Por J. Valeriano Colque (*) |
Es interesante recorrer los mensajes que Delfina Rossi
difundió en los últimos meses a través de la red social Twitter. Se trata de la
hija del ministro de Defensa, Agustín Rossi, que fue designada como integrante
del directorio del Banco Nación, hasta nueva noticia formado por cuatro
directores (no se aclaró a quién
reemplazará o si se agregará un quinto funcionario).
La enorme mayoría de sus mensajes están en inglés y se
refieren a cuestiones europeas o globales. Sobre Argentina, apenas algunos
mensajes, en su mayoría vinculados a las últimas elecciones. Son los típicos
mensajes de los universitarios indignados españoles, con profesión de fe
ecologista, feminista y contraria a las políticas de austeridad europeas.
Sobresale uno. La flamante funcionaria reprodujo en mayo, a
modo de adhesión, un mensaje de El País que informa que la nueva alcaldesa de
Barcelona, Ada Colau, se rebajó su salario. Colau es uno de los emergentes del
progresismo populista europeo, surgidos con la crisis financiera, a los que la
militancia kirchnerista más ideológica considera “del palo”. La nota del
periódico dice que Colau cobrará en bruto unos 2.200 euros al mes.
El salario bruto de un director del Nación ronda los 70 mil
pesos. O sea, unos 6.550 euros oficiales o unos 4.200 euros blue, al tipo de
cambio de ayer. Es curioso que la indignación militante termine cobrando en
Argentina casi el doble o más que la alcaldesa de una ciudad como Barcelona.
Ante las críticas por lo que parece un caso claro de
nepotismo, Delfina plantó esta línea de defensa: “Mis títulos no son de
parentesco, son académicos”. No reparó que no se le cuestionan sus títulos (dos
maestrías, algo que muchísima gente puede mostrar hoy en día), sino su falta
total de experiencia en el sector financiero y, sobre todo, su acceso a un
puesto sin concurso, por vía sanguínea. Dejamos el gobierno, pero antes nos
hacemos con jugosas concesiones de Su Majestad, es el mensaje.
Los 26 años de la causante no disimulan la falta de concurso
para la cobertura de un cargo de vital importancia en el sistema bancario
argentino, ni las facilidades que la cercanía familiar permite en un país que
adeuda más de una materia en cuanto a oportunidades. Y siempre sospechado de
ingresar por la puerta trasera a quienes revistan en la función pública.
No es novedoso ni sorprende: cada fin de ciclo depara un
festival de nombramientos en las diferentes ramas de la administración pública
y–de modo invariable–los apellidos involucrados habilitan para la sospecha.
Amigos, parientes muy cercanos y no tanto, punteros y socios se benefician con
la mejor tajada, mientras voceros oficiosos siguen prometiendo concursos y
riguroso orden de mérito que luego eludirán.
Claro que en este caso los ingredientes contrastan aún más:
hija de ministro que ingresa a un puesto de enorme responsabilidad, ausencia de
concurso, falta de experiencia previa en el rubro bancario, militancia
ecologista en Europa–sí, en Europa–y un pretendido trabajo como asesora del
Parlamento europeo hablan de anomalías varias. O de una joven prodigiosa, cuyos
méritos la hacían merecedora de tan alto puesto. Aun cuando vale preguntarse
cuántos pacientes permitirían que los opere un cardiocirujano sin experiencia.
Sucede que el Banco Nación es uno de los más importantes del
país y, al mismo tiempo, el que desde la banca pública cumple la función de
orientador del sistema financiero argentino a partir de las políticas que
implementa.
Cabe preguntarse si, ante las complejidades de semejante
rol, la institución está en condiciones de acompañar los aportes sin duda
revolucionarios que se esperan de la nueva directora.
Más allá de la ironía con la que por razones de salud mental
conviene tomarse estas decisiones, es una vergüenza que el Estado se transforme
en una especie de botín de guerra para los gobernantes de turno.
Cómo aproximarse de
lejos. Si la apropiación del Estado por herencia es un signo típico de las
castas rentísticas–sobre cuya crítica se montaron los movimientos políticos de
los que Rossi participó en Barcelona–, también lo es el distanciamiento
aristocrático respecto de las condiciones en que vive “el pueblo”, esa
sacrosanta figura metafísica escriturada por el populismo argentino y cuyos
royalties siempre cobró el peronismo.
Daniel Scioli ha dicho que su libro de cabecera es La
estrategia de aproximación indirecta, de Henry Liddell Hart. Capaz que fue
siguiendo ese manual que el gobernador se aproximó a las inundaciones de su
provincia de una manera tan indirecta que terminó partiendo a Roma en un avión
de Alitalia.
