(Relato del Presente)
En Tucumán la fiesta de la democracia incluyó un fogón de
urnas, que no habrá contado con una buena guitarreada, pero que al menos
iluminó la tardecita. Scioli aprovechó que Cristina estaba en otra ––el
nacimiento de su nieta a la que, en un claro homenaje a una Tucumán que arde,
bautizó Helena– y se llevó el avión presidencial. Lo devolvió el mismo día,
antes de que se lo carguen en la Declaración Jurada por 350 australes.
Como no alcanzó una sola jornada y la gente se quedó con ganas de más, este lunes armaron una rave en la plaza mayor de San Miguel, donde hubo corchazos de goma democráticos, gases lacrimógenos nacionales y bastonazos populares para la diversión de toda la familia.
Como no alcanzó una sola jornada y la gente se quedó con ganas de más, este lunes armaron una rave en la plaza mayor de San Miguel, donde hubo corchazos de goma democráticos, gases lacrimógenos nacionales y bastonazos populares para la diversión de toda la familia.
Como en cualquier casa abandonada, el Jardín de la República
se convirtió en el patio de atrás, ahí donde el único orden que prima es el del
caos. Tendrían que haber escuchado la entrevista que le hicimos anoche a Susana
Trimarco en Ahora es nuestra la ciudad, donde despotricó contra el poder
político de Tucumán y se hizo la boluda cuando se la dejó en evidencia de que
el impresentable de Manzur es el candidato de Alperovich y de Cristina, además
de haber formado parte de la gestión de ambos.
La gente se empezó a congregar desde temprano y está claro
que no eran simpatizantes del kirchnerismo. Lo interesante fue que la policía
empezó a reprimir cuando los manifestantes comenzaron a entonar el Himno. En el
manual de los simbolismos, un accionar de ese tipo tendría la definición en
blanco, para que cada uno la llene como quiera, ya que que es difícil de
explicar. Obviamente, el clima se caldeó y, mientras pasaba la policía montada,
los vecinos les tiraban de todo desde los balcones de sus edificios.
Mientras algunos colegas dicen que “Cristina sigue de cerca
lo que sucede en Tucumán para evaluar con su equipo el impacto electoral”, no
sé que me jode más: si la idea de que haya gente que cree que a Cristina
todavía le importa lo que está pasando en algún lugar del país, o si, en el
hipotético caso de que sí le importe, le interesa solamente la parte del
impacto electoral, cuando la policía del gobierno provincial de su oficialismo
reprimió a troche y moche a seres humanos. Sí, estimado militante de la Patria
es el otro, menos todos los que no coinciden con vos: los opositores también
son personas.
Otros especulan con el impacto que tendrá el efecto tucumano
en las aspiraciones de Scioli. Gente: les recuerdo que el Dani ganó en una
provincia en la que fueron a votar con salvavidas, imagínense lo que puede
llegar a importar lo sucedido en Tucumán. Resulta lamentable, pero es el único
aspecto en el que realmente somos un país federal: en la falta de empatía por
lo que padecen los habitantes de otras provincias.
A título personal, me cansaron con las definiciones
berretas, baratas y tibias. Mientras en Tucumán usaban el aparato del Estado
para reprimir una protesta, Aníbal Fernández usaba su cuenta de Twitter para
mostrar que recibió a Baltasar Garzón, Luis D’Elía afirmaba que sólo era un
grupito de personas potenciadas por las cámaras de TN y Juan Manuel Abal Medina
volvía al planeta Tierra para explicarnos que “el impulso del Congreso para la
ley de venta de acciones estatales es una forma de profundizar el control
democrático”.
¿Con qué cara se puede hablar de democracia si te prenden
fuego las urnas, te entran a los tiros a un colegio y te cagan a trompadas para
sacarte las planillas? Si la democracia es sagrada, los colegios son las
catedrales, las urnas son las imágenes de Cristo y las planillas ofician de
Biblia.
Veo, escucho y leo a tantos boludos hablando de democracia
como si se tratara de un ente abstracto y no de una institución. Buena parte de
la culpa, obviamente, es del kirchnerismo, que a la monopolización de los derechos
de transmisión de partidos de fútbol la ha llamado “democratización de la
pelota”, o que a la apropiación de los fondos de las AFJP ––luego de que este
mismo Gobierno diera la opción de permanecer en el sistema de capitalización o
volver al de reparto–, la presentaron como “democratización de las
jubilaciones”. También quisieron vendernos que el intento de copamiento del
Poder Judicial era “la democratización de la Justicia”, como si a los jueces
los designaran unos marcianos y no el Poder Ejecutivo en acuerdo con el Poder
Legislativo. Y mejor ni hablar de ese extraño concepto de “democratización de
los medios” que consistió en un gastadero infernal de recursos del Estado para
tirar para atrás un decreto firmado por Néstor Kirchner. Usaron la palabra
democracia para cualquier acto administrativo pedorro o para cualquier intento
de venganza. ¿Cómo no va a terminar siendo cualquier cosa?
Democracia, democrazya, demogracia si nos muelen a palos y
sobrevivimos. Siempre parte de la base de lo expresado, en una suerte de
realismo mágico en lo que todo existe sólo porque se desea que exista. Lo
podemos notar cada vez que algún Belieber Kirchnerista nos sopapea con la
contundencia de los números que tira Cristina y que no tiene idea de dónde
salieron ni quién los confeccionó, pero que están ahí para que creamos en
ellos, porque son la verdad.
