Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)
Seis elecciones en un año, 31 cadenas nacionales en siete
meses, once millones de pobres, miles de muertos en tragedias y catástrofes con
acción u omisión del Estado omnipresente. Nadie puede decir que éste no es un
país de abundancia, no podíamos ser menos en materia de hacer agua.
Uno se sienta a mirar cada uno de los discursos de los
candidatos y se encuentra frente al triunfo cultural de más de doce años de
chicanas, carpetazos, aprietes y corchazos. Juan Domingo Macri dice que el que
gana conduce y el que pierde acompaña. Juan Domingo Massa apunta a cambiar lo
malo, conservar lo bueno, permutar lo dudoso y archivar lo desconocido. Y
Daniel Osvaldo Cangallo inició la peronización de su discurso ––y la
consecuente deskirchnerización– en el mismo momento que recordó a Néstor y
Cristina, para luego dedicarle el resto de la oratoria a los pequeños y
medianos productores y a los “compañeros trabajadores”. Sí, el tipo que no tuvo
un sólo trabajo registrado hasta su ingreso al Congreso de la Nación habla de
compañeros trabajadores.
Es un equipo divino. Primero aparece el jefe de Gabinete de
Scioli, Alberto Pérez ––siempre hay que tener un Alberto de monje negro– para
decir que las denuncias de fraude son la forma que tiene la oposición de “abrir
el paraguas porque llueve”. Con un muerto en Pilar no bastó, el número tiene
que ser de 51 para que deje de hacer chistes, y 89 para que se calle la boca
por las dudas de que le sigan contando fiambres por ahogamiento. Como veníamos
con la onda platense, asomó la cabeza el ministro de Justicia de la Nación y ex
intendente de La Plata, Julio Alak, quien no sabía ni qué corno tenía que
controlar como funcionario y dijo que las PASO son las siglas de las Primarias
Abiertas Secretas y Obligatorias, que Argentina es el octavo país de mayor
extensión del mundo, y que por eso iban a demorar en aparecer los primeros
resultados. Si lo apuraban, nos tiraba que limitamos con Chile, Bolivia,
Paraguay, Brasil y Uruguay, que poseemos los cuatro climas y que tenemos todos
los recursos para ser potencia mundial, menos cara, memoria y ganas de laburar.
Para que no quedaran dudas de su error, repitió que las PASO son secretas, dijo
que podíamos chequear los resultados en la página del Gobierno y se retiró sin
dar los números que tenía en la mano. La página no funcionaba.
Finalmente, a cualquier hora de la noche apareció Daniel
Scioli, acompañado por la morosa incobrable Karina Rabolini, el Chino Zannini y
su sexagenaria esposa en pantalones de cuero. El todavía gobernador bonaerense
estaba tan exitado que no se dio cuenta de que el micrófono funcionaba y salió
arando a grito pelado en un microestadio techado. El agredecimiento a Néstor
Kirchner por “haber tenido en él la confianza necesaria para darle la mayor
responsabilidad del proyecto” fue emotivo. No sabemos si lo dijo porque cree
que ser gobernador es un cargo mayor que la presidencia o si, entre las
estatuas de Villa La Ñata, tiene una del pingüino con la que pueda comunicarse
con el más allá. También agradeció a los jóvenes por haber sido protagonistas.
Y mierda que lo fueron si hasta Máximo salió en todos lados luego de perder en
Río Gallegos.
En un lapsus de calentura se enojó porque los medios
quisieron “sembrar bronca” en el electorado para que la gente vaya a votar
ofuscada. En lo particular, más que ofuscados hubiéramos preferido que fueran a
votar sin esnórquel ni patas de rana, pero milagros no hacemos. Y si hablamos
de medios, no sé cómo se puede sembrar bronca si algunos han batido el récord
hablar de inundaciones durante una semana sin mencionar al Gobernador. Incluso
he escuchado a colegas decir que “la ciencia no puede explicar lo sucedido”.
Desconozco si se refieren a que el agua se evapore, se condense en la atmósfera
y se precipite hacia el suelo, donde la esperan suelos donde ya no podrá
filtrarse porque hay viviendas que no existían hace años, y arroyos que se
desbordarán como hace miles de millones de años; o tan sólo querían decir que
no saben cómo es que votaron igual al gobernador que ama tanto la motonáutica y
el deporte que llevó las actividades atléticas acuáticas a todos y cada uno de
los habitantes de alguna cuenca bonaerense.
En ese sentido, resultó llamativo que fueran coherentes con
la explicación de Daniel Osvaldo, quien sin mosquearse acusó al cambio
climático por la catástrofe natural de una provincia que no padece huracanes,
terremotos, tifones ni ciclones. Si fuera gobernador de Louisiana, Nueva
Orleans ya formaría parte de la mitología junto a la Atlántida, Lemuria y el
crédito hipotecario accesible.
