miércoles, 3 de junio de 2015

La sombra de Nisman

Por Román Lejtman
Si la fiscal Viviana Fein quiere saber sobre la sistemática irrupción a las computadoras de Alberto Nisman, antes y después de su muerte, debería ordenar el allanamiento a todas las oficinas de inteligencia que manejan Oscar Parrilli y César Milani. Sólo en esas terminales del poder, que cumplen instrucciones directas de Balcarce 50, hay suficiente volumen tecnológico para manipular los secretos que el fiscal de la AMIA guardaba en todos sus dispositivos tecnológicos.

Pero Fein ya asumió que Nisman se suicidó y los suicidas no tienen información reservada que complican al gobierno y sus socios en Medio Oriente y América Latina. Al contrario, si la inofensiva fiscal pensara que a Nisman lo asesinaron por sus secretos estratégicos, ya hubiera irrumpido en las cuevas de inteligencia de Parrilli y Milani para ratificar que existía una poderosa operación ilegal de servicios civiles y militares destinada a proteger el memorándum que CFK firmó con Irán.

El gobierno sostiene a Fein porque es una pieza clave para determinar que Nisman se suicidó. Si la fiscal exhibiera otra perspectiva del caso, su protagonismo en la causa ya hubiera terminado. Germán Moldes, fiscal de Cámara y ex funcionario de Carlos Menem, sabe cómo funciona el poder y la justicia: aseguró con semanas de anticipación que la denuncia de Nisman iba al cadalso, porque el fiscal de AMIA era un blanco político que había que ejecutar.

La Casa Rosada apretó a jueces de primera instancia, camaristas e integrantes del tribunal de Casación para cerrar la denuncia del fiscal contra CFK y Héctor Timerman. La Procuración y los agentes de Parrilli entregaron a periodistas de medios paraoficiales información reservada sobre la vida privada de Nisman para demoler su imagen pública. Y la Presidente aseguró que había una conspiración entre los Fondos Buitres y la comunidad judía de la Argentina para perjudicar al gobierno.

Estos tres hechos integran un plan sistemático orientado a transformar al fiscal Nisman en un victimario que se disparó en la sien para pagar con su vida una acusación política/judicial delirante y antojadiza. Si fuera cierto este discurso oficial, cómo se explica el hackeo de sus computadoras, la presión silenciosa de los Estados Unidos y la acción reservada que Balcarce 50 ha desplegado en Casación para lograr que el memo con Irán sea declarado constitucional.

Hasta que Fein no entienda que está siendo manipulada por el gobierno, la causa en sus manos sólo será un instrumento jurídico destinado a probar que Nisman se suicido para pagar una acusación aberrante sin pruebas ni evidencias firmes. La fiscal podría saltar el cerco que han levantado a su alrededor y disponer los allanamientos a las oficinas de inteligencia que manejan Parrilli y Milani. Esos dos funcionarios, cada uno con sus instrucciones presidenciales, tienen más información que los 40 cuerpos de expediente que Fein acumula sin perspectiva en su despojado despacho judicial.

Se trata de abrir un nuevo camino en la investigación penal, una posibilidad distinta para encontrar la solución a un caso que tiene muchísimos interrogantes y que desvela por igual a poderosos y simples mortales.

© El Cronista

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