Por Bernardo Vázquez
“No sé de qué fin de ciclo hablan, ¿cuál es el fin de ciclo
que quieren?", les espetó, desafiante, Cristina Kirchner a los críticos de
su gestión durante el acto que encabezó hace ocho días en la Casa Rosada.
Las
tres palabras más temidas por la Presidenta se vienen reiterando, con matices
diferentes pero casi a modo de slogan, desde la denominada crisis del campo
iniciada en marzo de 2008 que, en los albores de su primer mandato, modificó la
primavera política y económica que atravesó el país entre 2003 y 2007, durante
la presidencia de su esposo, Néstor Kirchner.
Se volvió a mencionar el fin de ciclo, sin éxito, después de
que el Frente para la Victoria resignara terreno legislativo tras perder las
elecciones de 2009, con el propio Kirchner como primer candidato a diputado
nacional, y, ya más cerca en el tiempo, tras el nuevo traspié electoral de
2013, que evaporó casi por completo aquel inobjetable 54% de votos con el que
Cristina se había impuesto en las presidenciales de 2011.
"Vamos a gobernar hasta 2020", había sido la
premonición de Kirchner poco antes de morir, en 2010. Sin embargo, a menos de
dos meses de las generales que pueden definir a su sucesor y sin chances
constitucionales de un tercer mandato, la Presidenta sabe que la capacidad de
reinvención de su Gobierno encontró un límite a la ilusión que tenía su marido.
Y que el final de un ciclo es inevitable.
Incluso, con su actual delfín político Daniel Scioli y su
más estrecho hombre de confianza Carlos Zannini bien perfilados para ser
electos Presidente y Vice después de sacar 8,4 puntos de distancia en las PASO,
el 10 de diciembre comenzará un nuevo período en la Argentina: el imprevisible
escenario que supone el poskirchnerismo, o un cambio estructural más
contundente como sugiere ser el que proponen Mauricio Macri o Sergio Massa, sus
principales adversarios.
Ese contexto obliga a CFK a transitar, a partir de este
martes, sus últimos 100 días como Presidenta. Es apenas una porción ínfima de
las 2.822 jornadas que ya vivió con ése rótulo, pero una recta final en la que
todavía le esperan desafíos por resolver y decisiones por tomar.
Trabajar por la
continuidad
Que por primera vez desde el 25 de mayo de 2003, a partir
del 10 de diciembre el jefe de Estado no sea un integrante de la familia
Kirchner no significa que hayan desaparecido las aspiraciones políticas de
Cristina. Por eso, si bien al menos hasta 2017 no ocupará cargos y resignará
sus fueros, la Presidenta buscará de aquí a las elecciones de octubre apuntalar
a la fórmula Scioli-Zannini para que la sucedan en el Gobierno y, así, seguir
teniendo línea directa con la Casa Rosada.
A 1,6 puntos de alcanzar el necesario 40% y los 10 puntos de
diferencia necesarios para ganar en primera vuelta, Scioli necesita obtener
votos de un electorado que se muestra distante del kirchnerismo, pero que
advierte en él a un candidato que puede llevar adelante una transición
organizada y sin riesgos de dar un salto al vacío.
Siguiendo esa línea, cómo se repartirán los 6,4 puntos que
obtuvo el peronista José Manuel de la Sota en la interna de UNA que perdió con
Sergio Massa, resultarán decisivos. Si logra que una porción de esos votos se
trasladen hacia él, sus chances de ser electo en octubre crecerán, e incluso,
de no alcanzarle, podría dejarlo bien posicionado con vistas a un ballotage al
que no desea llegar.
En pos de ese propósito, se presume que Cristina seguirá
jugando su partido como hasta ahora. Se mostrará con Scioli, pero evitará darle
una bendición en los medios que, más que representar una ayuda, puede
perjudicarlo. Zannini seguirá siendo la pata kirchnerista de la fórmula,
buscando darle garantías al electorado propio de que el modelo continuará más
allá del cambio de nombres, y apuntando contra las propuestas de ajuste que,
argumentan, surgen desde la oposición.
El Congreso y la Justicia
Dos ejes centrales en la gestión de ocho años de la
Presidenta fueron las innumerables reformas legislativas que llevó adelante,
así como también sus repetidos cruces con la Justicia. En los poco más de tres
meses de mandato que le quedan por cumplir, incluso con una agenda reducida,
las inquietudes de Cristina en ambos terrenos no desaparecerán.
En un Congreso con escasa actividad durante 2015 debido a
las elecciones, el kirchnerismo acaba de enviar un proyecto de ley que propone
la creación de un organismo destinado a manejar las acciones de empresas
privadas en las que tiene participación el Estado, y que prevea que ante una
eventual venta de esas tenencias en el futuro requiera la aprobación de
diputados y senadores.
Otra de las leyes que debe aprobar el cuerpo legislativo es
la de Presupuesto, cuyo anteproyecto deberá presentarse antes del 15 de
septiembre. Se presume que lo hará sin inconvenientes, todavía contando con una
mayoría decisiva en ambas Cámaras, y por eso intentará zanjar el debate antes del
electoral 25 de octubre.
