Creador de la
antropología
estructural, se opuso a la visión tradicional de los pueblos “primitivos” y revindicó
su cultura y su mentalidad.
Claude Lévi-Strauss y la paradoja del etnocentrismo. |
Por Gabriel Arnaiz
“Odio escribir obituarios”. Probablemente así es como
Lévi-Strauss hubiese empezado este artículo si hubiese tenido que escribirlo.
El antropólogo más conocido del siglo XX empezaba así también Tristes trópicos, una obra a medio
camino entre el libro de viajes, la autobiografía intelectual y las memorias:
“Odio los viajes y los exploradores. Y he aquí que me dispongo a relatar mis
expediciones”. Más adelante afirma: “La aventura no cabe en la profesión del
etnógrafo; no es más que una carga”.
El lado humano
Esta incursión en las “expediciones intelectuales” de este
antropólogo y sus descubrimientos sobre las mal llamadas sociedades
“primitivas” o “salvajes” (que él prefería denominar “ágrafas” es decir,
sociedades sin escritura) no quiere dejar de lado anécdotas reveladoras del
hombre que hay detrás de sus libros. Por ejemplo, cuenta él mismo que tras su
lección inaugural de 1960 en el Collège de France, y donde acudió lo más selecto
de la intelectualidad francesa, se le acerca un anónimo conserje y le confiesa
que “la parte final de mi discurso le había emocionado tanto como escuchar el
solo de flauta del interludio de La Arlesiana (...). Nunca un elogio me había
emocionado tanto”.
De igual modo, en Tristes
trópicos cuenta: “Ningún primer contacto con indios salvajes me intimidó
tanto como esa mañana que pasé junto a una viejecita envuelta en ropas de lana
que se comparaba a un arenque podrido dentro de un bloque de hielo: en apariencia
intacta, pero con peligro de disgregarse apenas se fundiera la envoltura”.
Antropología vs
filosofía
En un libro de conferencias, Mito y significado, cuenta el antropólogo francés por qué decidió
dedicarse a esta disciplina y abandonar la filosofía. “Desde niño me he sentido
incómodo ante lo irracional y desde entonces he intentado buscar un orden por
detrás de aquello que se nos presenta como desorden. Y sucede que me convertí
en antropólogo no porque estuviese interesado en la antropología, sino porque
intentaba alejarme de la filosofía”.
Matrimonio, incesto y
tabú
En 1949 escribió su tesis doctoral Las
estructuras elementales del parentesco. “Huía de ese campo e inmediatamente
me enfrenté con un problema: hay una gran cantidad de reglas de casamiento en
todo el mundo que parecían desprovistas de absoluto significado”. Intentó
desentrañar por qué el tabú del incesto era una prohibición universal en todas
las culturas. “Ésta fue mi primera orientación, que se tradujo en descubrir el
orden subyacente a este aparente desorden. Y cuando después de haber trabajado
nuestros sistemas de parentesco y nuestras reglas de matrimonio volqué mi
atención, también azarosamente, y no por opción, hacia la mitología, el
problema resultó ser el mismo: las historias de carácter mitológico son, o lo
parecen, arbitrarias, sin significado, absurdas”. Y a eso se dedicó entre 1964
y 1971, dando como resultado su obra más importante: los cuatro volúmenes de Mitológicas, entre los que destacan Lo crudo y lo cocido y El hombre desnudo.
Geología, Marx y
Freud
“Lévi-Strauss ha aludido en varias ocasiones a las
influencias que determinaron la dirección de su pensamiento: la geología, el
marxismo y Freud. (…) Marx, Freud y la geología le enseñaron a explicar lo
visible por lo oculto”, dijo Octavio Paz. Según él, “Lévi-Strauss desconfía de
la filosofía pero sus libros son un diálogo permanente, casi siempre crítico,
con el pensamiento filosófico, y especialmente con la fenomenología”.
Ni tan salvajes ni
tan civilizados
En Raza e historia,
un breve texto que escribió para la UNESCO en 1952, explicó en qué consistía la
paradoja del etnocentrismo, la ideología que sostiene la superioridad de una
cultura sobre otra. Cuando los antiguos griegos llamaron bárbaros a los que no
participaban de su cultura y cuando los occidentales calificaron de salvajes a
los pueblos indígenas estaban haciendo algo que es propio de los salvajes:
considerar como humanos únicamente los rasgos culturales propios de su tribu
particular. “El bárbaro, en primer lugar, es el hombre que cree en la
barbarie.”
De esta forma, Lévi-Strauss puso de manifiesto que nosotros
no somos tan civilizados como creemos, pues compartimos formas de pensar
similares a las de los “salvajes”, y ellos no son tan primitivos ni simples
como nosotros pensábamos, pues tienen una forma de pensar (una “lógica de lo
concreto”) con similitudes con el pensamiento científico. En El pensamiento salvaje (1962), se
esforzó por demostrar que la botánica y la zoología de estos hombres
“primitivos” no tienen nada que envidiar a las ciencias naturales civilizadas.
Incluso se podría decir lo contrario: que su método para conocer plantas y
animales en ciertos aspectos supera la taxonomía civilizada.
Europa: continente
mestizo
Estas investigaciones sobre la cultura de los pueblos
ágrafos tuvieron consecuencias en su comprensión de la propia cultura
occidental. En una de sus últimas entrevistas comentaba: “Lo que llamamos
pensamiento europeo, nuestra civilización, es el fruto de aportaciones que
vienen de otras latitudes, que son el resultado del contacto entre los
distintos pueblos y culturas del continente, pero también de nuestros viajes.
Europa siempre ha sido un continente mestizo”.
Pensador centenario
Claude Lévi-Strauss murió en 2010, un mes antes de cumplir
101 años. Como recordaba Octavio Paz, su preocupación fundamental fue “el lugar
del hombre en el sistema de la naturaleza” y su obra es una continuación de “la
tradición de Rousseau y Diderot, Montaigne y Montesquieu”.
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