Por Gabriela Pousa |
“Nadie
duerme en la carreta que lo conduce de la cárcel al patíbulo, y sin embargo
todos dormimos desde la matriz hasta la sepultura o no estamos enteramente
despiertos. Una de nuestras misiones quizás sea la de despertar al hombre que
viaja hacia el patíbulo”. John Donne
Los tiempos cambian, la historia no. Triste ecuación de un país
donde lo peor del pasado se perpetúa sin que haya demasiada explicación ni
asombro siquiera, capaz de generar un “darse cuenta” de veras.
Los relojes se han detenido en Argentina y los calendarios marchitan sus
hojas en apenas horas. Así es como aquella violencia que dejara heridas
abiertas regresa en el escenario preelectoral trastocando desde la A hasta la
Z.
Las listas de candidatos oficialistas se asemejan a verdaderas
asociaciones ilícitas. Para repositor de góndolas en un supermercado se exige
más educación y currículo que para administrar el Estado. A un ministerio o
al Congreso se puede acceder más fácilmente con prontuario que con méritos. “Los
inmorales nos han igualado”.
El kirchnerismo se ha transformado en una jungla donde puede verse a sus
integrantes fagocitarse entre ellos. Si alguien aún creía que el
gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli era diferente a Cristina tiene ya la
confirmación de su error y la muestra cabal de la empatía.
El hombre de la fe, el trabajo, el esfuerzo, el optimismo, el consenso,
etc, etc., no duda en usar la misma metodología que utilizara un sinfín
de veces la Presidente. Y lo más grave todavía es que ni siquiera es
una operatoria contra un adversario de la política. Lo es sin diferenciar
pertenencia ni ideología.
Ni los códigos de la mafia tradicional tienen ya sentido en esta
geografía. Cómo serán las cosas que, de repente, uno añora las épocas de duelos
donde el honor ganaba aunque la vida se perdía. La palabra tiene el mismo valor
que el agua de la cloaca. La confianza y la lealtad no son ya ni una
fecha de almanaque que osaban festejar los peronistas.
No hay posibilidad alguna de defender a Aníbal Fernández de las
denuncias que lo rozan hoy día, pero tampoco la hay de descartar el aval de
quien es el candidato oficialista. ¿Cómo entrar al penal donde cumple
reclusión Martín Lanatta y filmar si no es con un guiño del gobierno
provincial?
La respuesta no ha sido obtenida. Sin embargo, pese a que pueda haber
sido o no una operación política, hay una realidad insoslayable: existe
la declaración grabada que involucra al jefe de Gabinete, existió la fosa y los
tres cadáveres, existió y existe el tráfico de efedrina.
Y lo más triste es que existe también la impunidad y la probabilidad de
que Aníbal Fernández pese a todo ello, pueda ganar una elección en Argentina. Y
ahí la culpa no es exclusiva de la dirigencia, ni de los
“arrepentidos”, ni del periodismo o los intereses meramente políticos. Ahí,
las víctimas se confunden con los victimarios con o sin consciencia de su rol
en este juego.
Porque no es sino la sociedad en su conjunto quién va a las
urnas y emite su voto. Y lo emite según el bolsillo o el falso confort de un
microclima en el cual habita. Mirar más allá es utopía, el prójimo es apenas un
personaje desconocido de la Biblia, el futuro es el fin de semana largo del 17
de agosto próximo, la calidad de vida es el electrodoméstico nuevo en la mesada
de la cocina…
¿Qué ciudadano argentino no sabe todavía cómo ha robado este gobierno
plata, moral y tiempo? La primera piedra queda sin arrojarse, y no hay
manos que puedan levantarse por más marginalidad e inocencia que quiera usarse
para justificarles. Todo está a la vista. “No hay peor ciego que el
que no quiere ver“. Y está comprobado que la ceguera es voluntaria en esta
Argentina.
Este andar en tinieblas que parece ser fruto de un corte de electricidad
de coyuntura, es algo más grave y peligroso todavía. Es la falta de
voluntad para acercarse a la llave de luz y activarla. La electricidad está, la
opción de encender la luz y disipar la oscuridad también aun cuando la lámpara
que cuelga del cielo raso no sea la mejor, ni la más cara o la más linda.
Es Caín quien mata a Abel, no un anónimo ni un foráneo. Si
queremos reescribir la historia a nuestro antojo para librarnos de culpa y
cargo entonces asumamos que no somos tan distintos de una Cristina Kirchner, un
Aníbal Fernández o un ambicioso joven que por contemplar el bolsillo más que
los valores y principios, termina en una zanja agujereado por las balas.
Estamos a punto de elegir mucho más que un candidato. Vamos a
elegir de qué forma queremos vivir en lo sucesivo, o si nos da lo mismo morir
de rodillas, sin gloria ni laureles aunque con algunos paisajes turísticos
recorridos, y unos pesos en el bolsillo cuya única utilidad será la de pagarle
al sepulturero.
Así de duro, así de sencillo…
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