En el ámbito judicial, la principal atención de Cristina
está centrada en lo que sucederá con la causa Hotesur, que investiga
irregularidades en la empresa hotelera que la familia presidencial posee en la
Patagonia, y que instruye desde julio el juez Daniel Rafecas, de relación menos
hostil con el Gobierno que su par Claudio Bonadio, apartado del expediente.
El futuro en Tribunales del vicepresidente Amado Boudou ya
no parece ser prioritario en la mesa chica del kirchnerismo, ya que es
considerado un "muerto político" y el año que viene deberá transitar
Comodoro Py para afrontar dos casi seguros juicios por la compra de un auto con
documentación apócrifa y por haber violado sus deberes de funcionario público
al interceder ante la AFIP para evitar la quiebra de la imprenta ex Ciccone.
La continuidad del escándalo que involucra al jefe de
Gabinete Aníbal Fernández en el triple crimen de la efedrina sí preocupa,
aunque sólo en lo referido a sus chances electorales para gobernar la provincia
de Buenos Aires.
Además, se presume que de aquí a diciembre el Gobierno no
insistirá en promover un candidato afín para ocupar la vacante que dejó Eugenio
Zaffaroni en la Corte Suprema. Frustrada la chance de impulsar a Roberto Carlés
para el puesto, esa meta parece haber quedado para el año que viene, en caso de
que el Frente para la Victoria se imponga en las presidenciales.
La atención sobre el
dólar
Para asegurar un traspaso tranquilo y mantener altas las
reservas del Banco Central, el Gobierno estará bien atento en sus últimos 100
días de gestión a lo que suceda con el futuro de la cotización del dólar
oficial, del paralelo, y también al pago de u$s 6.000 millones que se hará
efectivo a partir del 3 de octubre, cuando se produzca el vencimiento del Boden
2015.
Como siempre viene sucediendo en los últimos años, el precio
del dólar representa un termómetro para el futuro político y económico
nacional. A raíz del cepo a la compra de divisas extranjeras instaurado por el
Gobierno en 2011, la atención se centra no sólo en la cotización oficial, sino
también en el billete paralelo que opera en el mercado ilegal.
Con el denominado dólar blue operando en torno a los $ 16 y
alcanzando su pico histórico más alto, la expectativa pasa por saber cuánto se
puede disparar hasta diciembre. Según economistas consultados, un triunfo de
Scioli en las elecciones de octubre mantendría el alza y para fin de año las
cuevas podrían estar negociando la moneda estadounidense en torno a los $ 18.
Por el contrario, si Macri fuera electo presidente, la previsión es que se
estabilice en su valor actual.
El vencimiento del Boden 2015 generará en la primera semana
de octubre una pérdida de recursos por u$s 5.900 millones, que fue cubierto en
un 50% en abril con dos emisiones de bonos. Los especialistas creen que buena
parte de ese dinero permanecerá en el país y que con las reservas por encima de
los u$s 33.000 millones y teniendo en cuenta algunas medidas que se tomaron
para controlar la fuga, la transición no generará sobresaltos en el corto
plazo.
El 31 de octubre, por su parte, expira el primer tramo del
swap monetario firmado con China el año pasado, que el Gobierno espera firmar
por otros 12 meses, previo pago de intereses. Hasta el mes pasado, el Central
había fortalecido sus reservas en u$s 8.200 a raíz de ese convenio con el
gigante asiático.
Buitres e inflación
Durante casi toda su gestión, Cristina Kirchner tuvo que
lidiar con dos problemáticas que hasta el momento no logró resolver: la
negociación con los fondos buitre y la inflación. Hasta el cierre de su
mandato, ambas seguirán siendo una constante preocupación para el kirchnerismo.
En la agenda con los holdouts sobresale, desde hoy, una
respuesta que debe dar la Argentina al fondo NML por "daños
irreparables" en una causa que tramita el polémico juez neoyorquino Thomas
Griesa, el mismo que el año pasado dictó el fallo que llevó al país al default
técnico.
Para el 8 de septiembre próximo, a las 15 de Buenos Aires,
el juez citó a representantes argentinos y a emisarios de los holdouts como
respuesta al fallo de la Cámara de Apelaciones que hace casi tres semanas
rechazó un pedido de los buitres de ser integrados dentro del "pari
passu", a pesar de haber vendido los títulos argentinos en default. El
viernes 11, en tanto, la Cámara citó a las partes a una audiencia en la que se
analizará el intento de un grupo de bonistas italianos de embargar los fondos
bloqueados en el Bank of New York Mellon (BoNY).
La inflación será, como siempre, vedette de los últimos
meses y, quizá, el tema que deberá controlar el próximo Gobierno con mayor
celeridad. Tras cerrar julio, según el Indec, con un incremento de precios del
1,3%, el acumulado anual alcanza el 8,1%, un 70% menos que la medición que
realiza el Congreso, que en siete meses trepó al 13,9%.
En 2007, cuando Cristina asumió la Presidencia de la Nación
y se empezaba a dudar de las estadísticas oficiales, el Indec daba a conocer
una inflación del 8,5% anual, la mitad de los números que difundían los
consultores privados, que declaraban un incremento de precios de entre el 16 y
el 18%. Ocho años después, y a 100 días de la retirada del poder, la historia
sigue siendo la misma.
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