En pocos días habrá una tercera experiencia con las PASO, un sistema
que ha
modificado el panorama político más de lo que muchos creen.
Cómo las PASO modifican el panorama electoral argentino. (Infografía: Parlamentario) |
Uno de los rasgos del kirchnerismo siempre ha sido su
obsesión por ser fundacional. Característica que se ahondó principalmente con
la gestión de Cristina Fernández de Kirchner. En este caso nos referiremos a
una iniciativa gestada durante su administración, aunque en tiempos de Néstor
Kirchner. De hecho, fue idea suya.
La reforma política que dio lugar a las PASO surgió como
reacción inicial a la derrota en las legislativas de 2009, en las que el
santacruceño mordió el polvo encabezando una lista que tenía también entre los
principales candidatos a Daniel Scioli y Sergio Massa. Tras esos comicios, el
hombre que había rechazado ser otro de los candidatos testimoniales, Florencio
Randazzo -fue su primer “no” a los Kirchner-, recibió la orden de convocar a
todos los partidos políticos para iniciar una ronda de diálogo que diera la
sensación de que el mensaje de las urnas había sido comprendido.
Quien se negó a acudir a esas convocatorias en la Casa de
Gobierno fue la siempre indócil Elisa Carrió, que consideró ese llamado como
“una trampa” y con esa diferenciación comenzó a alejarse del Acuerdo Cívico y
Social que exitosamente había conformado ese año con radicales y socialistas.
Sí acudieron los otros partidos y el resultado no fue cambiar la relación entre
el oficialismo y la oposición, sino alumbrar en el futuro una reforma política
que se plasmó en ley ese mismo año, dentro del fárrago de iniciativas que el
kirchnerismo buscó tener listas antes de dejar de ser mayoría en ambas cámaras.
Fiel al estilo kirchnerista, el trámite legislativo fue
vertiginoso, aunque no necesariamente “exprés”, como sucedería más adelante con
otras iniciativas. En un mes lo tuvo aprobado: ingresó a principios de
noviembre y el 18 de ese mes la Cámara de Diputados aprobaba la reforma por 136
votos a favor, 99 en contra y una abstención, en una única votación en general
y en particular. No acompañaron la norma los bloques de centroizquierda, que
solían entonces ser aliados del oficialismo.
En el Senado se convirtió en ley en su última sesión del
año, el 2 de diciembre, por 42 votos afirmativos y 24 en contra. El argumento
utilizado por el oficialismo para defender la reforma fue “fortalecer a los
partidos políticos”; desde la oposición se objetaba la falta de acuerdo para un
proyecto semejante, que no se debatieran las candidaturas testimoniales y no se
abriera la puerta al voto electrónico, entre otras cosas. Pero sobre todo la
centroizquierda objetó el piso que debían atravesar los partidos para pasar el
filtro de las PASO.
“Es una reforma electoral, no una reforma política”, se
cuestionó. Lo cierto es que las normas impuestas a partir de lo que se denominó
Ley de Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la
Equidad Electoral, parecieron apuntar a corregir elementos que a juicio del
kirchnerismo habían permitido la victoria opositora. Por ejemplo el artículo
31°, que establece que la campaña electoral de las elecciones primarias “se
inicia treinta días antes de la fecha del comicio”, en tanto que la publicidad
audiovisual puede realizarse “desde los veinte días anteriores a la fecha de
las elecciones”. Esa obligación, que rige tanto para las PASO como para las
generales, fue interpretada como una estrategia para impedir que alguien con
los recursos de Francisco de Narváez pudiera imponer su figura a través de la
publicidad. Fue por eso que esa parte no mereció críticas de parte de la
oposición, que compartía su recelo hacia personajes poderosos desembarcando en
la política.
De todos modos, si bien ese punto tuvo especial efectividad
en el estreno de la ley, en 2011, ya en 2013 le habían encontrado la vuelta y
para los comicios de este 2015 fue fácilmente trasgredida: hace un año que se
inició realmente la campaña electoral.
