Por Esteban Peicovich |
Lo sé pero no puedo con
mi trauma. Los ilusos no sabemos comerciar con lo real. Está en nuestra
naturaleza pretender que suceda el 5 donde sólo hay 4. Es distorsión que la
historia castiga. Ilusionar contra el viento desequilibra la razón. Y cabrea a
Platón. Por algo echó a los ilusos de la plaza.
-¿Platón?
-Sí, Platón. Lo de Perón
fue en otra plaza. Y sin ilusos.
-¿Ser iluso y boludo es
lo mismo?
-Es un modo sinónimo de
hablar.
Va un ejemplo para salir
de este entripado que me atañe. En víspera de las PASO y ante pregunta
radial, acepté identificar hechos que pudieran incidir en la elección. Y
arriesgué algunos:
1.- La inundación: dejaría culo
al aire lo mucho que Scioli no hizo.
2.- Las denuncias de corrupción contantes y sonantes.
3.- El enigma Zannini: de ermitaño de
Palacio a Giocondo de palco.
4.- El temerario mantra presidencial: “Menos pobres
que Alemania”.
5.- El tormento de la inseguridad convertido en
costumbre.
6.- La inflación mintiéndose a sí misma.
(Y aquí me detengo.
Aunque la lista parece apuntar al Gobierno, técnicamente no es así. Gobierno al
que oponerse no hay. Un grave y doble descuido cívico nos dejó en manos de una
Mega Administración que no se ajusta a la ley, salvo la propia. Lo que hay es
mandoneo. Gobierno es otra cosa).
Pero buscando
ecualizarme esa mañana también apunté lamparones del equipo de enfrente:
1.- Chiqueza a la hora de cuajar un Frente.
2.- Encuestas al contado, en 12 cuotas y mejor
postor.
3.- Radicales sumidos en tópicos, roscas y peleas
de café.
4.- Macri ofreciéndose químicamente puro.
5.- Capillas de la utopía mirándose de reojo.
6.- Lilita dentro de sí. Lilita fuera de sí.
Lilita Pocas Pulgas. Lilita Muchas Pulgas.
7.- Massa prometiendo portarse mejor y acogotar
su ego.
(Y aquí también me paro,
pues agobia interpretar datos de una sociedad inmóvil, en morbosa maceración,
que sólo se activa en plenitud los feriados y fines de semana).
Matizo lo dicho.
Despejar la complejidad del engrudo político en el que nos debatimos es trabajo
de arúspices o cirujanos de alto vuelo (Sarlo, Fontevecchia, Wainfeld, Pagni)
no de cronistas de costumbres, que es lo mío. Y para analizar sobre lo real y
no sobre su reflejo, se requiere contar con una ciudadanía atenta al control de
calidad social y pronta a indignarse ante el truchaje que sea. Estas actitudes
no sólo no existen sino ni siquiera muestran signos de asomar. La frase “la
democracia recuperada en 1983” languidece en el imaginario sofocada por nuestra
siempre vieja “actualidad”. Tanto, que caímos en la trampa de una ingeniería
electoral que podría debilitarla mucho más.
Los años pasan y
seguimos aferrados oralmente a ella. Y por lo que prueban los resultados del
9A, ladrones privados y estatales, caciques provinciales y tahúres de colores
varios mantienen su contento. Con bajo compromiso social como el que se
advierte, muy poco pueden influir los derrapes de los poderes en pugna.
Mientras repetir pasado, no asumir presente y fantasear futuro sigan siendo el
modo de asumir la cosa pública, las elecciones serán lo que son: un placebo, un
relato. Una ciudadanía en babia sólo sirve para lamentarse cada tanto (y
siempre igual) de la democracia zombi que cobija, encarna y padece.
(Pido disculpas por el
tono de sermón. No es el mío. Puede que me esté volviendo viejo. Merci).
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