martes, 1 de septiembre de 2015

Cierta simpatía por los gigantes

Por Guillermo Piro
Goliat era casi ciego. Lo sostiene Vladimir Berginer, un catedrático de neurología de la Universidad Ben Gurion de Israel. 

Goliat era tan grande (medía 2,90 metros) a causa de una disfunción hormonal, que a su vez estaría asociada a la pérdida de la vista. David debe haberse dado cuenta. 

Goliat padecía de un trastorno de la pituitaria llamado acromegalia, que puede provocar muchos (y serios) síntomas patológicos, desde hipertensión a diabetes, dilatación de los órganos e incluso la muerte, pero cuya característica más sobresaliente es la visión periférica defectuosa, más conocida como “visión de túnel”. Según Berginer, David debe haberse acercado al filisteo por el costado, desde su punto ciego, sin ser visto.

Según los especialistas, el David de Miguel Angel tiene los órganos genitales pequeños porque está sufriendo de una contracción cuya causa sería la amenaza de un peligro mortal. Lo cual obliga a redimensionar a David y su supuesta valentía, llevando a ambos a su tamaño justo, inspirando más simpatía por el pobre Goliat.

Joseph Heller, en su novela Dios sabe, agrega un detalle genial: David, a medida que se acerca a Goliat, le habla. Como respuesta a sus palabras Goliat sólo se lleva la mano a la oreja y pregunta: “¿Qué?”. Goliat era sordo. A lo mejor era por eso que gritaba tanto.

Es la victoria del pequeño sobre el grande, de la honda sobre el armamento pesado, del coraje y la bendición divina sobre la fuerza bruta y blasfema. Es el modelo de todas las rebeliones conscientes, del pequeño Vietnam sobre la superpotencia norteamericana, de la pequeña Chechenia sobre el coloso ruso, de las pequeñas patrias sobre el gigantismo de la globalización. (El mismo David se define a sí mismo en la Biblia –dos veces– como una pulga. Saúl envidia su valor guerrero y le teme a su astucia.)

En los libros de caballería los gigantes son esenciales. El “programa” de Don Quijote es, desde el comienzo, acabar con algún gigante y obligarlo a que se postre de rodillas a los pies de Dulcinea. Los molinos de viento son gigantes de brazos descomunales. En un monstruo con cabeza de perro que aparece en el Primaleón se inspiró Magallanes para llamar Patagón a un gigante que encontró en las playas de San Julián. Lo llevaron a bordo con engaños, a él y a otros dos, y lo tuvieron prisionero –según cuenta Pigafetta– hasta que murieron. Rocky versus Iván Drago.

David era un muchacho bello, y como si fuera poco Dios estaba de su lado. Goliat sólo se había dejado ver durante cuarenta días, dos veces por día, y eso había bastado para aterrorizar al ejército de Israel. Tal vez, además de ver poco, sufría de dolores de espalda. Después de haber caído se merecía un poco más de compasión. No era su culpa ser tan grande. Además, uno siempre termina siendo el Goliat de alguien.

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