El arquetipo como “principio
organizador”
A 140 años de su nacimiento, Carl Jung es recordado en todo el mundo por sus teorías sobre la psique, el inconsciente colectivo y los arquetipos. |
Por C. George Boeree
Freud dijo que la meta de la terapia era hacer consciente lo
inconsciente. Verdaderamente, hizo de este postulado el núcleo de su trabajo
como teórico. Y además, definió al inconsciente como algo muy displacentero.
Para ilustrar esto, consideremos lo siguiente: es un caldero de deseos
establecidos; un pozo sin fondo de anhelos incestuosos y perversos; un lecho de
experiencias aterradoras que aún pueden surgir a la consciencia. Francamente,
¡esto no suena como algo que quiera que acceda a mi consciencia!
Carl Jung, joven colega de Freud, se dedicó a la exploración
del “espacio interno” a través de todo su trabajo. Se lanzó a la tarea equipado
con los antecedentes de la teoría freudiana, por supuesto, y con un
conocimiento aparentemente inagotable sobre mitología, religión y filosofía.
Pero era especialmente ducho en el simbolismo de tradiciones místicas complejas
tales como gnosticismo, alquimia, cábala y tradiciones similares en el
hinduismo y el budismo. Si hay una persona que tenga un sentido del inconsciente
y sus hábitos como capaz de expresarse
solo de forma simbólica, éste es Carl Jung.
Además, tuvo la capacidad de un soñar muy lúcido e ilusiones
ocasionales. En otoño del 1913 tuvo la visión de una “inundación monstruosa”
que hundía casi toda Europa cuyas aguas llegaban hasta las faldas de las
montañas de su nativa Suiza. Vio miles de personas ahogándose y la ciudad
temblando. Luego, las aguas se tornaban en sangre. En las siguientes semanas a
la visión, surgieron sueños de inviernos eternos y ríos de sangre. Estaba
asustado de que se estuviese volviendo psicótico.
Pero el uno de agosto de ese año, empezó la Primera Guerra
Mundial. Jung creyó que de alguna manera existía una conexión entre él como
individuo y la humanidad en general que no podía explicarse. Desde este momento
hasta 1928, se fue metiendo en un proceso doloroso de auto-exploración que
formaría la base de su futura teoría.
Cuidadosamente empezó a anotar sus sueños, fantasías y
visiones, y los dibujó, pintó y esculpió. Halló que sus experiencias tendían a
tomar formas humanas, empezando por un anciano sabio y su acompañante, una niña
pequeña. El anciano sabio evolucionó, a través de varios sueños, hasta una
especie de gurú espiritual. La niña pequeña se convirtió en “anima”, el alma femenina,
que servía como medio de comunicación (medium) entre el hombre y los aspectos
más profundos de su inconsciente.
Un duende marrón cuero apareció como celador de la entrada
al inconsciente. Era “la sombra”, una compañía primitiva del Yo de Jung. Jung
soñó que tanto él como el duende, habían asesinado a la preciosa niña rubia, a
la que llamó Siegfred. Para éste, esta escena representaba una precaución con
respecto a los peligros del trabajo dirigido solo a obtener la gloria y el
heroísmo que prontamente causaría un gran dolor sobre toda Europa (¡así como
también un aviso acerca de los peligros de algunas de sus propias tendencias
respecto de la empresa heroica de Sigmund Freud!).
Jung soñó también mucho con cuestiones relacionadas con la
muerte; con el territorio de los muertos y el renacimiento de los mismos. Para
él, esto representaba el inconsciente mismo; no aquel “pequeño” inconsciente
del que Freud hizo tan grande, sino un nuevo inconsciente colectivo de la
humanidad. Un inconsciente que podía contener todas las muertes, no solo
nuestros fantasmas personales. Jung empezó a considerar que los enfermos
mentales estaban poseídos por estos fantasmas, en una época donde se supone que
nadie creía en ellos. Con el solo hecho de “recapturar” nuestras mitologías,
entenderíamos estos fantasmas, nos sentiríamos cómodos con la muerte y así
superar nuestras patologías mentales.
Los críticos han sugerido que Jung estaba simplemente
enfermo cuando todo esto ocurrió. Pero Jung creía que si queremos entender la
jungla, no nos podemos contentar con solo desplazarnos por sus alrededores.