Y ahí mismo empezó la peronización. Zannini no habló y los
afiches que inundaron ––perdón, empapelaron– la ciudad y el conurbano muestran
al Gobernador junto a Karina. ¿El Chino? Una palabra debajo de Scioli, el que
dice que toda su vida se “preparó para ésto”. No sabemos si para ser Presidente
o sólo para saber qué se siente ganar sin competir sólo y con el presupuesto de
otro, sea el papi empresario o los impuestos de los contribuyentes. Si
repasamos la preparación del Dani, tenemos once años de motonáutica, la quiebra
de la empresa familiar, el ingreso a la política de la mano de Carlos Saúl, su
llegada a Diputados por la lista del Justicialismo en 1997 y la renovación en
2001 por el partido de Domingo Cavallo.
Es cierto que no es necesario ningún título habilitante para
ser Presidente, y la prueba está en que tuvimos demasiados mandatarios
abogados, insoportable cantidad de militares, un par de ingenieros, algunos
periodistas, un hacendado, un odontólogo, una bailarina, un empleado de YPF y
una abogada sin matrícula. Sin embargo, por respeto a la profesión, por decoro,
o para salvar algo de vergüenza, algunos colegas podrían evitar notas tales
como “argentina tendrá por primera vez un presidente que fue a una universidad
privada”, cuando Massa se recibió de boga en la Belgrano, Macri es Ingeniero de
la UCA y Scioli… debe ocho materias de la Licenciatura de Comercialización en
la UADE, esas carreras en las que te anotaban tus viejos para que hicieras algo
de tu vida.
La preparación para un cargo no viene de la mano de los
títulos ––salvo aquellos en los que son excluyentes–, y he visto a más de un
cum laude o medalla de oro pasar vergüenza en algún pasillo. Pero sí debería
haber algo de meritocracia, de laureles. En este caso, podría decirse que la
preparación de Scioli fue sumarse de aburrido a la política, o ser Secretario
de Turismo de Eduardo Duhalde, quien también lo puso a dedo como compañero de
Néstor Kirchner, para que en la fórmula presidencial de 2003 hubiera una cara
conocida por alguien más que sus parientes.
Mientras transcurrían los cuatro años de la gestión de
Néstor, Scioli se preparaba para ser Jefe de Gobierno porteño en las elecciones
de 2007. En los ratos libres que encontraba entre las cagadas a pedos públicas
de Cristina en el Senado y los carpetazos de la SIDE, tenía su comando de
campaña en el penthouse del Abasto, al que hacía llamar “la Rosadita”. Sí,
pensaba meter cuatro años de Jefe de Gobierno y ser presidente para 2011. En
una movida maravillosa, a Alberto Fernández le pareció buena idea que Scioli
vaya a competir a la provincia de Buenos Aires para tener a alguien más sumiso
que los otros dos candidatos que barajaban: Alberto Balestrini y Aníbal
Fernández. Para completarla, el entonces Jefe de Gabinete de Néstor sugirió
quitarle el apoyo a Telerman su búsqueda por la reelección porteña y propuso a
Daniel Filmus. A Scioli tuvieron que mudarlo de raje para la provincia y
dibujarle un domicilio. De su equipo, las primeras líneas se fueron con él. Las
segundas, quedaron disgregadas e, increíblemente, algunas se reciclaron en el
PRO.
Todos resignaron algo en pos del capricho de Néstor por
conservar el poder. Mal no le salió. No podemos decir lo mismo de los bonaerenses
que fueron gobernados durante ocho años por un tipo sin experiencia en
administración y que conocía más el principado de Mónaco que la Provincia.
Quizás sea por eso que ya no se calienta ni medio por los problemas del
distrito que aún gobierna, dado que fue un constante dolor de cabeza. Al toque
de asumir se tuvo que fumar que Cristina se pusiera de culo al sector
agropecuario, luego las inundaciones, luego los problemas para pagar salarios,
luego las huelgas, luego las inundaciones, luego los problemas para pagar
salarios, luego las huelgas, y así en un eterno loop perverso en el que siempre
amagó a ponerse los pantalones ––como cuando mandó a imprimir bonos para pagar
sueldos en 2012, que no llegaron a usarse porque la Presi se aburrió de hacerle
bullying por cadena y le mandó la guita–, pero terminaba optando por la salida
más conveniente: la que no le costara laburo.
Respecto de las inundaciones, no se podía esperar menos.
Para cuando la mierda tapó a los platenses en 2013, salió a la luz que Scioli
había firmado un acuerdo junto con el impresentable de su ministro de
Infraestructura Alejandro Arlía, Julio De Vido y Alicia Kirchner, para delegar
la limpieza del arroyo el Gato en la cooperativa Néstor Vive en Nosotros por un
monto millonario. Obviamente nadie limpió nada, salvo la guita. Unos días
después de la inundación, Cristina habilitó partidas presupuestarias para obras
hídricas a una veintena de municipios bonaerenses. La Plata no estaba incluida.
Y aquí vamos a lo de siempre y que podemos ver nuevamente por estos días: si
llueve mucho más de la media, a veces no se puede evitar una inundación, pero
sí se pueden mitigar los daños. Y si gastaste en obras hídricas el 10% de lo
que te patinaste en propaganda, el resultado lo tenés a la vista.
