Investigadores del
CONICET La Plata identificaron los cambios que permiten a
la vinchuca ser
resistente a los insecticidas. Esto permitirá planificar rociado
con otros
compuestos no resistentes.
El equipo del CONICET que describió las cambios que permiten a la vinchuca resistir a los insecticidas. |
Especiales - Causalidad
y casualidad. Términos que rozan la homonimia pero que, paradójicamente,
funcionan como opuestos. Al parecer, la consideración de uno anula al otro y
sin embargo, la historia de la evolución de las especies demostró cómo estos
dos principios, a priori enfrentados, pueden estar entrelazados y funcionar
juntos, por ejemplo, en el fenómeno de la adaptación al medio.
Esa conjunción entre el azar y la propia selección natural,
aquella clásica teoría darwinista, es la que permitió al insecto conocido como
vinchuca (Triatoma infestans) realizar dos mutaciones genéticas. Se trata del
principal transmisor del parásito que causa el Chagas (Trypanosoma cruzi),
enfermedad de la que en Argentina se encuentran infectadas alrededor de
1.500.000 personas.
Estos cambios en sus genes, que las volvieron más
resistentes a los insecticidas convencionales, fueron identificados por un
grupo de científicos del CONICET en La Plata a partir de estudios en
poblaciones de Chaco y Salta.
“En una población de vinchuca o cualquier otra, los
individuos no son idénticos, hay diferencias, que hacen a algunos más
apropiados para sobrevivir”, explica en diálogo con la Agencia CTyS la
directora del equipo, Sheila Ons, Doctora en Neurociencias e investigadora
adjunta del CONICET en el Centro Regional de Estudios Genómicos (CREG, UNLP).
Los insectos que contienen genes de las dos variables
descriptas mutaron en el canal de sodio, una proteína alojada en las neuronas
de las especies, que es el blanco(o target) de algunos insecticidas. “La
mutación de Salta se llama L1014F, y la de Chaco se llama L925I. (Los nombres
quieren decir que hay un cambio de L por F en la posición 1014, o de L por I en
la posición 925)”, detalla la investigadora.
La valía del hallazgo radica en que se pueda evitar que la
resistencia al insecticida se fije en una determinada población o se expanda y,
de esta forma, intentar implementar una planificación racional de las campañas
de rociado y decidir, en cada lugar y en cada momento, con que compuesto es
preferible rociar a partir de estrategias que la Doctora define “de manejo de
resistencia”.
Frente a especies inmunes, a través de su identificación, se
puede reelaborar la táctica para enfrentarlas. A eso alude Ons al aclarar que,
cuando ya se sabe que una población es resistente, no tiene sentido seguir
rociando con la misma sustancia; los marcadores que encontraron permiten saber
de antemano cuando una población tiene individuos que resisten, para así poder
rociar con otra cosa y volver a piretroides una vez que ese problema se haya
subsanado
Los piretroides son moléculas con actividad insecticida
utilizadas para combatir a las poblaciones de T. infestans, actuando sobre el
canal de sodio, el cual incurrió en la mutación. Según la Doctora: “los
insectos más adaptados tendrán más descendencia, a la que transmitirán los
genes de esa mutación azarosa, que no sería posible sin la presión de selección
ocurrida con el insecticida”.
El principal problema, concluye Ons, es que esas mutaciones
aparezcan espontáneamente en otras regiones, lo cual no se puede contener; lo
que sí se puede hacer es, planificando las campañas de rociado con los
compuestos indicados, intentar que eso no se fije y que esa resistencia tarde
“lo más posible” en aparecer.
El Ministerio de Salud de la Nación establece en su página
Web que en Argentina habría 7.300.000 personas expuestas a la enfermedad y más
de 300.000 afectadas por cardiopatías de origen chagásico. Además, se estima
que cada año nacen 1.300 niños infectados por transmisión congénita, lo que
genera una mayor preocupación sanitaria.
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