Debemos entrar en ella, no importa cuán extraña o aterradora pueda verse.
Biografía
Carl Gustav Jung nació el 26 de julio de 1875 en una pequeña
localidad de Suiza llamada Kessewil. Su padre, Paul Jung, fue un clérigo rural
y su madre fue Emilie Preiswerk Jung. El niño Carl creció rodeado de una familia
muy educada y extensa que incluía a unos cuantos clérigos y algunos excéntricos
también.
El padre inició a Carl en el latín a la edad de 6 años, lo
que desde el principio aceptó con gran interés, en especial por el lenguaje y
la literatura antigua. Además de leer la mayoría de las lenguas modernas del
occidente europeo, Jung también leía alternativamente varias otras lenguas
antiguas como el sánscrito (el lenguaje original de los libros sagrados
hindúes).
Carl era más bien un chico solitario en su adolescencia, no
le importaba mucho el colegio y no soportaba la competición. Acudió a un
colegio interno en Basel, Suiza, donde se encontró frontalmente con los celos
de sus compañeros. Empezó a utilizar la enfermedad como excusa, desarrollando
una tendencia avergonzante a desmayarse cuando estaba sometido a una gran
presión.
Aunque su primera elección de carrera fue la arqueología, se
decidió por la medicina en la Universidad de Basel. Allí conoció al famoso
neurólogo Kraft-Ebing, y llegó a trabajar para él. Bajo su influencia, estudió
psiquiatría.
Poco después de su licenciatura, se estableció en el
Hospital Mental de Burghoeltzli en Zurich bajo la tutela de Eugene Bleuler,
padre y conocedor más importante de la esquizofrenia. En 1903, se casa con Emma
Rauschenbach. En aquel tiempo, también dedicó parte de su tiempo a dar clases
en la Universidad de Zurich y mantenía una consulta privada. Fue aquí donde
inventó la asociación de palabras.
Siendo un gran admirador de Freud, por fin le conoció en
Viena en 1907. Dice la historia que después de conocerle, Freud canceló todas
sus citas del día, para continuar una conversación que duraría 13 horas
continuas. ¡Tal fue el impacto de este encuentro entre estas dos mentes
privilegiadas! Eventualmente, Freud consideró a Jung como el príncipe de la
corona del psicoanálisis y su mano derecha.
Pero Jung nunca se apoyó en su totalidad a la teoría
freudiana. Su relación empezó a enfriarse en 1909, durante un viaje a América.
En este viaje, ambos se entretenían analizándose los sueños de cada uno
(aparentemente de manera más desenfadada que seria), cuando en un momento
determinado Freud demostró una excesiva resistencia a los esfuerzos de análisis
de Jung. Finalmente, Freud le dijo que debían parar, ya que él se sentía con temor
a perder su autoridad. Evidentemente, Jung se sintió insultado.
La Primera Guerra Mundial fue un periodo especialmente
doloroso de auto-exámen para Jung. Sin embargo, era solo el principio de una de
las teorías de la personalidad más interesantes que el mundo haya visto.
Después de la guerra, Jung viajó mucho; desde tribus de
Africa hasta poblaciones de América y la India. Se jubiló en 1946, retrayéndose
de la vida pública a partir de este momento hasta la muerte de su esposa en
1955. Murió el 6 de junio de 1961 en Zurich.
Teoría
La teoría de Jung divide la psique en tres partes. La
primera es el Yo, el cual se identifica con la mente consciente. Relacionado
cercanamente se encuentra el inconsciente personal, que incluye cualquier cosa
que no esté presente en la consciencia, pero que no está exenta de estarlo. El
inconsciente personal sería como lo que las personas entienden por inconsciente
en tanto incluye ambas memorias, las que podemos atraer rápidamente a nuestra
consciencia y aquellos recuerdos que han sido reprimidos por cualquier razón.
La diferencia estriba en que no contiene a los instintos, como Freud incluía.
Después de describir el inconsciente personal, Jung añade
una parte al psiquismo que hará que su teoría destaque de las demás: el
inconsciente colectivo. Podríamos llamarle sencillamente nuestra “herencia
psíquica”. Es el reservorio de nuestra experiencia como especie; un tipo de
conocimiento con el que todos nacemos y compartimos. Aún así, nunca somos
plenamente conscientes de ello. A partir de él, se establece una influencia
sobre todas nuestras experiencias y comportamientos, especialmente los
emocionales; pero solo le conocemos indirectamente, viendo estas influencias.