Pero la clave de la Ley 26.571 estuvo en las Primarias
Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, circunscripta entre los artículos que van
del 18° al 22°. Precisamente ese último artículo fue hecho pensando en las
fugas que temía seguir sufriendo el Frente para la Victoria: “Los precandidatos
que se presenten en las elecciones primarias sólo pueden hacerlo en las de una
(1) sola agrupación política, y para una (1) sola categoría de cargos
electivos”.
Primarias para todos
y todas
La propuesta de realizar elecciones primarias venía siendo
sugerida desde muchos sectores y se usaba el ejemplo de Uruguay, de donde se
adoptó su simultaneidad y obligatoriedad. Ambos conceptos fueron defendidos
argumentando que, de lo contrario, se corría el riesgo de que otros partidos
buscaran influir en elecciones ajenas. Siempre se dijo que algo de eso había
sucedido -aunque no fue determinante- en la interna que enfrentó a Fernando de
la Rúa con Graciela Fernández Meijide, el 29 de noviembre de 1998, en la que el
radical se impuso por el 63,66% contra el 36,33% de la dirigente del Frepaso.
De esa elección no obligatoria tomaron parte 2.317.719 ciudadanos, algo más del
12% del padrón electoral que por entonces era de alrededor de 19.000.000.
Participaron afiliados a la UCR, al Frepaso e independientes; de hecho, más del
50% de los que votaron en esa elección eran independientes. Y tal fue la buena
repercusión que tuvo que inmediatamente después el politólogo Rosendo Fraga se
animó a decir que “tras la experiencia de la Alianza, las elecciones internas
abiertas quedarán incorporadas a la vida política de la Argentina como dato
permanente”.
No fue así. Si bien llegó a correr el rumor de que siguiendo
el ejemplo el peronismo haría una interna entre Eduardo Duhalde y Ramón
“Palito” Ortega, ni cerca estuvo eso de realizarse. Pasan los años y el PJ
sigue recordando como único antecedente de internas propias la de 1988 entre
Antonio Cafiero y Carlos Menem.
En efecto, mientras en la UCR son muy afectos a las
internas, en el PJ eso no sucede. Y ni siquiera pasó con las PASO, pues si bien
fue este Gobierno el que las impulsó, jamás ha hecho uso de las mismas, salvo
en algunos casos puntuales distritales. Se esperaba que esa tendencia se
rompiera esta vez con la atractiva interna presidencial prevista entre Daniel
Scioli y Florencio Randazzo, pero ya se sabe que la misma fue abortada en
tiempo y forma por la presidenta de la Nación. Sí habrá una compulsa que se las
trae en la provincia de Buenos Aires entre Aníbal Fernández-Martín Sabbatella y
Julián Domínguez-Fernando Espinoza, pero es sabido que la misma fue una
consecuencia inevitable tras la negativa de Randazzo a ser candidato único
provincial.
Lo cierto es que el eje principal de las PASO fue el menos
utilizado hasta ahora. Las internas brillaron por su ausencia en el estreno del
sistema en 2011, cuando se anotaron diez fórmulas, de las cuales tres quedaron
afuera por no reunir el mínimo del 1,5% de los votos válidamente emitidos en
todo el territorio nacional, según establece el artículo 45° de la ley.
En Capital Federal, solo Compromiso Federal usó esa vez la
interna para armar su lista de diputados nacionales, sumando entre las cuatro
nóminas que presentó un 7,72%. Fue en ese mismo distrito donde dos años después
la alianza Unen le encontró la vuelta al sistema y le sacó jugo, generando una
interna realmente atractiva entre cuatro listas para ambas cámaras: Coalición
Sur (Elisa Carrió-“Pino” Solanas), Suma + (Martín Lousteau-Rodolfo Terragno),
Juntos (Ricardo Gil Lavedra-Alfonso Prat-Gay) y Presidente Illia (Leandro
Illia-César Whebe). Tan exitosa fue la experiencia que que la sumatoria de la
compulsa para diputados de Unen (31,88%) superó a la de Unión Pro (31,39),
resultado que se revirtió en el mano a mano en las generales.
