domingo, 16 de agosto de 2015

La grieta interna y la maldición del gobernador

Por Jorge Fernández Díaz
"Scioli es de los gobernantes que están donde están los problemas." Esa frase de interpretación dual y anfibia, que busca destacar la vocación de servicio, también puede ser leída como la fatalidad de alguien a quien sus propios problemas lo persiguen de cerca, o incluso que él mismo los desata. De hecho, la cita fue pronunciada por Alberto Pérez mientras Scioli se encontraba de viaje. 

No bien su jefe pisó territorio italiano, un violento temporal azotó Calabria, produjo inundaciones y evacuados, y levantó una conmoción política. Las nubes tormentosas persiguen al motonauta. Si se inunda Italia, ¿cómo no se van a inundar Areco y Luján?, habrían argumentado con cinismo sus socios. Pero el kirchnerismo estaba más ocupado en apartarse de Scioli como si portara la peste bubónica, y en abandonarlo a la intemperie mientras llovía. Viendo las imágenes del naufragio, más de alguno habrá pensado en la "maldición del gobernador"; ningún mandatario bonaerense consiguió luego alcanzar la Presidencia. El arrastre que el marketing de toda victoria electoral provoca pareció aguarse de pronto con la catástrofe y con el bochorno de esa frívola ausencia. El daño político fue considerable, aunque nadie sabe si será duradero. De todas maneras, quedaron al desnudo en esta semana maldita todos los pecados del oficialismo: su perversa política de fondos nacionales, la mediocridad gestionaria de la provincia y la grieta profunda que ahora esconde el Frente para la Victoria. Una vez más, ¿puede gobernar el país una coalición formada por enemigos intensos que se odian y que guardan puñales bajo la mesa?

La reencarnación rediviva de los caudillos federales vino a liquidar al federalismo: Cristina concentró recursos en Balcarce 50, puenteó a los gobernadores para tener en un puño a los intendentes, destrozó así la chance de una planificación coordinada y castigó a Buenos Aires para estrangular a Scioli. El amo de Villa La Ñata, con tal de recibir la herencia, bajó la cabeza y permitió el descontrol. Las hidráulicas no son obras visibles ni muy rentables en las urnas, y en doce años de crecimiento a tasas chinas no hubo dinero para ponerlas en marcha. El kirchnerismo y su fiel servidor fueron más afectos al gigantismo marketinero y a la publicidad oficial. Y apostaron más al consumo que a la infraestructura, porque para el populismo lo que cuenta no es el futuro, sino el puro presente. Hasta que el futuro, como el diablo, se presenta a cobrar su factura y entonces la correntada se lleva el cadáver de su relato. Quienes venían a reivindicar el Estado demostraron que son increíblemente ineptos para el desafío. El intelectual Alejandro Katz los definió así: "Son una insólita combinación de incompetencia con arrogancia montonera".

No fue un pensador ni un dirigente crítico, sin embargo, quien mejor definió la situación, sino un humilde curita de Salto. El padre Domingo Pisoni aseguró: "Así como no tenemos memoria de una inundación como ésta, tampoco tenemos memoria de que se haya realizado alguna obra. Las promesas están, la cuenca del Salado hace años que está presupuestada, pero bueno? la corrupción no sólo mata, también inunda". A continuación dio una explicación bastante simple, aunque políticamente incorrecta, sobre los resultados comiciales del domingo: "Terminamos votando mentiras, pero no por complicidad, sino porque el pobre no tiene otra alternativa al estar agarrado a través de los subsidios". Y remató con un concepto que ni el frente Cambiemos sería hoy capaz de articular: "Indigna que haya dinero rápido para otras cosas; para solucionar los problemas de los clubes o el propio Fútbol para Todos. Aporta más votos todo eso que hacer algunas alcantarillas". Dijo más un párroco de pueblo que toda la oposición organizada. A propósito, mientras se sucedían las desgracias en los cuarenta municipios, un importante funcionario de Scioli se dedicaba a presionar ásperamente a los presidentes de clubes para que Tinelli se entronizara en la AFA. Prioridades de la alta política.

No crean tampoco que la reina estaba entregada en cuerpo y alma al desastre. Más bien se concentraba en la interna. Compró la idea de que su heredero naranja estuvo detrás de la denuncia de la efedrina que televisó El Trece y, por lo tanto, el príncipe Máximo salió el lunes con sus dardos vengativos: "Ningún candidato presidencial superó el 40%, y eso demuestra que el pueblo no quiere a ningún dirigente protegido por los medios y grupos económicos". El primogénito es muy desagradecido para con quien operó en Tribunales y le amortiguó una causa caliente. La mismísima Casa Rosada filtró después cierto malestar frente al hecho de que Scioli no hubiera garantizado un triunfo tan holgado como Cristina en 2011. A las sospechas de conjuras, hay que agregar aquí los celos que despertaron ese triunfo y el miedo que les da perder centralidad y ponerse a tiro del nuevo macho alfa. También la necesidad de que Scioli gane, pero quede débil, para poder manipularlo; una admisión tácita de que pretenden sí o sí el doble comando. Por eso mandaron al intrépido Martín Sabbatella a anunciar lo que necesitan que se entienda bien: "La líder del proyecto va a seguir siendo Cristina". Dice el refrán popular: "Si éste es el noviazgo, ¡cómo será el matrimonio!".

Esas recriminaciones por un resultado tibio esconden también la nube de camelos en la que flotan. Ni se les pasa por la cabeza que esa performance se debe a que absolutamente todos los indicadores económicos de hoy, comparados con 2011, son calamitosos. Sin contar con los escándalos de corrupción y las muestras de impunidad, y las sospechas de prohijar el ingreso del narcotráfico en la Argentina. A Scioli deberían darle una medalla por el último milagro dominguero. De hecho, la oposición se devana los sesos para doblarle el brazo y terminar con la dispersión del voto. Algunos aseguran que no existe un peligro profundo en el hecho de que vuelva a ganar el kirchnerismo, y entonces se permiten el lujo de votar a candidatos que no tienen chances. Esa idea testimonial colisiona con múltiples argumentos, pero hay uno que resulta alarmante. Todo indica que por este camino el oficialismo dominará el Senado de la Nación. Y que con partidos satélite, traiciones previsibles y gracias a los "entusiasmos clásicos" de una nueva gestión presidencial, el Frente para la Victoria conseguirá en marzo no sólo nombrar nuevos jueces adictos, sino construir la Corte Suprema soñada, con mayoría automática incluida. Hay quienes ya han hecho las cuentas. ¿Nada grave se juega en octubre? Sería interesante que líderes probos para quienes esta maniobra resultaría una aberración meditaran un poco. Después será fácil, pero completamente vano, buscar micrófonos para denunciar el atropello institucional.

La ingenuidad se paga muy cara en política. Enfrentar con ideologías inflexibles un movimiento plástico y dominante es un suicidio. Revela Silvia Mercado en su último libro que cuando le pidieron una definición ideológica sobre el peronismo, el empresario Jorge Antonio dijo: "Hay que seguir la ruta del dinero. Cuando hay plata en el Estado, se compran ferrocarriles. Cuando no hay, se los vende". A esta clase de dominación desprejuiciada, pragmática y hegemónica -a este régimen, como diría Octavio Paz- se enfrenta la peligrosa dispersión de los rígidos y de las almas bellas. Que siempre pierden.

© La Nación

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