El regreso destartalado desde Europa ante la ola de
indignación contra un poder que presume de estar “cerca” pero que se marchó
cuando las inundaciones llevaban ya días.
De todos modos, la presencia de un gobernador no hará que se
retiren las aguas. Ni anteayer ni hoy. Es sólo la repetición cíclica del gesto
de un señor medieval que mira las aguas desde su helicóptero–o desde un bote,
si la plebe no ¬está para bollos–después de años de no ejecutar las obras e
inversiones que debería hacer o promover un Estado moderno. Porque a la plata,
al final, siempre se la termina llevando la costosa maquinaria política
financiada a base de subsidios, políticas económicas electoralistas, servicios
públicos lisonjeros, demagogia y militancia rentada “a la Rossi”. El “Estado
presente” termina organizando colectas de colchones donados en las calamidades.
Barbas en remojo: esto no vale sólo para Buenos Aires.
Provincias como Córdoba o Santa Fe sufren periódicamente inundaciones para las
cuales hay muchos planes hídricos pero muy pocos canales.
¿Y Cristina, qué lee?
Nadie sabe si Cristina Fernández lee los mismos libros que Scioli. En los
últimos días, también quedaron en evidencia su distancia, su inusual silencio.
En las inundaciones de La Plata, estuvo presente. ¿Será que esta vez no fue
afectado el barrio Tolosa, donde vive su madre? ¿O es el acto reflejo de no
quedar pegada?
Estos días dejan la sensación de que pertenecer a una casta
distante y aristócrata es, al final, irresistible. Incluso para quienes se
arrogan el monopolio de la empatía popular.
Sistemas electorales
vetustos y proclives a la trampa
El derecho que tienen los ciudadanos de expresarse en las
urnas para elegir a quienes los representarán en la función pública es
vulnerado por sistemas electorales vetustos y proclives a la trampa. Estas
viejas falencias quedaron otra vez expuestas durante las primarias abiertas,
simultáneas y obligatorias (Paso) que se celebraron el 9 de agosto en todo el
territorio nacional.
A la batería de denuncias por urnas mal habilitadas, robos
de boletas y falta de controles de las autoridades fiscales, se sumó la
exasperante lentitud del escrutinio provisorio.
Por cierto, una deficiencia que tuvo como condimento las
explicaciones rebuscadas y rayanas en el papelón. Es inconcebible que recién a
las 22:40 hs. del domingo (las mesas de votación habían cerrado a las 18:00),
el ministro de Justicia de la Nación, Julio Alak, ocupara durante largos y
tediosos cinco minutos la atención de todos los medios de comunicación y de la
opinión pública para anunciar lo que ya todos sabían: que los datos del
escrutinio se podían consultar en el sitio web oficial.
Fue tan poco feliz la exposición del funcionario que, cuando
se dedicaba a explicar lo inexplicable, confundió el significado de las siglas
Paso (en lugar de “simultáneas”, dos veces dijo “secretas”). Las ansiedades
frustradas derivaron entonces en un alud de burlas por el derrape.
Sin embargo, la improvisación y el grave despiste de Alak no
deben ser tomados para bromas. En todo caso, reflejan una situación que tiene
que ser modificada con carácter urgente, para terminar con los sistemas
electorales arcaicos que han permitido fraudes fenomenales a la voluntad
soberana de los ciudadanos. El escrutinio provisorio de sufragios es la
culminación del acto comicial y, como tal, debe ser ejercido con transparencia
y agilidad por las personas a las que se les asigna esa tarea.
No se sostiene ya que un volumen apreciable de los cómputos
se conozca recién de madrugada, lo que da lugar a especulaciones de toda
índole, muchas veces alimentadas por los propios contendientes, en una suerte
de desenfrenada y bien estudiada carrera comunicacional.
Es imperioso modernizar el sistema electoral argentino, una
de las deudas pendientes de la democracia con el pueblo que elige a sus
representantes en las urnas. En tal sentido, el voto electrónico se ha
insinuado como una herramienta eficaz, tal como quedó demostrado en los
distritos que recurrieron a este método, entre ellos, la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires (Caba) y la provincia de Salta. Una opción intermedia, que no
agiliza el escrutinio pero sí evita el robo de boletas, es la boleta única
implementada en distritos como Córdoba y Santa Fe.
En resumen, la reconciliación de la gente con la política
será posible en la medida en que los institutos cruciales de la república, como
el sufragio, no sean bastardeados en cada elección, por mala voluntad, torpeza
o perfidia.
(*) Economista
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