Por Esteban Peicovich |
Lo aceptemos o no junio se nos vino encima y en poco más de cien días
entraremos a decirnos “¿Ya octubre y
ya domingo 25?¡Cómo se va la vida!” Rápido futurea el presente.
Ya entró a amasar la sorpresa que nos deparará ese día y nosotros como de palo. Intoxicados
por tanto verso del sapo engañero que chicanea formas mientras
maquilla el fondo. Y tan lentejas y ausentes avanzamos que a octubre 2015 lo
sentimos lejano, como cayendo en 2020.
Manejos dinásticos de la Caja Rosada y operaciones de cúpulas
crápulas han embarrado la esperanza general. La novia ya no podrá casar de
blanco. Será pato o gallareta sin nuestra intervención. Muy al mejor estilo
argentino. Siglo atrás un matón facón en cinto y ojo fiero alejaba opositores
de la fila cívica anunciándole: “Vos ya votaste”. Esa operación se practica hoy
a granel sobre la entera ciudadanía en una previa de meses y con atenuada
grosería. Se la embauca con la fábula del sapo engañero. El anuncio
sapo, la cuota sapo, la inflación sapo, el subsidio sapo, el dato sapo.
Cada nueva elección genera nuevas dudas. Están los fraudes
groseros y los de alta gama. Los de a tanto el voto, y otros que buscan la
adhesión mediante muy “producidos” actos de campaña. Con candidatos que siguen
Cursos de Seducción y Embaucamiento Popular y sibilinos coachs venidos de USA o
Ecuador. Es así como afloran en la escena (sic) política local unos rápidos
entrepreneur boys que son al acto electoral lo que los barras bravas al futbol
(pero más disimulados).
La operativa del gobierno y la de grupos de poder es tan obscena
como vergonzoso el remate de ideales de los partidos históricos. La
avidez y el mercadeo intensifica la lluvia de sapos cayendo en picada a la boca
de los cándidos compralotodo. Es el sapeo en su grado óptimo. La
promesa que se repromete. Tan eficaz que una misma promesa puede servir para
varias elecciones.
Que llueven sapos, ya se sabe. Y muchos los aceptan jubilosos. “Somos
así” dice uno. “Es inevitable” suma otro. Darles carácter natural en
toda elección es tendencia que avanza. Los sapos saltan de la tele, de la
radio, los diarios y los celu. Tan instalados están ya en nuestro ser nacional
que muy pronto, de seguir así, el argentino que no los trague con gusto (y que
no salte) será tildado de traidor. Es curioso que reciban tamaña adhesión
siendo que no son más que remanidos, grosos sapos, manducados en
ocasiones “históricas” de las que hay registro en nuestra memoria
nacional al cuete.
Y aún así, sobrevivimos. Asediados por candidatos chirolitas que engolan
sus voces prometiendo arco iris que acaban siendo sapo. Es lo único que al círculo
rojo del poder Z y al círculo índigo del poder K les flipa hagamos.
Vivir, tragar y votar boquiabiertos. Lo más boquiabiertos que podamos. Y cuanto
más sapos entren convertidos en votos en las urnas, mejor para los Z y para los
K.
Quien revise el espinel social de las últimas décadas no hallará prueba
de que la democracia nos contenga. En cambio su cáscara, la palabra
democracia, es de las más renombradas. Claro que en su acepción de nombrada
muchas veces y no por haberse cumplido y aquilatado hasta obtener un justiciero
renombre. No luchamos por ella ni se aprecia indignación cívica militante
alguna. 10 mil aventureros pueden más que 40 millones de comodines. Hoy unos, y
puede que mañana otros. ¿Y el pueblo dónde está?
En tanto, los sparrings y sus pollos, cargan los dados en secreto.
¡Sapos a ellos! es la consigna íntima que erotiza al afamado Durán Barba y al
grueso de bucaneros que diseña los sapos que deberán llover. Su
tarea de arúspices la banca la picaresca mercantil y la hipocresía ambiental.
Son cómplices mayores los líderes que ofrecen novísimos remedios para los
dolores urbanos y del campo. Y cómplices menores, millones de abribocas que siendo
víctimas del manejo/masaje electoral, oyen, leen, y hasta gozan del trucaje
importándoles un pito lo que pueda suceder. En lugar de indignarse, atacados de
bulimia pública, prosiguen ejercitando sus músculos faciales para tragar un
mayor número de sapos que en la elección anterior.
Ante avalancha enfermiza de análisis “absolutos” sobre éxitos y
desastres del gobierno, e idas y venidas de una oposición en babia, sugiero una
salida “relativa”. Jugarnos “a la cabeza” en la elección de octubre a
figuras jóvenes y contrastadas. Novísimos sin prontuario que tomen la posta
generacional y dediquen su tiempo hasta octubre a destapar todas las ollas
podridas que les sea posible.
--Vaya gansada. ¡Siempre decide el ciudadano y nunca el sapo!
--¿Que qué?
--¿Que qué?
Sí, puede que suene a gansada o a propuesta en joda. Pero ¿acaso mayor
que la que debemos padecer día a día oyendo prometer de nuevo lo
prometido y nunca cumplidoa los más descalificados líderes de la política
nacional?.
De esta respuesta depende que el recuento de votos (y de sapos) del
lunes 26 de octubre nos anuncie un país que viene o un país que se queda.
© Perfil.com
0 comments :
Publicar un comentario