. 1.3 millones de dólares. Con eso los están corriendo, con un vuelto en caramelos del supermercado del choreo kirchnerista. Y se lo merecen por pelotudos. Porque el mayor problema de corretear a los demás con la moral, es que hay que tener el tujes más limpio que un quirófano. Saben que este Gobierno le tira con la AFIP por la cabeza a un viejo que quiere regalarle diez dólares a un nieto, deberían prever que les van a caer con todo. Tampoco es una cuestión de mayor o menor cuantía, porque coincidirá conmigo, estimado lector, que en el caso de tener que juzgar a un asesino serial no nos va a parecer buena idea delegar dicha función en un tipo que cuenta con tan solo un par de homicidios al azar en su haber.

Si así y todo nos parece que no es para tanto, es que nos ganaron la batalla cultural. No es para tanto en comparación con el livin’ la joda loca del kirchnerismo, no más. Es lo que digo y repito una y otra vez ––y también abordé en mi libro– respecto del futuro a mediano plazo de este país: el kirchnerismo corrió tanto las fronteras de lo tolerable que el que venga, con tal de que no llegue a ese extremo, nos parecerá que nos hace precio de amigo.

Así vamos transitando las últimas semanas de esta aventura que nos vendieron como la década ganada, aunque llevemos una década y un cuarto: lloramos por que nos muestran imágenes lejanas de las mismas cosas que nos pasan al lado. Sin ir más lejos, este domingo el mismo Jorge Lanata se mostró sorprendido porque nos conmovió la foto del cadáver de un niño sirio ahogado cuando no nos conmueve los chicos de nuestro país. Fue en el mismo programa en el que mostraron la miseria de la tierra de Capitanich, que es candidato a intendente de Resistencia, cuando salía mucho más barato y resultaba muchísimo más efectivo mostrar la misma miseria, clientelismo y paraíso de la falopa de la provincia de Buenos Aires, gobernada por el candidato a presidente del kirchnerismo. Era cruzar la General Paz, no más.

Esto dista de ser una crítica a una forma de hacer periodismo que comparto. Con enorme placer miraría un informe que muestre la joda de todo el país, aunque el mismo dure una semana entera. Algunos más puristas, incluso, dicen que la pobreza es generalizada, por lo que afecta a distritos en los que no gobierna el kirchnerismo directamente. En esos lugares la culpa es del oficialismo nacional. Sin ir más lejos, en la ciudad de Buenos Aires hay personas que viven en condiciones tan inhumanas que al viaje de producción de Canal 13 le alcanzaba con cruzar la avenida Constitución y meterse en la Plaza. Ante esta dicotomía, estaría bueno decir que la diferencia radica entre los gobernantes que apoyan al modelo a pesar de la misiadura de sus distritos, y los que no. Tampoco es tan difícil de razonar y la ecuación pobreza-clientelismo-triunfo del kirchnerismo se da en todos los distritos, desde los barrios más humildes de la Capital Federal hasta la ciudad de Ushuaia, donde hasta hace unos años no habían visto una villa ni en una enciclopedia. Hoy tienen flor de villa. Y flamante intendente camporista.

Cada oposición tiene el gobierno que se merece. No falla. Ahí lo tienen a Daniel Scioli, que en la década de los noventa fue más menemista que ir a bailar a El Cielo, meta acusar a Mauricio Macri por sus ganas de volver a los noventa. O sea, el mismo tipo que justifica su amistad y cariño por Carlos Menem, corretea a los demás con la misma cara con la que dice que las denuncias de fraude son “intentos desestabilizadores”. Que venga a correrte con los noventa Luis Zamora, bueno, es entendible. Pero el resto debería hacer mutis por el foro, empezando por Scioli. Es más, todas esas estatuas espantosas que tiene Scioli en la Mansión del Horror de Villa La Ñata tuvieron un inicio: la primera imagen tamaño real que el ahora candidatazo mandó a hacer, era de Menem. Y no la tenía escondida, sino que ocupaba el lugar preferencial de su quincho en el barrio del Abasto.

Pero aquí estamos, a la espera de que algo cambie de pedo o de milagro, según las convicciones religiosas de cada uno. Mientras tanto, sólo nos resta esperar que alguno se de cuenta de que enfrente no tiene a Mohamed Alí y que, cuando lo están cagando a trompadas en un rincón del cuadrilátero, no va a aflojar aunque le diga que las cosas se resuelven dialogando o de otra forma, o que moler a trompadas es lo viejo. Sobre todo, porque puede que no termine la frase antes de que lo dejen de jeta en el piso. Salvo que prefiera aguantar a que retenga el cinturón del campeón para salir a cuestionar la pelea, algo que siempre resulta mucho más cómodo que ganar el campeonato.

Martedi. Permuto crisis de primer mundo por bonanza kirchnerista. Pago la diferencia.

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