Por Román Lejtman |
Daniel Scioli, 38,45%. Mauricio Macri, 24,3% y Sergio Massa,
14,2%. Son los votos que tiene cada candidato a la Presidencia, al margen de
sus conocidos acuerdos coyunturales. Y desde ahí tienen que diseñar una
estrategia electoral que les permita llegar a la Casa Rosada. Los números son
contundentes, pero la matemática no es una ciencia exacta cuando se aplica a la
política. Y menos aún en la República Argentina.
Voto útil, polarización y
aparato partidario son conceptos electorales que pueden derrotar la lógica
perfecta de una ecuación aritmética probada durante siglos.
Massa enfrenta dos situaciones frente a la Primera Vuelta.
Participa y arriesga su caudal electoral ante un escenario de polarización y
voto útil, o preserva su imagen política y concede la libertad de acción a sus
3.121.589 votantes. El exjefe de Gabinete de Cristina aún se inclina por
participar en los comicios del 25 de octubre, pero asume en la intimidad que
puede terminar lastrado por la polarización que proponen Scioli y Macri. Si Massa
se baja o es minimizado por el voto útil, aumentan las chances de un ballottage
en noviembre.
Macri tiene que profundizar su conocimiento sobre Otto von
Bismarck, si pretende forzar un ballotage con Scioli. El Canciller de Hierro
diseñó un sistema de alianzas políticas con Rusia, Austria e Italia, que
permitieron a Alemania subsistir y crecer ante los embates permanentes de
Francia. El jefe de Gobierno porteño debe incluir a Elisa Carrió y Ernesto
Sanz, sumar los votos de José Manuel de la Sota, seducir a los electores que
apoyaron a Julián Domínguez, quebrar la posición electoral de Massa y romper la
maquinaria electoral de Scioli. Sólo así Macri llegará al ballottage del 22 de
noviembre.
Scioli está cerca de Balcarce 50, pero su ecuación electoral
depende de los votos de la oposición. Ya no tiene más sufragios propios que
sumar y debe seducir al electorado de Alberto Rodríguez Saá, Massa, De la Sota
y las distintas alternativas de la izquierda, si desea vencer en la primera
vuelta o en un posible ballottage. Una tarea ardua y de resultados
impredecibles.
El gobernador bonaerense ha revelado su fascinación por
Basil Liddell Hart, un militar inglés que escribió ‘La
estrategia de aproximación indirecta’. Se trata de un libro sobre filosofía bélica que plantea que la acción indirecta es mejor que un
ataque frontal, como proponía Carl von Clausewitz, un general prusiano venerado
por Juan Domingo Perón. Hart añade que es mejor una derrota elegante, sin
destrucción total del enemigo, para evitar los rencores absolutos del vencido.
Al citar a Hart y reconocer que juega al ajedrez, Scioli ha
mostrado su diseño estratégico para vencer a Macri. Envolverá a De la Sota,
sumará a Rodríguez Saá en un probable ballottage y cortejará a Massa, que aún
tiene tiempo y voracidad para llegar a Balcarce 50. El gobernador ya se masticó
a Carlos Zannini y ahora va por Aníbal Fernández, que es el nuevo caballo de
Troya que cabalga Cristina en la soledad de Olivos.
Macri ha leído sobre el desembarco de Normandía y no se
cansa de elogiar esa maniobra militar que permitió abrir el segundo frente y
avanzar sobre Adolf Hitler. Scioli recomienda a Hart que, en un pequeño ensayo
(Some Reflections on the Problems of
Invading the Continent), cuestionó la estrategia del D-Day ordenada por Franklin
Delano Roosevelt. Sin Normandía, el Tercer Reich no hubiera caído.
Scioli y Macri buscan cumplir su sueño. Los dos han leído
historia militar y no ignoran las dificultades que implican un desembarco final
a todo o nada.
El vencedor, aún incierto, escribirá la futura historia
oficial de la Argentina.
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