Por Jorge Fernández Díaz |
"No se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo
el mismo aspecto", decía Aristóteles. Pero se equivocaba: Daniel Scioli
vino a refutar esta semana aquel viejo axioma de la filosofía griega poniendo
en práctica su deliberada Operación Duplicidad, que consiste en seguir al pie
de la letra los consejos de Durán Barba ("no propongas ni expliques
nada") y transmitir tácitamente la surrealista idea de que él encarna a la
vez el cotillón de Cristina Kirchner y el programa de gobierno de Mauricio
Macri.
En el acto de Costa Salguero declaró que la "herencia" de
Kicillof resultaba "muy positiva" y que los sobresaltos económicos de
las últimas horas se debían a una especie de conspiración: los comparó con la
"embestida judicial", que él mismo conjuró operando secretamente en
Tribunales a favor de la Presidenta y de su familia. En paralelo, el amo de
Villa La Ñata mandó a sus principales alfiles a explicarles off the record a los periodistas
especializados cuál es su verdadera intención: arreglar con los hold-outs de manera discreta, volver al
crédito internacional, renovar la confianza con Estados Unidos, bajar el
déficit y la inflación, y aspirar a los superávits gemelos. Es decir, el plan
Melconian.
El economista amarillo, que tiene una larga relación
amistosa con el gobernador naranja, sostiene que los problemas técnicos del
kirchnerismo pueden explicarse con un capítulo de Los tres chiflados. En un paper lo denominó alguna vez "el
efecto Shemp", en alusión a aquella delirante historia de plomeros
incompetentes que intentan arreglar una simple pérdida de agua. Shemp Howard,
para contener el chorro y desagotar el fluido en otro lado, se mete en una
bañera y le agrega un caño, y otro y otro más, hasta enrejarse en su propia
estupidez: no le queda entonces otra chance que taladrar el suelo y caer
estrepitosamente a la planta baja. "Se fueron colocando caños
desordenadamente por todo el sistema para canalizar la crisis, pero el mismo
plomero quedó encerrado e hizo hundir toda la estructura", describe
Melconian. El efecto Shemp muestra la anomalía, la negligencia exótica y las
rejas que en materia económica el kirchnerismo fue levantando a su alrededor.
De un laberinto se sale por arriba, pero de una celda se sale generalmente por
abajo: el pequeño detalle es que cuando se desplome el piso no sólo arrastrará
al plomero, sino a los argentinos que quedamos atrapados en su alucinada
invención.
Nadie sabe, en verdad, qué haría Scioli si llegara a ocupar
el sillón de Rivadavia, aunque gatopardismo o traición están dentro del
reducido espectro de las alternativas
Tal vez incluso el mismísimo Daniel Scioli conozca esta
alegoría chiflada, pero en todo caso su preocupación nunca es la machucada
macroeconomía, sino la "sensación bolsillo", que puede hacerle ganar
o perder las elecciones. Y su estrategia de melconización tiene por meta comer
en los sectores moderados e incluso en el electorado crítico del kirchnerismo,
mientras mantiene fidelidad absoluta con el cardumen cristinista. Nadie sabe,
en verdad, qué haría Scioli si llegara a ocupar el sillón de Rivadavia, aunque
gatopardismo o traición están dentro del reducido espectro de las alternativas.
La gran dificultad estriba en que para la reina de El Calafate y para sus
tiburones camporistas la guerra popular prolongada contra los buitres y el
cacareado desendeudamiento son dos conquistas simbólicas que prima facie no
piensan conceder. Y mucho menos desde el Congreso, donde se pertrecharán para
resistir a los cipayos.