Claro que la sumatoria de listas no es sinónimo de victoria,
pues la ignota alianza El Movimiento reunió esa vez apenas un 0,90% de votos en
ese mismo distrito, con cuatro listas…
En provincia de Buenos Aires, Compromiso Federal volvió a
apostar a la sumatoria de listas, pero esta vez no pudo atravesar el límite del
1,5%, pues sus cuatro nóminas apenas sumaron 1,12%.
Para las presidenciales de este año está prevista la
presentación de trece fórmulas, y solo habrá interna en tres espacios. El
frente Cambiemos, donde competirán Mauricio Macri-Gabriela Michetti; Ernesto
Sanz-Lucas Llach y Elisa Carrió-Héctor “Toty” Flores. También habrá competencia
en Una Nueva Alternativa, entre Sergio Massa-Gustavo Sáenz y José Manuel de la
Sota-Claudia Rucci; y en la izquierda, donde se enfrentarán Nicolás del
Caño-Myriam Bregman con Jorge Altamira-Juan Carlos Giordano.
Las PASO tuvieron un antes y un después de la experiencia de
Unen de 2013. El atractivo de esa interna fue tal que llevó a muchos votantes a
participar de esa compulsa, aunque en las generales pensaran participar en
otros espacios. Algo así sucedió este año en las PASO porteñas, donde la
atención principal estuvo puesta en la disputa entre Horacio Rodríguez Larreta
y Gabriela Michetti. Entusiasmados, los de Unen se ilusionaron con repetir la
experiencia en las presidenciales, pero pecaron de exceso, pues se anotaron
cinco aspirantes: los radicales Ernesto Sanz y Julio Cobos, Elisa Carrió, el
socialista Hermes Binner y “Pino” Solanas. De todos modos, no fue esa
superpoblación de postulantes lo que llevó al estallido de Unen, aunque parece
ser que la interna más recomendable es entre dos, o a lo sumo tres
precandidatos.
Fue lo que también terminó mal en el Frente Renovador, donde
los aspirantes a gobernador bonaerense llegaron a sumar seis (Darío Giustozzi,
Felipe Solá, Francisco de Narváez, Gustavo Posse, Mónica López y Jesús
Cariglino). La excesiva competencia generó celos y roces, y finalmente casi
todos los candidatos fueron retirándose. Sobre la hora del cierre, Sergio Massa
alcanzó a anotar a Felipe Solá como único postulante.
Una suerte de primera
vuelta
Si son tan pocos los que usan las PASO para definir
candidatos, ¿de qué sirve realmente el sistema? Se espera que vaya
perfeccionándose con el tiempo y así como en 2013 con la experiencia de UNEN
muchos creyeron que a partir de entonces todos los partidos ordenarían de esa
forma sus internas, aún todos siguen siendo muy remisos a adoptar el sistema.
Entre las causas, pesa mucho la condición de figurar al
frente en la elección general. Por ejemplo, cuando parecía que sería segura la
competencia entre Scioli y Randazzo, se advertía sobre el efecto psicológico
que tendría el 9 de agosto ver a Mauricio Macri como el muy probable candidato
más votado de la elección, pues estaba claro que los rivales del Frente para la
Victoria dividirían votos entre sí. Es lo mismo que se dice ahora que podría
pasar en la provincia de Buenos Aires entre Julián Domínguez y Aníbal
Fernández, repartiendo puntos frente a una María Eugenia Vidal que podría aparecer
en las PASO como la candidata más votada de la Provincia, generando para ella
un efecto positivo.
