La Argentina fue el
primer país de Occidente en comercializar con China, y abrir
un mercado que hoy
es codiciado por el mundo entero.
Arturo Umberto Illia, con su visión de estadista, fue el primero en valorar los mercados asiáticos. |
Un relevamiento entre 2.000 personas que hizo la consultora
Giacobbe & Asociados, colocó al presidente radical Arturo Illia en primer
lugar entre las personas más honestas de la Argentina.
Si bien la honestidad es hoy un capital político, cuando
debiera ser normal entre los hombres públicos, justo es reconocer que Arturo
Illia fue además un eficiente y visionario gobernante.
En 1964, ante las dificultades para colocar en los mercados
internacionales una cosecha excepcional de trigo, Illia tomó la decisión de
vender varios millones de toneladas a China Popular, aún gobernada por Mao Tse
Tung. La Argentina, se convertía así en el primer país de occidente en
comercializar con China, y abrir un mercado que hoy es codiciado por el mundo
entero. Recién seis años más tarde, el presidente norteamericano Richard Nixon
viajaba a China con el mismo fin.
Con visión de estadista, Illia consideraba que el futuro
estaba en Asia. Sin tener relaciones diplomáticas con China, la operación de
venta la realizó sin moverse de la Casa de Gobierno. No hubo grandilocuentes
comitivas ni misiones comerciales. Para ello, el presidente argentino contó con
la ayuda de Josué de Castro, fundador del Instituto de Nutrición de la
Universidad del Brasil, y elegido en 1952 Presidente del Consejo Ejecutivo de
la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
(FAO). Además, el directivo brasileño fue uno de los asesores de la Reforma
Agraria de Mao y había vivido varios años en China.
Por pedido de Illia Castro viajó a China y armó la
operación. También intervinieron el canciller Miguel Ángel Zavala Ortíz y el
titular del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inta) y Secretario de
Agricultura y Ganadería, Walter Kugler, este último a través de la Junta
Nacional de Granos.
Al contado
La operación de venta se realizó con total éxito, y el duro
régimen maoísta abonó la compra en libras esterlinas al contado, a través del
Banco de Londres de Hong Kong, que actuó como agente financiero chino.
Illia pretendía pagar $ 8 el quintal, para que le quedara
una rentabilidad al pequeño productor, pero las grandes comercializadoras
ofrecieron $ 5,50. Al no ponerse de acuerdo, el gobierno llevó a cabo la venta
de manera directa a través de la Junta Nacional de Granos. La logística no fue
sencilla al haber pocos puertos a la altura de las circunstancias, y escasa
capacidad de silos por quedar los privados al margen de la operación comercial.
Todo se resolvió finalmente. Los chinos aportaron los buques y abonaron el
flete, y así los productores recibieron el precio que propuso el presidente
argentino. De tal forma, se expandió con nuevos horizontes la capacidad de
producción del sector agropecuario nacional.
El presidente argentino ya había advertido que el país no
poseía puertos competitivos y que además era necesario lograr una salida por el
Pacífico. Por eso gestionó y logró una entrevista con el presidente chileno
Eduardo Frei el 28 de octubre de 1965 en Mendoza.
"Necesitamos un puerto en el Pacífico y le ofrecemos
uno en el Atlántico. Ustedes lo precisan para sacar el cobre y nosotros para
los granos. Además, aquí está en juego la integración latinoamericana",
señaló el Jefe de Estado argentino en dicha entrevista. Illia ya pensaba en los
países asiáticos, futuros compradores de Argentina y de Latinoamérica. Él sabía
que el futuro estaba en Asia.
Exactamente ocho meses después de este encuentro, un golpe
de estado derrocaba al presidente Illia y unos años más tarde, dos gobiernos
militares a los lados de la cordillera estuvieron a minutos de llevar los dos
países a la guerra.
La Argentina tuvo que esperar varias décadas para comprender
la visión geopolítica de un presidente que al mismo tiempo valoró los mercados
asiáticos y la integridad de Latinoamérica.
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