Por Gabriela Pousa |
Pasaron las elecciones para elegir Jefe de la Ciudad de Buenos Aires
como pasa todo en Argentina, a mediatintas. Los resultados arrojados
abren paso a la norma constitucional que establece un balotaje. A eso apuntaba
ECO, en rigor a eso apuntaba Martín Lousteau cuyo objetivo es el futuro de su
carrera como político. Cuestión de prioridades e intereses… Sin
embargo, algo quedó claro: la derrota del gobierno ha sido contundente. Le
dijeron “no” los porteños.
El kirchnerismo pasó a estar tercero sin poder mejorar su anterior
performance. Mariano Recalde no superó siquiera el porcentaje de votos que
obtuviera Daniel Filmus cuatro años atrás. El 80% de los porteños no
está a favor del gobierno. Pese a esta rigurosidad, el escenario actual arroja
otras lecturas y alguna duda.
En primer lugar, la confirmación de que hay oposición. El
clamor promovido por del gobierno acerca de la falta de esta comienza a hacer
mella. En consecuencia, el escepticismo y la apatía de la ciudadanía
debería disiparse para evitar sigan imponiendo falsas doctrinas al estilo: “Daniel
Scioli ya ganó“. Pues no, Scioli no ganó porque aún no
compitió. Las estadísticas deben ser tomadas con pinza.
Esta elección, como la de Córdoba, desnuda hasta qué punto detrás
de las encuestas hay intereses sectarios y oportunistas. Los estudios de
opinión son productos y se venden a precio de mercado. Los medios masivos
deberían comenzar a replantearse la publicación de datos cuya rigurosidad se
desploma una vez conocidos los resultados. Hay una delgada línea entre el error
estadístico, la manipulación y la estafa.
Asimismo, el balotaje entre Horacio Rodríguez Larreta y Martin
Lousteau que debería ser tomado como un paso más, apenas está sirviendo para
que afloren todas las miserias de la dirigencia. La apuesta al cambio
se topa de repente con lo peor de la política: los egos. Entonces
aquello que parecía claro se oscurece hasta ponerse negro.
Si bien, con 20 puntos de diferencia entre uno y otro candidato,
el resultado de una segunda vuelta está prácticamente cantado, se abre paso a
una innecesaria disputa donde predomina el “yo” en detrimento del “nosotros”.
Una pena abrir una nueva grieta. En las redes sociales hoy pululan
discusiones virulentas entre los seguidores de Lousteau y aquellos que
consideran que no es momento para quedarse en detalles porque lo que está en
juego es la República.
Ciertamente, si se observa desde el punto de vista práctico, el balotaje
entre dos contrincantes que pertenecen a una alianza o forman parte de
estructuras que deberán librar una interna en Agosto próximo, no parece lo
recomendable. El todo es la suma de las partes. Mientras se debate sin
sentido lo que ya se ha debatido, el oficialismo avanza y se organiza. ¿Cuánto
costará el afán de posicionarse mejor en la política del ex ministro de
Economía?
En ese sentido, puede verse en el titular de ECO un germen de la
característica conducta kirchnerista: mis intereses primeros. El
patriotismo parece estar extinguido. Empieza pues, la previa a ese segundo
comicio corroborando una vez más cómo se le regala al kirchnerismo el gobierno
en bandeja. Estamos en pequeñeces cuando la situación no es normal en
la Argentina. Lo demuestra claramente, sin ir más lejos, la avanzada contra la
Justicia.
Las PASO presidenciales muy probablemente definirán la candidatura de
Mauricio Macri a presidente como representante de una alianza. Martin
Lousteau no se define acerca de quién será su candidato a presidente, o sea no
hay noción acerca del proyecto de país que apoya y por el cual se supone que
pelea. Raro.
De ganar las PASO, Macri representaría el cambio frente a un
Daniel Scioli que pregona la continuidad del modelo y su fidelidad a la
conducción actual. El nombramiento de Carlos Zannini para acompañar la
formula sella y no deja duda al respecto. Después puede analizarse qué tipo de
cambio ofrece el PRO, no viene a cuento ahora adentrarse en ello.
Lo cierto es que la segunda vuelta en la capital porteña hace
que se pierda tiempo necesario para fortalecer la estrategia y la figura de
quien será la persona que represente a quienes quieren otra
Argentina.
No es tiempo para sutilezas. La Constitución habilita una
segunda vuelta es verdad, pero también habilita al candidato a bajarse de ella. Eso
no sucederá y no por respeto a la regla sino por ambición personal. La actitud
de Martin Lousteau es mezquina, pretende llegar a la jefatura de gobierno
apelando a la consigna maquiavélica que es la misma que implementa Daniel
Scioli y la Presidente. “El fin justifica los medios”, por eso
no se tiene en cuenta que para la remota posibilidad de que ECO dirija la
ciudad de Buenos Aires, se puede llegar a hipotecar el futuro de la Argentina.
De algún modo puede decirse que volvió el ex ministro de
Cristina a la política. La actitud de Lousteau es la que adoptan a menudo los
kirchneristas: todo se usa y todo se tira.
Podía esperarse que el oficialismo hiciera lo imposible para menguar la
imagen y las posibilidades del actual jefe de Gobierno, pero no que sea alguien
que a nivel nacional participa de la misma alianza opositora. Mas la política
es así, o la mayoría de los políticos son así, y Martin Lousteau no es la
excepción a la regla.
El líder de ECO prioriza su futuro político en detrimento del futuro del
país. Egoísmo o capricho de quien necesita los votos del kirchnerismo para
alzarse con la jefatura porteña. En consecuencia, ya ha comenzado la
militancia kirchnerista a propagar que apoyando al ex ministro de Cristina, no
por simpatía sino por una remota posibilidad de hacer tambalear a su adversario
a nivel nacional.
Así estamos. No puede pedírsele peras al olmo, es cierto. El
pasado de los candidatos dice mucho de ellos. La memoria no suele ser algo que
ejercitamos pero quizás ya sea tiempo de hacerlo.
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