José de San Martín: "Ningún sacrificio ha sido grande para mi corazón..." |
Por Horacio Ramírez
El 17 de agosto de 1850 expiraba el Padre de la Patria: Don
José Francisco de San Martín. Junto al lecho: su yerno Mariano Balcarce, su
hija Mercedes Tomasa, sus nietas Mercedes y Josefa Balcarce, su médico el
doctor Jordán y el representante de Chile en Francia, Javier Rosales.
La denuncia oficial de su muerte se hizo el 18 de agosto en la Municipalidad de Bolonia del Mar (Boulogne Sur Mer), presentándose como testigos el diplomático Rosales y el doctor Alfredo Gérard, abogado y dueño de la casona que ocupó San Martín. Ambos testificaron que el día anterior, a las tres de la tarde, había fallecido en su residencia de la Grand Rué, "Don José de San Martín, Brigadier de la República Argentina, Capitán General de la República de Chile y Fundador de la Libertad del Perú". El 20 de agosto y tras embalsamar el cadáver, el carro fúnebre recibió el féretro y fue acompañado por un modesto cortejo integrado por Balcarce, Darthez, un antiguo amigo, Don José Guerrico, su sobrino, hijo de su hermano Manuel, el doctor Gérard y el señor Seguier.
La denuncia oficial de su muerte se hizo el 18 de agosto en la Municipalidad de Bolonia del Mar (Boulogne Sur Mer), presentándose como testigos el diplomático Rosales y el doctor Alfredo Gérard, abogado y dueño de la casona que ocupó San Martín. Ambos testificaron que el día anterior, a las tres de la tarde, había fallecido en su residencia de la Grand Rué, "Don José de San Martín, Brigadier de la República Argentina, Capitán General de la República de Chile y Fundador de la Libertad del Perú". El 20 de agosto y tras embalsamar el cadáver, el carro fúnebre recibió el féretro y fue acompañado por un modesto cortejo integrado por Balcarce, Darthez, un antiguo amigo, Don José Guerrico, su sobrino, hijo de su hermano Manuel, el doctor Gérard y el señor Seguier.
El cortejo fúnebre, sin pompa alguna, se detuvo en la
Catedral, y en una de sus bóvedas fue depositado el cuerpo, hasta el 21 de
noviembre de 1861, cuando fue trasladado al cementerio de Brunoy, a un mausoleo
comprado por Mariano Balcarce. En 1880, el prócer fue trasladado finalmente a
Buenos Aires.
Aquel "Indio misionero" para el odio unitario; el
"gallego bruto" para la oligarquía porteña; el "agente
inglés" para el nacionalismo reaccionario tuvo una vida que fue un rosario
inacabable de enfermedades y dolores. A los 22, en 1801, es asaltado en un
camino por cuatro forajidos. Recibió varias heridas, una de ellas de espada en
el pecho, herida que no cerró totalmente hasta muchos años después.
Durante toda su juventud padeció de fuertes dolores
neurálgicos. Tras la batalla de Bailén estuvo largo tiempo enfermo de gravedad
y, una vez en el Río de la Plata, sus padecimientos comenzaron a ser más
frecuentes. Primero fue la malaria -fiebres tercianas- que lo atacó en Tucumán,
cuando mandaba el Ejército del Norte, en 1814. Seguidamente, empezó a
expectorar sangre: no se sabe si fue por hemoptisis -de los pulmones- o por
hematemesis -del aparato digestivo-. Padecía, también, de reumatismo, mal que
lo aquejó el día de la batalla de Chacabuco, cuando, prácticamente paralizado,
y al ver la derrota cerca, se subió a caballo, tomó la bandera y cargó al
frente de sus granaderos, decidiendo la victoria.
En la batalla de Maipú, los dolores reumáticos y la gota
atormentaban su muñeca, como se advierte en la letra temblorosa del parte de la
victoria. El cirujano mayor del Ejército de los Andes, el doctor Zapata,
refirió en 1817 acerca de sus "... dispepsias, vómitos, sus desvelos e
insomnios..." Finalmente y aquejado por cataratas, una hemorragia gastroduodenal
le produjo el paro cardiorrespiratorio que acabó con su vida.
En Buenos Aires
Su féretro fue trasladado a Buenos Aires. La Iglesia no
quería tenerlo por sus antecedentes como masón, pero una vez llegado al puerto,
el 28 de mayo de 1880 y con la promesa de hacer refacciones en la Catedral, la
Iglesia aceptó...
Su cajón quedó en el ámbito de la Capilla de Nuestra Señora
de la Paz, fuera de la planta de la Catedral y al pie del cenotafio -construido
por Carrier Belleuse-. La verdadera tumba está en la parte inferior, con el
féretro en posición inclinada, con la cabeza hacia abajo como parte de su
"predestinación al infierno" como masón...
Como sea y más allá de las pasiones humanas, San Martín fue
un ser humano hecho con los opacos dolores del barro, que supo sobreponerse a
ellos a través de una férrea convicción filosófica estoica. Fue un héroe de la
Patria que marcó la diferencia en el destino del continente sudamericano. Es,
también, la base sobre la que se debe apoyar una Nación para diseñar un futuro
de grandeza.
En este sentido, supo decir de sí mismo: "Ningún
sacrificio ha sido grande para mi corazón, porque aún el esplendor de la
victoria es una ventaja subalterna para quien sólo suspira por el bien de los
pueblos."
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