Esta semana tuvimos, en tamaño maqueta, un anticipo de las
probables tensiones que podrían sobrevenir si a esta coalición entre dos
facciones antagónicas le tocara eventualmente gobernar la República. Sucedió en
el Ministerio de Cultura de la Nación, cuando cincuenta de los cien talleristas
culturales de las villas 21, 31 y 1-11-14 que habían sido inopinadamente
despedidos por La Cámpora y que responden al peronismo sciolista, coparon de
pronto el edificio de Teresa Parodi, la obligaron a pernoctar en su oficina y a
mandar a desalojarlos con agentes de seguridad, y luego a denunciar que a los
intrusos los comandaba un "puntero menemista": se refería a Víctor
Ramos, hombre de la izquierda nacional y hoy aliado incondicional de Scioli.
Ramos se declaró tan menemista como lo habían sido en su momento Néstor,
Cristina y Daniel, y tildó a la cantante canoera de gorila, de haber votado por
Angeloz y Carrió, y de haber propiciado la expulsión de militantes villeros y
la incorporación, en su lugar, de estudiantes pequeñoburgueses, niños bien del
camporismo. "Apurá te digo que llega el río y no sé por qué el silencio
aturde, asustándome -cantaba Parodi- . Nunca fue tan triste el atardecer."
Nunca.
A esas escaramuzas se agregaron, en estos días, las
deliciosas declaraciones de Kicillof, Boudou y Aníbal Fernández, que a veces
parecen trabajar para la candidatura de Macri. Axel provocó serios disgustos en
el sciolismo (después tuvo que rectificarse) por meter alegremente en la agenda
electoral la violación del secreto fiscal y la fijación de un impuesto para
inmuebles desocupados, justo cuando el gobernador busca "cinco puntos
salvadores" de la volátil y asustadiza clase media independiente. Boudou
le manchó el traje con su abrazo del oso, gritándole elogios en público. Y el
jefe de Gabinete lo complicó de cara a la estabilidad que requieren estos
tiempos comiciales, cuando admitió que las reservas se "perderían en tres
días" si se levantara el cepo, un sincericidio que no sólo pone en negro
sobre blanco la siempre negada existencia de ese estrambótico torniquete, sino
que blanquea la inquietante fragilidad del Banco Central.
Daniel El Terrible necesita un 4 adelante en las primarias
para tener la esperanza de rematar luego el asunto en la primera vuelta.
Básicamente, por dos razones: la mayoría de los escenarios de ballottage lo dan
perdedor y la economía amenaza con más disgustos. Hace un mes, había calma
chicha; hoy hay mar picado. ¿Habrá tormenta en octubre y tifón en noviembre?
Nadie puede saberlo, pero Scioli no puede correr el riesgo. Por eso está
sembrando en todos los jardines, ofreciéndose sutilmente como prenda de unión
nacional contra el divisionismo cristinista y prometiendo sin palabras ser a la
vez la continuidad y el cambio. Esta condición de doble agente, esta insólita y
vana promesa de ser caballo de Troya dentro del "proyecto", le brinda
paradójicamente un respirador artificial a un gobierno exhausto, desgastado y
prisionero de su propio dogma, que sin la ubicuidad sciolista perdería en todas
las instancias con el frente Cambiemos. Algo que, por supuesto, no está
descartado, ya que todo el espinel político espera grandes sorpresas para el
próximo domingo.
Resulta igualmente perturbador que el ajedrecista de La
Plata, acosado por la estanflación y la creciente pobreza, pueda salirse con la
suya. Y un buen ejemplo de este milagro de cabotaje lo dio el propio Durán
Barba cuando confesó la buena imagen que el rival de Mauricio mantenía en la
provincia, siendo que es muy conocida su mediocridad gestionaria. Felipe Solá
explicó mejor ese fenómeno: el ex motonauta logró que la gente echara la culpa
de sus desgracias a los intendentes y al gobierno nacional, y así permanecer
insólitamente intocado. ¿Se trata de habilidad o de suerte? "Ustedes
exageran la hipocresía de los hombres -decía Yourcenar-. La mayoría piensa
demasiado poco para permitirse el lujo de pensar doble." Claro, ni
Aristóteles ni la querida Marguerite conocían a Scioli.
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