miércoles, 5 de agosto de 2015

La realidad indica que el país no está para bromas

(...Y, sobre todo, su economía)

Por J. Valeriano Colque (*)
Las inoportunas chanzas en las que se enredó el ministro de Economía de la Nación, Axel Kicillof, desentonan en grado extremo con el clima de inquietud que se respira en las variadas ramas de la producción y de las finanzas en el país.

Pero también caen como un chiste de mal gusto sobre millones de argentinos preocupados por la pobreza, la inflación y la suba cotidiana de los precios de la canasta familiar básica.

Ahora, en su doble juego de jefe de la cartera de Economía y precandidato a diputado nacional por el kirchnerismo de la ciudad de Buenos Aires, Kicillof amenazó el pasado miércoles con violar el secreto fiscal y hacer público el listado de los contribuyentes que pagan el Impuesto a las -Ganancias.

Además, había deslizado la posibilidad de que el Estado nacional interviniera en el mercado inmobiliario, fijando precios topes y un impuesto extra para los propietarios que tienen un inmueble desocupado y no lo ofrecen en alquiler.

Tuvo el ministro otros derrapes, como cuando se preguntó: “¿A quién le importa el dólar?”. Se trata del mismo funcionario que trató de justificar la ausencia de datos oficiales sobre la pobreza para no “estigmatizar” a los millones de conciudadanos que viven en esa condición.

Metido en el barro de la política de mala catadura y más enfocado en el proselitismo que en los vaivenes de una economía inestable y sin horizonte definido, Kicillof no tuvo mejor ocurrencia que desmentirse a sí mismo y calificar a sus dichos del miércoles como “un chiste de porteños”.

La realidad indica que el país (y, sobre todo, la economía) no está para bromas, si es que ese fue en verdad el motivo que llevó a Kicillof a incurrir en dislates inadecuados que luego trató de colorear como un paso de comedia. Sería prudente que los funcionarios públicos obren con dignidad y asuman la responsabilidad que les demanda el cargo en el que se desempeñan (aun cuando no hayan sido elegidos por el voto de la gente).

Se trata de una demanda de la sociedad en general, afligida por las carencias cotidianas, y de los sectores productivos que se muestran exasperados por las oscilaciones de un escenario macroeconómico de inestabilidad y de magra rentabilidad. Tampoco es de sana convivencia utilizar términos de tribuna para dar marcha atrás con lo ya expresado. “Lo quiero desmentir, es una taradez, yo no lo dije. Me da lástima por la gente que se asustó”, la embarró Kicillof.

De cara a comicios como las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (Paso), la ciudadanía comienza a meditar su voto. Ello requiere un nivel de seriedad de los que gobiernan y de los múltiples candidatos en carrera. Kicillof debería entender que las urnas no son un chiste.

Tres grandes actores en medio de la campaña

Más que en un chiste, los últimos 60 días se transformaron en una pesadilla para los sectores productivos, entendiendo a estos como la industria, en sus variadas ramas, y a las actividades del campo, donde todavía queda algún margen de rentabilidad.

En ese tiempo, desde el cierre del primer semestre hasta acá, hubo tres chiflados que se subieron decididamente al escenario, pero no para llevar a la risa a los espectadores, sino, por el contrario, para conducirlos al llanto.Estos personajes son el dólar–tanto el oficial como el paralelo–, la suba de costos y la situación de Brasil, hundido en el combo que forman la devaluación con la caída de demanda interna. La realidad viene demostrando que ninguno de estos tres grandes actores del momento es previsible en sus roles, porque se han despegado de cualquier libreto. En particular, se despegaron del argumento trazado por Kicillof, cuyas últimas declaraciones exasperan al candidato oficial, Daniel Scioli, preocupado por imponerse en la primera vuelta electoral.

El dólar es un problema a dos puntas. Los sectores exportadores están arrinconados por un tipo de cambio licuado por la inflación y al mismo tiempo comienzan a preocuparse por la enorme brecha existente con el dólar paralelo, que pasó del 40 al 60 % en 20 días. Esa diferencia, que hasta ahora no pudo (y todo indica que no podrá) atenuarse con el aumento de las tasas de interés en plazo fijo, comienza a incidir sobre decisiones de inversión y ahorro por parte de los individuos y complica colateralmente a rubros como el inmobiliario. La explicación del dólar imprevisible, pasa por la enorme inestabilidad de la macroeconomía argentina.

