Por Guillermo Piro |
Oculta entre las rojas extensiones rocosas de un paisaje
yermo, cerca de Hanksville (250 habitantes, un grupo de casas en medio del
desierto de Utah meridional, en los Estados Unidos), se yergue la Mars Desert
Research Station: un cilindro blanco, idéntico a un silo del Midwest, donde un
grupo de biólogos, geólogos, ingenieros y físicos participa de un proyecto que
pretende simular la vida en Marte.
Los 36 voluntarios –subdivididos en grupos
de seis y durante dos semanas cada uno– viven en el silo fabricado para la Mars
Society, un ente privado con 5 mil sponsors y 80 sedes en más de 29 países. La
de Utah es la segunda de cuatro estaciones proyectadas para permitirles a los
científicos internacionales, comandados por el astrofísico alemán Bjoern
Grieger, trabajar juntos en la simulación de la vida en Marte.
El lugar habría sido descubierto por James Cameron, y
probablemente a eso se debe que los científicos se apresuren a declarar que el
suyo “no es un lúdico pasatiempo hollywoodense”. El proyecto prevé sacrificios
enormes. Los participantes viven espartanamente en un ambiente más pequeño que
una celda de prisión, sin ventanas (el único que tiene una es el comandante de
la misión), y están obligados a ducharse (cada cuatro días) usando menos agua
de la que se requiere para cocinar un kilo de tallarines. Espartano es también
el traje espacial, hecho con tela cosida y sellada con cinta adhesiva y formado
por tubos de metal adquiridos en Home Depot, rematado por un casco
transparente.
El objetivo de la Mars Society es conseguir enviar a hombres
y mujeres a Marte dentro de los próximos diez años, es decir, mucho antes de lo
que estima la agencia federal de USA para el espacio (la NASA prevé el
lanzamiento de una nave no tripulada recién para 2020). El costo de la empresa
es de 10 mil millones de dólares. Una de las ideas de la Mars Society es
producir directamente en Marte el combustible necesario para el viaje de
vuelta, aprovechando la composición del aire marciano, muy rico en dióxido de
carbono.
Casi todos los días los astronautas simulados de
Marte-Hanksville dejan el refugio y se alejan para explorar los alrededores a
bordo del vehículo espacial ATV. Dan vueltas entre las rocas jurásicas en busca
de material que recogen con sus enormes manos enguantadas y llevan al refugio
para examinar bajo el microscopio y determinar si contiene algún signo de vida.
Todo es minuciosamente catalogado y transmitido a los otros científicos de la
“base” en la Tierra, es decir, la oficina astronáutica Zubrin Pioneer de
Lakewood.
No faltan los momentos de hilaridad. Como cuando uno de los
participantes, Tony Muscatello, se quitó el casco estando fuera del silo. “Un
error imperdonable –explicó luego–; en la atmósfera rarefacta de Marte eso me
hubiera provocado una muerte terrible e instantánea”.
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