Por Manuel Vicent |
Las sucesivas oleadas de gentes subsaharianas que huyen de
sus tierras y asaltan las costas del sur de Europa es algo más que un problema
político lleno de sufrimiento y de muerte; se trata de un hecho biológico
imparable e incontrolable, que se ha repetido de forma periódica desde hace
medio millón de años y que hoy sucede probablemente por las mismas razones,
falta de alimentos, cambio climático, que obligaron a los neandertales a
emprender nuevas rutas.
El impulso de salida, muy superior al riesgo inminente de
morir en el empeño, tampoco detuvo al Homo sapiens a la hora de buscar en otras
tierras lo que no tenía en África. Los políticos europeos creen que levantando
vallas con cuchillos cada vez más altas podrán detener esta última oleada para
mantener a salvo su bienestar con una barrera infranqueable.
Si la naturaleza no ha impedido estas migraciones desde hace
medio millón de años, tampoco ese híbrido de cromañón- neandertal residente en
Europa será capaz de detener al africano en su necesidad perentoria de supervivencia.
Miles de muertos ahogados frente a nuestras costas nos sacuden la mala
conciencia después de que los europeos hayamos esquilmado las materias primas
del continente africano.
El capitalismo salvaje ha dejado a sus habitantes sin otra
solución que la huida y la codicia que les condenó a la miseria es la que ahora
paradójicamente nos podría destruir.
Hubo un tiempo en que nuestros antepasados también eran
negros y llegaron a nuestras costas dejando en el camino con toda seguridad
millones de muertos.
Hoy los mediterráneos, que somos descendientes de aquellos
negros, estamos a merced de las oleadas africanas desesperadas que suben a
morir en nuestras playas y la invasión de las hordas nórdicas prepotentes que
bajan a que les sirvamos en la misma arena paellas con sangría. No es política,
es biología.
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