De 1 a 10, la economía está en 5 puntos y existe falta de libertad en la economía. El punto es que esta calificación alcanza al que debería haber sido el mejor trimestre del año, cuando entran los dólares de la soja y comenzarían a verse recursos de las paritarias salariales. Ahora, por estacionalidad, viene el ciclo más duro de la economía que se desarrollará en medio del proceso electoral.

Los costos operativos, por su lado, no dejan de subir, aun cuando la inflación se desacelere. Las empresas traen las arcas exigidas por el pago del medio aguinaldo, erogación obviamente prevista, pero nadie comprende muy bien por qué aumentan precios de insumos, repuestos y materias primas elementales. Es un goteo constante: 2, 3, 5 % de aumento, mes a mes.

Y Brasil, un país cuya tracción es clave para algunos sectores industriales argentinos, como las automotrices y las alimentarias, suma una doble inquietud. La demanda en ese mercado se contrajo más que lo esperado a principios de año, aumentó el desempleo y se sumó una nueva devaluación del real, lo cual prácticamente arrincona a los pocos productos argentinos con ese destino.

Es decir, si alguien pensaba que el ciclo político se impondría indefectiblemente sobre el escenario económico, deberá ensayar algún otro argumento. El primero que debería tomar nota de esto es quien lleva las riendas de la economía: un muchacho llamado Axel.

El calendario electoral no debe condicionar la subsistencia digna de los argentinos

Al contrario de lo que podría esperarse, los excelentes niveles de producción de las economías regionales en la última campaña parecen desatar una tormenta económica perfecta sobre distintas regiones del país. Las condiciones climáticas, las inversiones y los desarrollos en materia de investigación permitieron que las producciones de frutas en el sur, vid en la zona cuyana, cítricos en el nordeste y azúcar en el norte argentino alcanzaran volúmenes importantes.

Sin embargo, esta situación no resultó un alivio para pequeños y medianos productores. Por los altos costos y la falta de rentabilidad para exportar, debieron destinar la cosecha al mercado interno. Esto provocó una sobreoferta, con su consiguiente baja en el precio, que llevó a la quiebra de miles de establecimientos familiares y a una mayor concentración en la actividad.

No se trata sólo de un preocupante cuadro económico, sino también de una delicada coyuntura social. Miles de trabajadores no tuvieron empleos temporarios, en tanto millones de kilogramos de peras, uvas y limones, entre otros productos, debieron desperdiciarse ante las pérdidas que originaba su eventual cosecha. Todo esto sucedió, además, en un país donde al menos uno de cuatro argentinos vive en la pobreza, según estudios privados.

Sobre el suelo patagónico, con centro en las provincias de Neuquén y Río Negro, yacen 250 millones de kilos de peras y manzanas que los productores dejaron pudrir. No pudieron sostener el costo de recoger esas frutas y venderlas a pérdida en el mercado interno.

Una situación similar enfrentan los productores de azúcar, que tendrían unas 300 mil toneladas sin colocar. Una alternativa sería destinarlas a la elaboración de bioetanol, pero esto provocaría un daño económico en la comercialización del maíz y en las fábricas que se levantaron para elaborar combustible con base en el cereal.

La industria frigorífica perdió 138 empresas y 21 mil trabajadores en los últimos años. Unos 1,5 millones de litros de leche terminaron arrojados a los campos por los tamberos que reclamaron días atrás un mayor precio por parte de las industrias. La caída en valor afecta a las cuencas lecheras de Córdoba y Santa Fe.

Las producciones regionales repiten la misma coyuntura basada en una caída de los precios internos y en el mundo, el fortalecimiento del peso argentino ante el dólar–cuando las monedas de los países a los que se exportan se devalúan–y una elevada presión fiscal.

Las alertas lanzadas por el campo y por las autoridades regionales requieren una urgente respuesta del Gobierno nacional para evitar que las condiciones económicas y sociales sigan deteriorándose. El calendario electoral no debe condicionar la subsistencia digna de los argentinos y la existencia de miles de empresas familiares.

(*) Economista

© Agensur.info

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