Pero ahí están, hablando de una democracia que no da de
comer, no cura ni educa, pero que está y hay que agradecer y no quejarse,
porque la tenemos. Al pedo, pero la tenemos. Durante años han predicado que en
la democracia se puede opinar, que en la democracia se puede manifestar, que en
la democracia hay derecho a huelga y que en la democracia gobierna el pueblo a
través de sus representantes. Y sin embargo, no hay quien pueda dimensionar el
daño que se le hace a la generación que creció sin el pavor generado por las
violentas represiones de la crisis de 2001. ¿Cómo se le explica a un pibe que
en democracia puede hacer todo lo que se le enseña si después te reprimen con
balas de goma a vos, a tu mujer y a tus hijos en una protesta? ¿Cómo se hace
para que entiendan el valor sagrado de emitir un sufragio que durante años nos
estuvo vedado, si no importa quien gane ni por cuánto lo haga, someterá al
porcentaje perdedor, lo ninguneará y, si le da el cuero, lo castigará por no
tener el orgullo de pertenecer? ¿Cómo hacemos para que no descrean en el
sistema, si hasta ahora se los mostramos como una competencia en la que no
importan las propuestas, sino quien la tiene más grande? ¿Cómo lograr que no se
nos caguen de risa cuando les explicamos que los funcionarios públicos son,
precisamente, servidores delegados por nosotros para que administren
temporalmente al Estado, si la realidad les muestra que son dueños, amos y
señores del municipio, la provincia o el mismísimo país? Es la pesadilla de
Edmund Burke en un eterno loop sadomasoquista: “En una democracia la mayoría de
los ciudadanos son capaces de ejercer la más cruel represión contra la
minoría”.
Ya no pueden ni se calientan en discutir El Modelo, sólo nos
tiran por la cabeza que son ellos o la vuelta al averno, como si nos gustara un
paraíso en el que la polícia te escopetea por cantar el Himno en una
manifestación. Y ahí andan por la vida, llorando una campaña sucia porque una
mina aprovechó que se tomaron el palo para sacarse unas fotos con el agua hasta
las rodillas o porque otros ofrecieron ayuda a los que dejaron en bolas. Sea
con fines electorales o por puro altruismo, jódanse. Dejaron la casa abierta, se
fueron de vacaciones y pucherean porque alguien entró y se aprovechó del
abandono. No es campaña sucia, es campaña. Y si fue campaña sucia, jódanse
también: les jugaron con el reglamento que impusieron desde el oficialismo
durante años y ahora se calientan. Al final, son como el gordito que se enoja y
se va a la casa con la pelota.
Así que, amigacho kirchnerista, si llegás a leer esto, te
pido algunos favorcitos:
No me hables de libertad. No necesito que me marques que soy
libre gracias a tu Gobierno, cuando nací tan libre como vos gracias a una
Constitución Nacional, sólo que aún lo recuerdo.
No me hables de mi falta de compromiso con el país por no
adherir a la sanata presidencial con la que no podría comulgar ni aunque
hiciera un esfuerzo actoral, dado que me cambian los enemigos, los amigos y las
luchas con más frecuencia que con las que Cristina se compra ropa. Es jodido.
Imaginate si me paraba con vos en los actos de Cristina de 2012 a putear a
Scioli y hoy tengo que usar los afiches de “Scioli candidato de los Buitres”
para armar un muñeco de papel maché del Nestornauta. Mejor contame cómo se hace
para seguir creyendo cuando las personas por las que te jugaste se han robado
hasta la bandeja de la torta, cómo hacés para seguir enamorado cuando tenés que
bancarte traiciones que no le perdonarías ni a tus padres.
No me hables de redistribución de la riqueza, ni de mejores
condiciones de vida para los más necesitados, ni de lucha contra la pobreza,
cuando tenés que frenar tu discurso porque te interrumpe un pibe para
manguearte una moneda con la que pueda juntar algo para el morfi. Hablame de
vos, de cómo planeás tu futuro, si pensás formar una familia. Decime si
pensaste alguna vez en tener tu propia casa, contame si podés comprarla sin
ayuda de tus viejos. ¿Alguna vez pensaste cómo hicieron ellos para tener su casa
a tu misma edad sin la ayuda de tus abuelos? Hablame de cómo recordás tu
infancia, si disfrutabas de ir al colegio sólo y jugar en la calle hasta que
cayera el sol. Contame cómo pensás que tus hijos recordarán su infancia.
Charlame de vos, no me hables de El Modelo. Contame qué te
pasa por la cabeza cuando ves tanta gente durmiendo en la calle. ¿A quién le
echás la culpa si nos va bárbaro? Explicame qué se siente cambiar de discurso
permanentemente, saber que prometieron obras para evitar inundaciones o, al
menos, mitigar los riesgos y que, después de no hacer nada ––y patinarse la
guita en cosas más importantes, como en un recital de Ricardo Montaner, o en un
parque de juegos veraniego en Mar del Plata–, te digan que es culpa del cambio
climático o de las construcciones efectuadas sobre humedales, entre las que se
encuentra la de tu candidato a Presidente.
Y, fundamentalmente, decime cómo hacés para tolerar que haya
muertos políticos en democracia, que tengamos que tolerar desparecidos en
democracia, que existan muertos por el desconche de la corrupción de la
democracia, y que todas esas muertes juntas de la democracia hayan ocurrido en
tu democrático Gobierno de la demócrata democracia.
Después, si querés, seguimos charlando.
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