Los gravísimos hechos de Tucumán como última
evidencia del deterioro
de la democracia en el país.
Por Carlos Gabetta (*) |
En la Argentina de hoy
no operan guerrillas; tampoco existe la certeza de un inminente golpe de Estado
militar. Esto hace distinta la situación política, pero los datos económicos y
sociales parecen calcados, con las proyecciones del caso, de los de 1975, cuando
gobernaba otra presidenta peronista, Isabel Perón.
En un marco de
desaforada corrupción, el déficit fiscal, la inflación, el dólar disparado, la
crisis del comercio exterior y la caída de las reservas internacionales, entre
otros datos negativos, llevaron a Isabel a aprobar el famoso Rodrigazo –por
Celestino Rodrigo, su efímero ministro de Economía–, un terrorífico “ajuste”
que precipitó el caos económico y social y el golpe de Estado.
Ahora, en un marco de
similar gravedad, pero ante un cambio institucional inminente, su
correligionaria Cristina Fernández se limita a ganar tiempo para que el próximo
gobierno, cualquiera que sea, se haga cargo del asunto. Cristina no planea ir a
España cuando dejen de atosigarla los problemas, sino a su residencia en El
Calafate. Esto, siempre que consiga inmunizarse –ella misma y sus colaboradores
más fieles– de las numerosas denuncias de corrupción que los acechan, de
narcotráfico incluidas. Si lo consigue, hasta sueña con un retorno triunfal en
2019.
Podría entonces pensarse
que esta vez, al cabo de 32 años de legalidad institucional, el país tiene la
opción de un recambio democrático que permita ir enderezando las cosas, pero lo
acontecido esta semana, durante las elecciones en Tucumán, es la última prueba
de que este gobierno apunta a transformar la democracia argentina, de puramente
formal, en inexistente.
Durante los comicios
hubo quema de urnas, reparto de comida, acarreo de votantes y de bolsas con
votos, agresiones a ciudadanos y periodistas en funciones, empleados de Correos
que alteraron los resultados (en la Argentina, asombrosamente, el Poder
Ejecutivo, a través del Ministerio de Interior y el correo estatal, participa
de la organización de las elecciones) y, por último, una feroz represión
policial a la multitud que protestaba por esas irregularidades.
Graves síntomas. Esta
deriva de corte mussoliniano ya fue señalada aquí: (http://www.perfil.com/columnistas/Orden-nuevo-a-la-criolla-20150619-0071.html).
Pero hoy se puede empezar a dudar de lo dicho entonces acerca de que la
“violencia metodológica no ha llegado a los extremos del fascio”. Basta
comprobar los métodos de las pandillas de Luis D’Elía y Milagro Sala, entre
otros. Un informe de Poder Ciudadano, presentado ayer en el Senado, señala un
nuevo retroceso en la transparencia de los actos de Estado y una mayor
convivencia del crimen organizado con la política. Por último, los intentos del
Gobierno de copar los servicios de inteligencia y modelar Fuerzas Armadas
“nacionales y populares”; de maniatar a la Justicia e incluso al próximo equipo
económico, dan una idea de lo preocupante de la situación.
Pero es quizá en el
plano verbal, discursivo, donde el desquicio revela su verdadera dimensión. ¿En
qué democracia el jefe de Gabinete puede firmar “con orgullo” el nombramiento
“a dedo” a la dirección del Banco Central de Agustina Rossi, una joven sin
antecedentes (salvo los de “hija de”) y al mismo tiempo señalar que esos
nombramientos “deben hacerse por concurso”? ¿En cuál un asesor en la Jefatura
de Gabinete de una provincia, para el caso el ínclito Jorge Manuel Santander,
de Formosa, contesta a un jugador de fútbol que denunció la desigualdad, Carlos
Tevez, con un “lavate la boca para hablar de nosotros, hijo de puta”? Por su
parte, José Alperovich, el gobernador de Tucumán, declaró olímpicamente que “no
ordenó la represión” a su propia policía, ante su propia Casa de Gobierno. Y
por último la Presidenta, que nunca falta a estas citas, negó contra toda
evidencia la militancia radical del joven Jorge Ariel Velázquez, asesinado en
Jujuy en circunstancias aún no aclaradas, pero luego de ser amenazado por el
grupo Tupac Amaru de Milagro Sala, según denunció el radicalismo. La Presidenta
sostuvo que Velázquez estaba afiliado al partido Soberanía Popular, liderado
por Sala. En realidad, Velázquez se había sometido a la exigencia de afiliarse
para poder estudiar en una escuela pública que maneja la Tupac Amaru con fondos
del Estado nacional…
¿Es posible hablar de
democracia, incluso puramente formal, en un contexto de semejante violencia,
descaro e impunidad? El dato positivo de la semana fue la reunión de Mauricio
Macri, Sergio Massa, Ernesto Sanz y Margarita Stolbizer para repudiar lo
ocurrido en Tucumán. El jueves, los principales bloques opositores del Congreso
exigieron reformas al sistema electoral; la “boleta única”, entre otras.
También la Corte Suprema atendió reclamos en ese sentido. Pero aunque de buen
augurio, estos hechos no desbordan los márgenes de la campaña electoral. Ya se
ha dicho también aquí que ningún sector de la oposición exhibe un buen
diagnóstico de situación ni, mucho menos, un programa detallado para resolver
la grave crisis económica, institucional y social (http://www.perfil.com/columnistas/De-Marte-a-Buenos-Aires-20150815-0013.html).
Varios colegas han
parangonado atinadamente los métodos del peronismo con los del “conservadurismo
oligárquico” y la Década Infame. Pero el peronismo, ese “conservadurismo
popular”, supo ir más allá de la represión y de apoyar golpes de Estado. Hace
cuarenta años, por ejemplo, operaba desde el Estado la criminal Triple A,
olvidada por el actual gobierno en su pregonada política de “juicio y castigo a
los culpables”. Conviene pues preguntarse a qué tipo de métodos puede llegar a
acudir si las cosas se le presentan mal con el próximo gobierno, siempre que
éste resulte democráticamente elegido.
El peronismo está en
estado de desmembramiento, amenazado en su base sindical por masivas
agrupaciones opositoras, la huida de numerosos caudillos, pérdida y dispersión
de votos y una ciudadanía que empieza a reaccionar. Y en esos casos, ya se
sabe, es capaz de cualquier cosa.
(*) Periodista y escritor
© Perfil
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