Por Román Lejtman |
Si Máximo Kirchner pretende suceder en el ejercicio del
poder a su madre Cristina Fernández, deberá salir de las sombras y participar
en las elecciones como candidato de La Cámpora, que hasta ahora se apropió del
Estado citando a Kirchner y usando una chequera infinita que ya está bajo
investigación de la justicia federal.
Sólo Mario Eduardo Firmenich y José López Rega manejaron
poder en el peronismo y nunca se sometieron a la voluntad popular. Firmenich
heredó la acción de las Formaciones Especiales bajo la conducción del General y
luego traicionó a una generación que murió en las mazmorras de la dictadura
militar. El jefe Montonero escapó en plena masacre y nunca más regresó a la
Argentina.
López Rega, en cambio, sabía planchar camisas y ejecutar
todas las órdenes de Juan Domingo Perón, que sacrificó a Héctor Cámpora cuando
comprendió que Firmenich pensaba entrar a la Casa Rosada por una claraboya. El
Brujo creó la Triple A, mientras Perón hacía campaña electoral junto a su
esposa María Estela Martínez, y más tarde se apropió de la Presidencia para
decidir sobre la vida y la muerte de todos nosotros.
Huele a sangre y tragedia cuando se recuerda a Firmenich y
López Rega. Jamás participaron en una elección y usaron el poder en provecho
propio y a favor de sus operadores asesinos, que se arrogaban la verdad citando
el nombre de su jefe directo. Firmenich y López Rega serán condenados por la
historia y se espera que su modus operandi no tenga herederos políticos en el
Siglo XXI.
El aparato oficial y paraoficial de medios asegura que
Máximo es un líder en ciernes y que la sociedad confía en su criterio político.
Exhiben un discurso de tablón y una encuesta paga para probar sus condiciones
de estadista en potencia. Al hijo de Kirchner y Fernández no se le conoce trayectoria
académica, ni lectura profunda de los clásicos históricos y modernos. Tampoco
hay que creer que juega a la Play como un enajenado: es sólo una opereta de
acción psicológica para limar a la madre, que será presidente hasta fin de año.
Máximo usa el apellido Kirchner para ordenar y disciplinar,
pero eso ya sabemos que es efímero y arbitrario: López Rega y Firmenich, cada
uno en su espacio y su época, hicieron lo mismo. El líder de la Cámpora, a
diferencia del jefe Montonero y el Brujo de la Triple A, debería exhibir su
predisposición democrática y aceptar una candidatura para las próximas
elecciones.
Máximo decide las listas oficialistas de la Argentina.
Debate con Mamá si voltea a Daniel Scioli como precandidato a presidente, y
piensa si Axel Kicillof debe acompañar a Florencio Randazzo en las PASO. El
hijo presidencial corta sus trozos de bacalao y aún duda en poner su nombre en
la boleta. Tiene razón: no es lo mismo jugar al TEG que correr una maratón de
42 K. Si sos dueño de los dados, podes repetir el tiro. En la calle, cuando
largaste, sólo te queda llegar o abandonar.
Si finalmente Máximo decide competir, esperemos que lo haga
en un puesto acorde a su actual responsabilidad política. Es fácil ordenar
desde la quinta de Olivos y luego mirar el desenlace por 678. Máximo podría ser
candidato a vicepresidente, a gobernador bonaerense o encabezar la lista de
diputados en la provincia de Buenos Aires. Es el heredero de Néstor, el jefe de
la Cámpora, no debería defender su proyecto familiar desde otro lugar político.
Cristina reveló en Panamá que le gustaba leer historia y aprender
de sus consecuencias. Entonces sabe que en democracia, el liderazgo político se
ratifica en las urnas a través del voto popular. Espero que ella y Máximo se
presenten en los comicios: sólo ahí sabremos si son más que un mito oficial,
perfeccionado por un aparato de propaganda que no tiene antecedentes en la
Argentina.
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