Por Gabriel Profiti |
De la derrota probable al repunte y del clima de
polarización a la sensación de triunfo irreversible en apenas cinco meses.
Esos
fueron los estadios por los que pasó el Gobierno y su brazo electoral desde que
el fiscal Alberto Nisman apareció muerto en su departamento de Puerto Madero el
18 de enero.
Con Cristina Kirchner como bastonera, la maquinaria
oficialista logró recuperarse de aquel golpe al mentón -cuya resolución
judicial sigue en una enorme y preocupante nebulosa- y ahora hace uso y abuso
de su fortaleza electoral e institucional.
El cierre de listas de candidatos pareció dejar mejor parado
al Frente para la Victoria. Barrió las contradicciones bajo la alfombra y ahora
marcha encolumnado detrás de Daniel Scioli, a quien de acuerdo con los eufemismos
elegidos por el kirchnerismo duro, "complementa",
"sintetiza" o "supervisa", Carlos Zannini.
Con encuestas parciales -en todos los sentidos del término-,
el FPV asegura que la incorporación de Zannini y los jóvenes de La Cámpora en
la boleta que encabezará el gobernador bonaerense generó un efecto electoral
nulo porque ganó votos por un lado y perdió por el otro pero otorgó réditos
políticos.
Sin la molestia retórica de Florencio Randazzo y del
ultrakirchnerismo acusándolo de candidato de las corporaciones y de mal gestor,
Scioli tiene 45 días menos de desgaste y el mismo plazo de gracia para avanzar
con su agenda "positiva".
Es probable que las desavenencias en el oficialismo
comiencen en caso de que retenga el poder. Pero eso, se sabe, en el peronismo
es secundario: primero hay que ganar.
En la oposición, hay una sensación de que se necesita
barajar y dar de nuevo, después de la decisión del PRO de no armar una
coalición amplia con Sergio Massa.
El mejor posicionado sigue siendo Mauricio Macri, líder del
PRO y posible emergente de la primaria del Frente Cambiemos, aunque parece
haber frenado su ascenso en las encuestas y ahora busca recrear el clima
optimista que lo rodeaba hasta hace un mes con visitas diarias al Conurbano
bonaerense, su Talón de Aquiles.
El jefe de Gobierno porteño apuesta a la polarización total
con el oficialismo. Descuenta que será el opositor más votado en las primarias
y que esa elección ordenará a gran parte del 60% -según palabras de sus
armadores- que no quiere más kirchnerismo.
A diferencia del FPV los operadores políticos de Cambiemos
esperan para los próximos días los sondeos que encargaron para ver el impacto
del cierre de las listas.
El problema para el líder del PRO es que hoy su nivel de
rechazo estaría por debajo del Gobierno pero en parámetros similares a los de
Scioli.
Expansión ilimitada
Corrido el caso Nisman de la agenda y con la economía sin
sobresaltos -más allá de algún coletazo con el dólar-, el Gobierno se encuentra
en fase expansiva, más allá de que los desequilibrios macroeconómicos subyacen.
Esta semana el INDEC indicó que la economía creció 1,1% en
el primer trimestre del año, pero para el Congreso -que promedia los trabajos
de consultoras privadas- se contrajo 0,8%.
Amparada en los números oficiales, la Presidenta anticipó
durante un acto de campaña en La Pampa que "estamos volviendo a
crecer" y recitó números que avalarían el repunte de la economía.
El acto fue transmitido por cadena nacional, la
vigesimosexta del año, sin nada que remitiera al artículo 75 de la Ley de
Medios en el que se indica que debe ser utilizada en "situaciones graves,
excepcionales o de trascendencia institucional".
Por cadena, Cristina dijo que no se gobierna con
"chamuyo ni globitos" en alusión al PRO y cuestionó a Martín
Lousteau, hoy candidato opositor en la Ciudad, por su diseño de la resolución
125 de retenciones a las exportaciones agropecuarias.
Esa decisión defendida al extremo por el Gobierno desembocó
en un prolongado e ideologizado conflicto con los productores agropecuarios en
2008 y etiquetó a Julio Cobos como un traidor, por pensar lo mismo que piensa
ahora Cristina Kirchner.
La semana próxima habrá elecciones en cuatro distritos:
primera vuelta en la CABA, primarias en La Pampa, generales en La Rioja y en
Córdoba. La Presidenta ya tiene actos programados en la Casa Rosada, el martes
con anuncios; Córdoba y Chubut, como virtual jefa de campaña del Frente para la
Victoria.
Paralelamente, la jefa de Estado estuvo en los últimos días
al frente de medidas sensibles en el plano institucional: la salida del jefe
del Ejército, César Milani, acusado por crímenes de lesa humanidad y por quien
había tenido que pagar un altísimo costo político; y la designación de jueces
afines en la Cámara de Casación Penal, el máximo tribunal penal del país.
Esta última maniobra tuvo varias etapas. La primera fue la
confección de una lista de conjueces afines, luego el usufructo de las mayorías
parlamentarias para cambiar el régimen de suplencias en la Justicia y
finalmente el uso de su fuerza en el Consejo de la Magistratura para imponer
cambios en tribunales sensibles como la Casación.
El más sonoro fue el caso del juez Luis María Cabral, quien
desde 2011 era subrogante en la Sala IV de la Cámara de Casación Penal. Cabral
es muy crítico del Gobierno y sus decisiones suelen ser contrarias a la
voluntad del Ejecutivo.
Según trascendió tenía redactado su fallo declarando la
inconstitucionalidad del acuerdo entre la Argentina e Irán, pero por alguna
razón lo demoró y lo corrieron antes de que se hiciera público. La jugada
promete una larga polémica. La oposición busca desperezarse con el caso, pero
se queja de que la sociedad mira para otro lado con las extralimitaciones del
kirchnerismo.
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