Existen ciertas experiencias que demuestran los efectos del
inconsciente colectivo más claramente que otras. La experiencia de amor a
primera vista, el deja vu (el sentimiento de haber estado anteriormente en la
misma situación) y el reconocimiento inmediato de ciertos símbolos y
significados de algunos mitos, se pueden considerar como una conjunción súbita de la realidad externa e
interna del inconsciente colectivo. Otros ejemplos que ilustran con más
amplitud la influencia del inconsciente colectivo son las experiencias
creativas compartidas por los artistas y músicos del mundo en todos los tiempos,
o las experiencias espirituales de la mística de todas las religiones, o los
paralelos de los sueños, fantasías, mitologías, cuentos de hadas y la
literatura.
Un ejemplo interesante que actualmente se discute es la
experiencia cercana a la muerte. Parece ser que muchas personas de diferentes
partes del mundo y con diferentes antecedentes culturales viven situaciones muy
similares cuando han sido “rescatados” de la muerte clínica. Hablan de que
sienten que abandonan su cuerpo, viendo sus cuerpos y los eventos que le rodean
claramente; de que sienten como una “fuerza” les atrae hacia un túnel largo que
desemboca en una luz brillante; de ver a familiares fallecidos o figuras
religiosas esperándoles y una cierta frustración por tener que abandonar esta
feliz escena y volver a sus cuerpos. Quizás todos estamos “programados” para
vivir la experiencia de la muerte de esta manera.
Arquetipos
Los contenidos del inconsciente colectivo son los llamados
arquetipos. Jung también les llamó dominantes, imagos, imágenes primordiales o
mitológicas y otros nombres, pero el término arquetipo es el más conocido.
Sería una tendencia innata (no aprendida) a experimentar las cosas de una
determinada manera.
El arquetipo carece de forma en sí mismo, pero actúa como un
“principio organizador” sobre las cosas que vemos o hacemos. Funciona de la
misma manera que los instintos en la teoría freudiana. Al principio, el bebé
solo quiere algo de comer, sin saber lo que quiere. Es decir, presenta un
anhelo indefinido que, no obstante, puede ser satisfecho por algunas cosas y no
por otras. Más tarde, con la experiencia, el bebé empieza a anhelar cosas más
concretas cuando tiene hambre (un biberón, una galleta, una langosta a la
brasa, un pedazo de pizza estilo Nueva York).
El arquetipo es como un agujero negro en el espacio. Solo
sabemos que está ahí por cómo atrae materia y luz hacia sí mismo.
El arquetipo materno
Este arquetipo es particularmente útil como ejemplo. Todos
nuestros ancestros tuvieron madres. Hemos evolucionados en un ambiente que ha
incluido una madre o un sustituto de ella. Nunca hubiéramos sobrevivido sin la
conexión con una persona cuidadora en nuestros tiempos de infantes indefensos.
Está claro que somos “construidos” de forma que refleja nuestro ambiente
evolutivo: venimos a este mundo listos para desear una madre, la buscamos, la
reconocemos y lidiamos con ella.
Así, el arquetipo de madre es una habilidad propia
constituida evolutivamente y dirigida a reconocer una cierta relación, la de la
“maternalidad”. Jung establece esto como algo abstracto, y todos nosotros
proyectamos el arquetipo a la generalidad del mundo y a personas particulares,
usualmente nuestras propias madres. Incluso cuando un arquetipo no encuentra
una persona real disponible, tendemos a personificarlo; esto es, lo convertimos
en un personaje mitológico “de cuentos de hadas”, por ejemplo. Este personaje
simboliza el arquetipo.
Este arquetipo está simbolizado por la madre primordial o
“madre tierra” de la mitología; por Eva y María en las tradiciones occidentales
y por símbolos menos personalizados como la iglesia, la nación, un bosque o el
océano. De acuerdo con Jung, alguien a quien su madre no ha satisfecho las
demandas del arquetipo, se convertiría perfectamente en una persona que lo
busca a través de la iglesia o identificándose con la “tierra madre”, o en la
meditación sobre la figura de María o en una vida dedicada a la mar.
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