Por Gabriela Pousa |
“No hay otro tiempo que el ahora, este ápice del ya será y del
fue, de aquel instante en que la gota cae en la clepsidra. El ilusorio ayer es
un recinto de figuras inmóviles de cera o de reminiscencias literarias que el
tiempo irá perdiendo en sus espejos (…)” Jorge Luis Borges
Inútil
es la tarea del analista político cuando no se tienen los resultados
concretos y definitivos de un comicio. En ese sentido cabe agregar que este es
pues un análisis preliminar, o si se prefiere un análisis de lo que las PASO
arrojan aún desconociéndose el resultado final.
Aquello que
puede cambiar es la capacidad de negociar que pueda tener Sergio Massa según el
porcentaje de votos que lo distancien de Macri. Desde el búnker del Frente Renovador ya dicen
que no cederán. En ese caso, puede avizorarse una suerte de estrategia
al mejor estilo Martín Lousteau (o sea funcional al gobierno más que proclive a
cambiemos) Los purismos no suman cuando está en juego la República.
El resto es
prácticamente conocido. Incluso podemos dormirnos con un ganador y amanecer
con otro como ya nos pasó. Por eso veamos, en un plano general que
deja este día tan particular.
Nada peor en
esta Argentina que hacerse entender sin utilizar falacias y eufemismos. Culminan
las PASO y dan por ganador a quien nada ha ganado. Esta afirmación
tira por la borda cualquier análisis medianamente racional de lo que ha pasado.
En un país
donde desde hace más de diez años el idioma ha sido manoseado, es muy difícil
una lectura coherente y mucho más pretender un análisis que no esté sesgado.
Si algo ha triunfado tras estas PASO son los eufemismos que han impuesto desde
el vamos para que nada se entienda demasiado.
No se trató
de una puja Macri versus Scioli ni tampoco del PRO versus el Frente para la
Victoria, se trató de elecciones internas, abiertas, simultáneas y
obligatorias. Las siglas cuando no son conocidas no cooperan a echar luz al
sistema. En ese sentido, el gobernador de la provincia de Buenos Aires no
compitió contra nadie pues no ha habido internas en su partido.
La única que
ha decidido en la interna presidencial del kirchnerismo ha sido la Presidente
al dejar a Florencio Randazzo fuera del tablero. La reina movió las
piezas, y Scioli fue a internas contra sí mismo. El partido oficial
apenas si dirimió el candidato a gobernador del conurbano y el resultado,
aunque parezca contradictorio, si se mantiene la tendencia, no le hace ningún
favor al mismo.
Aníbal
Fernández es un problema más que un candidato. Para María Eugenia Vidal es más
fácil enfrentar a quien no puede mostrar trasparencia ni integridad que hacerlo
con quien parece bueno. Por otra
parte su elección ya la sitúa prácticamente en la gobernación. Pero no
saquemos el prácticamente de la oración. La cautela en este hábitat es ley
primera.
Lo cierto es
que para Vidal es una suerte si triunfa el jefe de Gabinete porque no nos
engañemos, a los argentinos nos encanta comprar lo “lindo” como
sinónimo de lo óptimo, y en esa góndola se ha subido Julián Dominguez
por suerte sin ningún resultado.
Cambiemos, al contrario del FPV, fue a internas y dirimió una candidatura concreta: Mauricio Macri derrotó a Ernesto Sanz y Elisa Carrió aun cuando estos ahora deban sumarse a la campaña del “contrincante” hasta hoy. Así debiera ser si se conserva el respeto por la palabra que se dio.
Cambiemos, al contrario del FPV, fue a internas y dirimió una candidatura concreta: Mauricio Macri derrotó a Ernesto Sanz y Elisa Carrió aun cuando estos ahora deban sumarse a la campaña del “contrincante” hasta hoy. Así debiera ser si se conserva el respeto por la palabra que se dio.
Lo cierto es
que aun cuando las PASO arrojaron un boceto de cómo estamos, nada – que
no sean los candidatos – está definido con miras al resultado de las elecciones
de Octubre próximo. Dos meses en cualquier país desarrollado es un lapso
irrisorio, en Argentina es una eternidad donde todo puede ser y no ser al mismo
tiempo.
Los
imponderables están a la orden del día. No olvidemos que hace cuatro años, el
54% de la población voto un vestido negro y un luto que parecía ser ad eternum. Una
cosa es el optimismo necesario para la supervivencia en esta Argentina, y otra
muy distinta es esperar milagros.
Tampoco
puede dejarse de lado la aversión de Carrió hacia quien hoy es su aliado. Nada
es tan blanco ni tan negro en este escenario. Nadie es tan peronista como para
dejar de serlo, ni tan gorila como para resistirse al bombo y la marchita.
Estamos sumergidos en relativos…
Por otra
parte, para ilustrar el desorden de cosas, nótese que la abstención a las urnas
ha sido grande. Los medios repiten – consciente o inconscientemente – que “el
factor climático” es el causante. Craso error. Lo que
ahuyentó votantes no fue la lluvia sino la falta de infraestructura para paliar
anegamientos e inundación. Llamemos a las cosas por su nombre.
Lo que sigue
al día de hoy es harto conocido: cada uno leerá este comicio como más
convenga a sus intereses y a sus estrategias. De más está decir que el
gobierno – más allá de los porcentajes que obtenga – saldrá a “festejar” su
triunfo como lo ha hecho incluso cuando Mariano Recalde quedó fuera del
balotaje en la elección a Jefe de la ciudad porteña.
Cristina no
pierde porque Cristina se votó y se vota a sí misma en un país paralelo donde
solo ella habita. Siempre habrá una mesa en Necochea o en la Antártida donde su
candidato podrá mostrar lo que ella espera. Nadie contradice a la Presidente. Nadie lo ha hecho en la última década, y aquellos
que quizás intentaron mostrarle la Argentina verdadera, hoy ya no están dando
vueltas.
Recuérdese a
Sergio Acevedo, a Florencio Randazzo, a Alberto Fernández, al mismísimo Jorge
Capitanich que ya se había probado el traje de presidenciable, o a tantos
otros que supieron ser “el cuadro político” del futuro y quedaron apenas detrás
de escena, mendigando figurar en alguna lista por insignificante que
sea.
Esta es la
Argentina limada por el populismo y la falacia de un gobierno que convirtió al
Estado en sinónimo de negociado. Nada puede verse con claridad desde donde
estamos. Los resultados, en consecuencia, estarán matizados por grises que
según se mire podrán mostrar un futuro más o menos duro pero sin certezas ni objetividades.
Octubre es
otro capítulo, si acaso Agosto es el prólogo lo sabremos en Diciembre cuando se
llegue al final del libro que está siendo escrito. Antes, todo es y
será espejismo, deseo, ganas o acaso resignación, complicidad y hastío.
Lo único seguro
es que el mañana sigue dependiendo de nosotros mismos.
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