Amén de esa “guerra de efectismos”, lo cierto es que el
principal efecto que este sistema de primarias tiene es obrar como una suerte
de gran encuesta con vistas a las generales. Es lo que llevó al consultor
Carlos Fara a anticipar hace muchos meses -hacia fines del año pasado para ser
más precisos- que si bien todo el mundo daba por sentado entonces que esta vez
sí habría balotaje en las presidenciales, eso podría no suceder. Explicó
entonces que a su juicio las PASO obrarían como “primera vuelta” y entonces se
definiría cual era el candidato que podía ser capaz de desbancar al
kirchnerismo, llevando tras de sí la mayoría de los votos opositores en octubre.
De tal manera, podía ser que para las generales se resolviera la contienda, sin
necesidad de segunda vuelta.
Por entonces estaba muy enraizada la idea de que era mayoría
la gente que no quería la continuidad del Frente para la Victoria. También por entonces
Sergio Massa aventajaba a Macri. Varias de esas cosas han cambiado, pero igual
lo que por entonces solo Fara decía, hoy es algo que oficialistas y opositores
repiten: según el resultado de las PASO, la elección de octubre puede ser
definitiva.
Y llegamos así al dato más certero que ofrece hasta ahora el
sistema de Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias: la mutación de votos
registrada entre las PASO y las generales. La muestra más clara que hay que
tener en cuenta desde entonces es lo que sucedió en las primeras presidenciales
con este sistema. En esa oportunidad, la fórmula Cristina Kirchner-Amado Boudou
ganó con demoledora amplitud en las PASO. No por la magnitud de su porcentaje,
que llegó al 47,98%, sino por la abismal diferencia con el segundo, que fue
UDESO (Ricardo Alfonsín-Javier González Fraga), que sumó apenas 11,65. Nada
menos que 36 puntos de distancia entre uno y otro. Fue un éxito para el
Gobierno que durante la campaña ningún opositor lograra erigirse como el mejor
oponente, y así UDESO y la alianza Frente Popular (Eduardo Duhalde-Mario Das
Neves) tuvo casi la misma cantidad de votos que Alfonsín y compañía: 11,57%.
Apenas 18.215 votos separaban a uno del otro. Más atrás aparecía el Frente
Amplio Progresista, que con Hermes Binner y Norma Morandini cosechó un 9,72%.
Con semejante resultado en las PASO, la elección de octubre
estaba ya definida. Y al favorito no le quedó más que crecer, sumando el FpV el
célebre 54,11%. En cuanto a los dos segundos de las PASO, fueron barridos por
el efecto “desencanto”: Alfonsín-González Fraga conservaron medianamente su
cosecha anterior, quedándose con el 11,14%, pero el segundo lugar quedó para el
que había sido cuarto en agosto, que subió al 16,81%. Entre una y otra
elección, el socialista Binner sumó 7 puntos, la misma cantidad que Cristina.
El que se hundió entre una elección y otra fue Duhalde, que
bajó al 5,86%, quedando ya no cuarto, sino quinto, pues lo desplazó la fórmula
Alberto Rodríguez Saá-José Vernet, que hizo 7,96%, un 0,16% más que en las
PASO.
Con Duhalde, la gran derrotada fue Elisa Carrió, que con el
ahora massista Adrián Pérez hizo en las PASO 3,07%, bajando en octubre al
también recordado 1,82%. Si hasta Jorge Altamira la pasó, al quedar con un
2,30%, medio punto menos que lo cosechado en agosto. Su campaña entre una
elección y la otra fue pedir el voto para los legisladores, cuestión de que el
kirchnerismo no tuviera la mayoría que terminó alcanzando.
El de las presidenciales de 2011 es el mejor cuadro
comparativo que se puede trazar para el análisis. En el caso de la elección
legislativa siguiente, datos para tener en cuenta pueden encontrarse en la
elección bonaerense, aquella en la que Sergio Massa venció no una, sino dos
veces al kirchnerismo. En las PASO, el Frente Renovador se alzó con el 34,95%
de los votos, mientras que el Frente para la Victoria sumó 29,60%. Pues bien,
concretada la hazaña, al ganador no le quedó más que crecer en la elección siguiente,
subiendo al 43,95%, mientras que el kirchnerismo también creció algo, pero se
quedó en 32,33%.