Por suerte para todos, Scioli fue a lo concreto: corroboró
que la Basílica de Luján estuviera a salvo y partió para Italia en busca de un
milagro. Parece que Dios no lo escuchó y ahora le manda una sudestada, mientras
a la Virgen le ponen un salvavidas, ya que empezó a entrar agua al templo ni
bien el gobernador despegó.
Yendo al crudo electoral, vale hacer algunas aclaraciones.
Primero, me cuesta creer esa campaña que proponen algunos por las redes de no
mandar nada a los inundados de Buenos Aires por haber votado a Scioli. Más allá
del castigo al que piensa distinto, informarse no cuesta nada: Scioli perdió en
La Plata, Luján, Mercedes, Pergamino, San Antonio de Areco, Suipacha, General
Pueyrredón, Campana y Junín. Sí, ganó en Pilar y Zárate, pero no jodamos, el
voto castigo se sintió.
Por otro lado, de cara a las generales, quedó demostrado una
vez más que el núcleo duro de votantes K ––esos candidatos que sólo le parecen
potables a Cristina– no aportan un choto, salvo contadas excepciones, como
Festa en Moreno y Nardini en Malvinas, quienes hicieron una campaña pagada con
los fondos de la Anses. La prueba está en que los candidatos recalcitrantes
pierden por paliza. A esta altura del partido, Forrest Gump podría ganarle la
intendencia a Pablo Bruera en La Plata. La pusieron a competir a Florencia
Saintout. Máximo no ganó ni jugando de local. Y los ejemplos se multiplican por
el país. Por eso el giro discursivo de Scioli, a contramano del de Macri.
Mientras Mauricio dice que lo que molesta no son las políticas del
kirchnerismo, sino cómo la llevan a cabo los kirchneristas, Scioli empieza a
apuntar a la clase media, donde un sector fuerte aún lo ve como algo más
aceptable que Cristina, lo cual no es muy difícil de concebir, dado que la
Presi estiró tan, pero tan lejos la frontera que cualquiera puede parecer
potable. ¿En qué consiste la peronización? Fácil: prometer lo imposible,
ocultar el ajuste catastrófico que deberá hacer por culpa de doce años de
livin’ la vida loca y, fundamentalmente, esconder a los kirchneristas.
Linda sorpresa fue la que se comió el peronismo en la
provincia de Buenos Aires. Fue hermoso ver cómo Julián Domínguez y Fernando
Espinoza fueron a besarle el anillo a Aníbal un día después, mientras
Sabbatella servía café y repartía medialunas. A los que creen que Aníbal puede
ser un lastre, les recuerdo que el votante de Aníbal no consume periodismo
opositor y, si lo hace, tiene un superpoder que convierte a la información
recibida en una opereta interestelar e, inmediatamente, en un motivo más para
votarlo. Le importa tres carajos si lo acusan de narco, homicida, pederasta o
fan de One Direction. Si hay algo que han demostrado doce años de lavado
cerebral ––entre otros lavados– es que el votante cautivo es un cornudo consciente.
Puede encontrarse a la mujer enfiestada con el plantel de Villa Dálmine, los
suplentes, el cuerpo técnico, los aguateros y los alcanzapelotas que, si la
mujer le dice “no es lo que parece”, culpará a Magnetto, Fontevecchia o
Saguier.
Nota al pie: Escribir y/o opinar de política en tiempos
electorales no es difícil. Lo jodido es bancarse la contraopinión del eventual
lector. No hay forma de emitir juicio alguno sin que el prejuicio lógico de los
parámetros mentales de cada uno nos ubique en una u otra posición de la cual no
nos interesa formar parte. Honestamente, admiro a los que guardan esperanzas de
cambio en cualquier candidato. Sin embargo, mi mayor expectativa es ver a quién
le pegaremos a partir de octubre y cuál es el costo que pagaremos por ello.
Después de todo, es Argentina, el único país del mundo en el que el mercado de
los libros subsiste gracias al género periodístico. El kirchnerismo nos habrá
llevado al extremo, pero vamos, que el resto también son políticos.
Y hablando de Roma, para el que todavía no se enteró que no
soy sólo una ceja levantada, la editorial Sudamericana publicó Lo que el Modelo
se llevó, escrito por éste servidor y con prólogo de mi amigo Juan José
Campanella. No, no es un compilado de notas, se escribió de cero. Sí, se
consigue en cualquier librería del país. Sí, también está disponible en formato
electrónico en Apple Store, Google Play y en megustaleer.com.ar. Sí, está
vendiendo lindo. No, no me salvo económicamente. Sí, lo presento junto al
amigazo Hugo Alconada Mon. ¿Cuándo? El jueves 20 de agosto. ¿Dónde? En Margen del Mundo.
Mercoledì. Lo más difícil después de sacar un libro es
volver a escribir. Gracias por tanto.
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