viernes, 19 de junio de 2015

Los sapos votan

Por Esteban Peicovich
Lo aceptemos o no junio se nos vino encima y en poco más de cien días entraremos a decirnos “¿Ya octubre y ya domingo 25?¡Cómo se va la vida!” Rápido futurea el presente. Ya entró a amasar la sorpresa que nos deparará ese día y nosotros como de palo. Intoxicados por tanto verso del sapo engañero que chicanea formas mientras maquilla el fondo. Y tan lentejas y ausentes avanzamos que a octubre 2015 lo sentimos lejano, como cayendo en 2020.

Manejos dinásticos de la Caja Rosada y operaciones de cúpulas crápulas han embarrado la esperanza general. La novia ya no podrá casar de blanco. Será pato o gallareta sin nuestra intervención. Muy al mejor estilo argentino. Siglo atrás un matón facón en cinto y ojo fiero alejaba opositores de la fila cívica anunciándole: “Vos ya votaste”. Esa operación se practica hoy a granel sobre la entera ciudadanía en una previa de meses y con atenuada grosería. Se la embauca con la fábula del sapo engañero. El anuncio sapo, la cuota sapo, la inflación sapo, el subsidio sapo, el dato sapo.

Cada nueva elección genera nuevas dudas. Están los fraudes groseros y los de alta gama. Los de a tanto el voto, y otros que buscan la adhesión mediante muy “producidos” actos de campaña. Con candidatos que siguen Cursos de Seducción y Embaucamiento Popular y sibilinos coachs venidos de USA o Ecuador. Es así como afloran en la escena (sic) política local unos rápidos entrepreneur boys que son al acto electoral lo que los barras bravas al futbol (pero más disimulados).

La operativa del gobierno y la de grupos de poder es tan obscena como vergonzoso el remate de ideales de los partidos históricos. La avidez y el mercadeo intensifica la lluvia de sapos cayendo en picada a la boca de los cándidos compralotodo. Es el sapeo en su grado óptimo. La promesa que se repromete. Tan eficaz que una misma promesa puede servir para varias elecciones.

Que llueven sapos, ya se sabe. Y muchos los aceptan jubilosos. “Somos así” dice uno. “Es inevitable” suma otro. Darles carácter natural en toda elección es tendencia que avanza. Los sapos saltan de la tele, de la radio, los diarios y los celu. Tan instalados están ya en nuestro ser nacional que muy pronto, de seguir así, el argentino que no los trague con gusto (y que no salte) será tildado de traidor. Es curioso que reciban tamaña adhesión siendo que no son más que remanidos, grosos sapos, manducados en ocasiones “históricas” de las que hay registro en nuestra memoria nacional al cuete.

Y aún así, sobrevivimos. Asediados por candidatos chirolitas que engolan sus voces prometiendo arco iris que acaban siendo sapo. Es lo único que al círculo rojo del poder Z y al círculo índigo del poder K les flipa hagamos. Vivir, tragar y votar boquiabiertos. Lo más boquiabiertos que podamos. Y cuanto más sapos entren convertidos en votos en las urnas, mejor para los Z y para los K.

Quien revise el espinel social de las últimas décadas no hallará prueba de que la democracia nos contenga. En cambio su cáscara, la palabra democracia, es de las más renombradas. Claro que en su acepción de nombrada muchas veces y no por haberse cumplido y aquilatado hasta obtener un justiciero renombre. No luchamos por ella ni se aprecia indignación cívica militante alguna. 10 mil aventureros pueden más que 40 millones de comodines. Hoy unos, y puede que mañana otros. ¿Y el pueblo dónde está?

En tanto, los sparrings y sus pollos, cargan los dados en secreto. ¡Sapos a ellos! es la consigna íntima que erotiza al afamado Durán Barba y al grueso de bucaneros que diseña los sapos que deberán llover. Su tarea de arúspices la banca la picaresca mercantil y la hipocresía ambiental. Son cómplices mayores los líderes que ofrecen novísimos remedios para los dolores urbanos y del campo. Y cómplices menores, millones de abribocas que siendo víctimas del manejo/masaje electoral, oyen, leen, y hasta gozan del trucaje importándoles un pito lo que pueda suceder. En lugar de indignarse, atacados de bulimia pública, prosiguen ejercitando sus músculos faciales para tragar un mayor número de sapos que en la elección anterior.

Ante avalancha enfermiza de análisis “absolutos” sobre éxitos y desastres del gobierno, e idas y venidas de una oposición en babia, sugiero una salida “relativa”. Jugarnos “a la cabeza” en la elección de octubre a figuras jóvenes y contrastadas. Novísimos sin prontuario que tomen la posta generacional y dediquen su tiempo hasta octubre a destapar todas las ollas podridas que les sea posible.

--Vaya gansada. ¡Siempre decide el ciudadano y nunca el sapo!
--¿Que qué?

Sí, puede que suene a gansada o a propuesta en joda. Pero ¿acaso mayor que la que debemos padecer día a día oyendo prometer de nuevo lo prometido y nunca cumplidoa los más descalificados líderes de la política nacional?.

De esta respuesta depende que el recuento de votos (y de sapos) del lunes 26 de octubre nos anuncie un país que viene o un país que se queda.

© Perfil.com

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