En este caso, el tercero en discordia el -Frente Progresista
Cívico y Social- casi no se movió entre una elección y otra: 11,16% en agosto,
11,71 en octubre; pero el que sí se derrumbó fue Unidos por la Libertad y el
Trabajo, la lista encabezada por Francisco de Narváez, que en las PASO había
hecho 10,51% y en octubre perdió la mitad de sus votos: 5,43%.
Otro dato que surge de las PASO es que esa elección suele
servirle al oficialismo de turno para ajustar las clavijas si le va mal. Por
ejemplo en 2013, en La Rioja, Fuerza Cívica Riojana, la lista encabezada por el
radical Julio Martínez, se impuso en las PASO sobre el FpV, 41,43% contra
37,80%. Y dos meses y medio después, el kirchnerismo ganó, 46,94 a 46,53. Por
el canto de una uña, pero ganó.
Vayamos a Neuquén en busca de otro ejemplo. En las
elecciones de 2013, el MPN se impuso con holgura en las PASO, sumando el
58,20%. Pero fue la sumatoria de una interna peleada, en la que la lista Azul y
Blanca doblegó a la Azul por 32,79% a 25,41. Como las internas suelen dejar
heridos, en las generales el MPN no pudo retener todos sus votos y bajó a
41,92%, pero igual ganó con holgura. Detrás se había dado un resultado
sorpresivo en las PASO, pues Compromiso Cívico Neuquino le ganaba al FpV por
9,40% a 9,35. Una ventaja mínima, pero suficiente para arrebatarle el
radicalismo el senador por la minoría al kirchnerismo. Y no cualquier senador:
era la banca de Marcelo Fuentes la que estaba en juego, nada menos. Sin embargo
para las generales el kirchnerismo pasó a ganar con un 20,66% de los votos,
sobre el 11,62% de Compromiso Cívico Neuquino.
A estos ejemplos podría sumarse el reciente sucedido en
Santa Fe, donde el socialismo revirtió en la elección para gobernador el
resultado de las PASO. Y esa fue una gran sorpresa, pues si bien el triunfo de
Miguel Del Sel en la interna del 19 de abril terminó siendo por apenas 3.000
votos, en rigor le sacó allí 160.000 votos de ventaja al candidato socialista,
pues el resto (156.460) eran del radical Mario Barletta y no necesariamente se
suponía que irían a Miguel Lifschitz. Y a Omar Perotti, Del Sel le había sacado
171.241 votos de ventaja. El final de la historia está bien fresco.
Y ya que estamos con el cronograma electoral 2015, veamos
qué sucedió este año en las provincias que tuvieron primarias. En Salta, Juan
Manuel Urtubey se impuso en las PASO por 47,23%, contra el 33,69% alcanzado por
el senador Juan Carlos Romero. En las generales, el ganador sube y el perdedor
baja: a 51,23% llegó el gobernador, mientras que el exgobernador bajó a 30,63.
Por último en Mendoza, provincia atípica si las hay, tenemos
allí al único oficialismo derrotado. En las primarias, el Frente para la
Victoria había sumado con dos candidatos un 42,46%, y en las generales concretó
un 39,42%. El ganador Alfredo Cornejo se había impuesto en las primarias con un
47,58%, y en la definitiva mantuvo más o menos el mismo caudal: 46,43%.
En síntesis, las elecciones primarias impuestas por la Ley
26.571 representan una herramienta clave para los partidos políticos, cuya
adaptación a las mismas será vital para sus posibilidades futuras. Y a la luz
de la experiencia, obran como una primera vuelta que hace que la elección
general se polarice y afecte fuertemente a aquellas fuerzas cuyos votantes en
las PASO se sientan desencantados.
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