Por Guillermo Piro |
Cuando en 1835, dos años antes de morir, el poeta alemán
Georg Büchner, a los 22 años, publicó la obra teatral Dantons Tod (La muerte de
Dantón); el libro tenía 160 páginas. Se habían impreso 400 ejemplares que,
dieciocho años después, todavía no se habían agotado: escasos lectores habían
querido gastar la suma equivalente a un viaje en carroza entre Frankfurt y la
vecina Darmstadt para leer un drama ambientado en París en tiempos del
Terror.
Todos saben que de no haber
muerto tan joven, Büchner hubiese terminado siendo tanto o más importante que
Goethe o Schiller. O que Goethe y Schiller.
Fue a partir de 1834 que Büchner empezó a publicar artículos
polémicos y satíricos en El mensajero de Hesse. Eso le valió la censura y la
persecución por parte de las autoridades.
Büchner fue acusado de traición y buscado por la policía. Consiguió ocultarse
en casa de sus padres, donde escribió La muerte de Danton. De hecho, en un acto
de creación literaria inadvertido, la única descripción que conocemos de
Büchner proviene del edicto de la policía de Hessen que ordenaba su captura: alto,
de cejas y cabellos rubios, delgado, de ojos grises y miopes, frente muy
abombada y boca acentuadamente estrecha. Büchner fue delatado y tuvo que
abandonar su país y huir a Estrasburgo en 1835.
La muerte de Danton se desarrolla en torno a la
contraposición ideológica y psicológica de las personalidades de Danton y
Robespierre: un Danton humano, gran orador, extrovertido, sensual, pasional,
arrepentido de sus errores y crímenes, frente a un Robespierre rígido, frío,
austero, puritano e inflexible. Ellos son los dos ejes, las dos formas de ver
la Revolución. Büchner se documentó de forma exhaustiva para esta obra teatral,
la cual incluye fragmentos de discursos auténticos. La primera edición de esta
obra fue “depurada” de obscenidades y expresiones inconvenientes por su editor,
el también escritor Karl Gutzkow. El propio Gutzkow afirmó una vez que
lamentaba haber tenido que efectuar unos recortes que dejaban la obra “hecha
una ruina”.
Georg Büchner murió en Zurich, poco después de haber dado
una conferencia en la universidad. Se lo llevó el tifus el 19 de febrero de
1837. Tenía veintitrés años y cuatro meses.
Hoy la breve ópera prima del que fuera un joven estudiante
de Medicina en la Universidad de Estrasburgo, escrita en poco más de un mes, se
encuentra en el Olimpo de la literatura mundial y es el libro más leído en las
escuelas alemanas. De hecho, acaba de aparecer una edición crítica que tiene
1640 páginas, que incluye cuatro versiones distintas del texto, un número
infinito de notas y apéndices con análisis estructurales, lingüísticos e
históricos que no dejan pasar una, ni siquiera la biografía de los padres y los
abuelos del joven poeta o las ideas políticas de su profesor de alemán. El
mismo editor promete la edición de la obra completa de Büchner en catorce
tomos.
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